Ya no hablo de tristeza
de impaciencia, en soledad.
Ya ni nombro al egoísmo
la impericia, la tristeza.
Ya ni cito a quién creyó
a quién citó alguna vez al olvido.
Ya ni siquiera recuerdo
cómo y dónde fue lo que no ha sucedido
si quiera guardo rencor
contra aquellos que el tiempo
los ahogó en la indiferencia.
Ya ni miro por mis ojos
o los de otros
ya ni miro,
nada hay que mirar
nada hay que opinar
el reloj ha dado su parecer
y el amanecer que asoma
no es igual para todos.
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