Las horas se vuelven inconfundibles
a pesar de entremezclarse unas con otras
y fusionarse entre ellas hasta tal punto
de ser iguales a dos migas de pan.
Los minutos disminuyen su marcha al pasar
y cordiales parecieran no dejar de saludar
e ir de acá para allá meneándose al vaivén
de un continuo segundero que termina y empieza en cero.
Cómo siempre la joven inconciencia
no juzga su inocencia, por lo que el miedo
no es causal ni consecuencia
de las deshoras, ni de los traspiés y sus riesgos.
Crueles son… aquellas bestias que acechan,
mas son pacientes en su letal ataque
y que las ves rondando, carniceras y carroñeras,
escribiendo tu sino en el suelo, con sangre.
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