La cafetera encendida gotea
gota a gota el café calentito
llenando la jarra despacito.
La naturaleza afuera parece dormida
ni los pájaros cantan, ni el viento sopla
y las nubes blancas cubren el cielo
uniformando el firmamento
cual blanco delantal.
La ventana de par en par está abierta,
las cortinas caen pesadas al suelo
y el cielo raso está más aburrido que nunca.
Solo se escucha el café cayendo
no hay ruidos en la calle de motores fornicadores,
ni de cacos, ni policías, ni de romances a escondidas
en algún que otro saguán desvergonzado.
Entre los dedos la birome histérica
golpetea con su culo y su cabeza la mesa,
pareciera hoy muerta de vergüenza
de volcar sobre las blancas hojas
cualquiera de sus locas ideas.
Nada, no se me ocurre ni nada pasa,
a pesar de las noticias en el matutino,
a pesar de no ser domingo y estar en pleno viernes.
Nada nuevo se me ocurre
que ya no se me haya ocurrido antes.
Ma si, mejor me voy a jugar un rato con el perro,
ahí afuera donde el viento no sopla,
donde un cielo vestido con blanco delantal
espera a que salga del cubil a encontrarme con la vida
y nos tomemos el café, que calentito y recién hecho,
se acumula gota a gota.
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