Funesto el tiempo
el corazón, la caricia;
aciago el silencio
el beso, la palabra;
infausto el tal vez
el saber, la ignorancia;
desgraciado de mí
de mis pecados
de mis aciertos
desdichado de aquel
que crea edenes de rosas
en este sórdido desierto.
Infeliz es
aquel que habita el paraíso
y por miedo no prueba
el jugoso fruto prohibido.
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