No quiero saber la verdad sobre ellos,
seres simples y complejos que nos rodean en silencio,
almas en pena o furiosas que nos rondan
y se muestran entre las sombras
llenándonos de miedo.
No quiero entender sus por qué,
sus ruidos sordos en medio de la oscuridad
donde nuestros ojos no distinguen
la fantasía de la realidad.
Aunque escucho sus pasos sordos
sobre los pisos de madera,
subiendo y bajando las escaleras,
haciendo rechinar los muebles
y moviendo las cosas de lugar
sin dejarlas nunca igual.
Llaman la atención desde el olvido,
se muestran y se desvanecen
dándonos escalofríos,
y hasta algunos nos poseen
llenos de amargos misterios
y penas duras como piedras puras.
No quiero entenderlos, no puedo creerlos,
ánimas en pena merodeando nuestros cuerpos
buscando la otra oportunidad,
que la vida suele dar.
No voy a verlos, ni creeré en estos,
no voy a incitarlos con mis frágiles miedos
cerraré los ojos, no pensaré en ellos,
no me entregaré a sus falsos lamentos,
aunque mis labios lleven más
de mil años de frío silencio.
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