Y por qué no habría de ser una buena idea que vayan, aunque el clima desde Entonces no fuese el ideal; por qué no hacerlo?
-Metiste las medias?-
-Sí...la cantimplora?-
-Para qué querés una cantimplora si vamos a un hotel?-
-Nunca se sabe.-
-Esperá que la busco.-atravesó la casa desde la alcoba hasta la cocina, atravesando el vasto livingsito que apenas se vastaba así mismo, abrió la puerta del tercer armario de izquierda a derecha, sonrió al encontrar ante su sorpresa, una simpática estatuilla de barro cocido.
-Es para mí?-gritó sin esperar respuesta, tomó la estatuilla entre las manos y la acercó a sus ojos, volvió sobre sus pasos con los ojos iluminados y la sonrisa ancha zurcándole la cara de pe a pa.
-La encontraste.-le preguntó sin mirarla.
-Sí, es preciosa, qué es?-
-Una cantimplora.-dijo él mientras hacía el recuento y daba la última chequeada para, ya de una vez quedar tranquilo y pedir una pizza por teléfono.
-No seas zonzo, ésto qué es?-giró su cabeza hacia ella y sus dos ojos la contemplaron de lleno, parada sonriendo como una niña feliz, sonriendo como su niña iluminando apenas, con esa tenue y cálida luz que suelen tener las sonrisas.
-Y la cantimplora?.-
-Dejá eso ya.-él miró la valija, y gesticuló con ambos brazos una breve excplicación de no entender, sin habla, absorvido en eso.
-Qué deje qué?-encogió los hombros y levantó su palma izquierda, abierta como lisonjeando.
-Dale boludo, ya encontré tu regalo.-en sus ojos algo había dejado de brillar y una veta iriosa se dibujaba con el pincel más fino.
-Ah! el regalo claro sí, el regalo claro-hizo una pausa para tratar de ordenar sus pensamientos-el regalo, psfff!.-
Ella lo miró fijamente y observó su reloj con detenida atención, fijando su vista en el cielo raso, parecía estar haciendo algún no tan difícil cálculo matemático.
-Qué?-le dijo él.
-Nada...matate.-se dió media vuelta y desapareció hacia el lado de la cocina con la estatuilla aún escondida dentro de su mano; él, con su oído bueno, prestó extrema atención al recorrido de sus pasos, atravesando el living, llegando a la cocina, abriendo el cajón de la cómoda sacando un frasquito de pastillas y metiéndola en la valija rápidamente, como quien comete un perjurio.
-Ah!-gritó.-me asustaste mujer...-le dijo sacándo la mano de la valija y extendiendo la otra para atrapar la cantimplora.
-Estás nervioso, qué te pasa?.-
-Nada, nada...-tomó la cantimplora la metió en la valija, la cerró con los cierres y con la zincha, apartó la valija de arriba de la cama y la posó del lado izquierdo entre su almohada y su mesa de luz.
-Dale que te pasa que estás nervioso.-
-Me asusté, no te escuché volver y cuando te ví en el vano de la puerta imaginé que eras...-
-Qué?-
-Qué sé yo, cualquier cosa.-
-Cualquier cosa como un fantasma.-
-Tal vez.-
-La muerte.-
-Porque no-
-Tu madre.-
-También.-
-Mi madre.-
-No fué para tanto.-ambos sonrieron cómplices y silenciosos, un bostezo llegó de la nada y se depositó en la boca de él, se dejó caer sobre el colchón y sintió que un calor le subía de los pies hasta el pecho, llegó hasta su boca el calor con sabor de labios que abrazan al llegar, que abrasan al besar. Dos narices se agitaron y aumentaron la rapidez de la respiración que se hacía más profunda, confusa, profana y sonora; el cuerpo delgado de ella corcoveaba salvaje sobre la cintura de él que la besaba y con sus manos le apretaba los pechos y apenas le jalaba de los cabellos.Ella irguió su cabeza y dejó escapar un largo gemido que les hizo vibrar cada uno de los músculos.
-Comemos.- preguntó ella al acabar de suspirar y otras cosas.
-Ahora?-sorprendió él con los pantalones aún puestos.
-Cuándo sino?-
-Cuándo...-se perdió él, cuando sería el momento adecuado para que destino llegáse a su fin de una vez -...bueno.- susurró.
-Pizza, pizza, pizza...-se pusó a gritar ella como una chiquilla malcriáda mientras saltaba de aquí para allá revotando con las puntas de sus pies.
-No puedo hablar por teléfono a la pizzería con vos gritando al lado mío.-sentenció.
-Pizza, pizza, pizza...-los gritos y los pies en el suelo se escuchaban por toda la casa, menos, obviamente, por el dormitorio. Sacó de la mesa de luz la agenda, se apeó a la p para poder parlotear pizzería abajo y pedir pizza. Pensó sin quererlo en qué tan distinto estaba todo antes, en cómo habían cambiado las cosas desde Entonces.
Los gritos seguían dando saltos por toda la casa, gritos desnudos al igual que su dueña, la que los profería y prefería en ciertas ocasiones, mientras saltaba se había despojado de toda su ropa y saltaba por la casa desnuda entrando cual canguro al cuarto y tirándose sobre él para fregarse de nuevo como perra en celo que no tiene can. Dos manos masculinas qué otras, la tomaron por la cintura y ella con su boca y dientes le sacó el cinturón le bajó el cierre, del pleonasmo al orgasmo y del orgasmo al piso en un abrir y cerrar de puerta para que el pizzero dejé la pizza, y al fin, puedan comer.Comieron a la azul luz del televisor prendido sin volumen ya que preferían escuchar música semi desnudos en medio del piso del living, se sonreían grande grande y se mimoseaban con los dedos índices llenos de aceite y adobo para pizza.Algo allí resultaba excitante, pero qué?.
-Mirá, mirá, apagá, subí, mirá, mirá...-comenzó a decir ella en medio del idilio zarandeando los brazos para cada una de las direcciones correspondientes tanto al todo como a la nada.
-Qué?...qué?...qué?...-repetía él tratando de seguir con la cabeza la dirección de los índices aceitosos que hasta hace poco sabían de caricias y ahora revoloteaban como colibríes en medio de una orgía de flores.
-La tele...mirá la tele.-
-Entonces...-dijo él recordando aquel siniestro lugar.
-Entonces...-susurró-te acordás que lindo la pasamos?-un suspiro se alargó en su boca que rememoraba una cosa; un suspiró se alargó en su boca que rememoraba otra cosa.
-Sí.-asentó apenas con su cabeza. Ella acercó sus labios a los de él y con sus manos le cubrió las mejillas en un dulce beso.
-Me voy a bañar-dijo.
-Bueno.-le dijo ella mientras apagaba la música y subía el volumen de la televisión para escuchar los sonidos de Entonces, que a decir verdad hace mucho que no los escuchaba.
Una lágrima se asomó en el ojo izquierdo de él y cerró los párpados como si fueran persianas, la lágrima cayó redonda, rodándole por el pómulo, esquivando sus labios, rodando hasta caer por su mentón y deshacerse en el muslo de ella.
-Qué te pasa amor?.-le dijo dulcemente.
-Nada, me emocioné...creo.-cómo decirle la verdad, cómo decirle que las cosas no eran las mismas desde Entonces, cómo explicarle que él la seguía amando a pesar de su locura en aumento, cómo explicarle que la estatuilla había sido hecha por su hija, brutalmente violada y asesinada, cómo explicarle su bloqueo inconciente, su falta de pasado, los medicamentos, y toda esa sarta de pavadas que ella prefería ignorar desde Entonces.
-Yo también-musitó viéndolo irse al baño, sabiendo que se iba a duchar. Esperó hasta que entre y cuando lo hizo, corrió hasta la habitación, abrió el cajón de la mesa de luz y el frasco de pastillas ya no estaba, recordó la estatuilla, la valija, la cantimplora, los nervios, recordó todo en un tris, quizo mirar la hora en su muñeca pero ya su reloj no estaba allí y encontrarlo sería ardua tarea, abrió la valija, sacó las pastillas, las guardó en su bolso de mano, pasó por el baño y lo escuchó cantar. La esquizofrenia de él había aumentado desde Entonces pese a que los médicos psiquiatras del hospital psiquiátrico habían asegurado lo contrario, la esquizofrénia de él, desde Entonces había aumentado.Volvió al living corriendo se hechó al suelo como si de ahí no se hubiese movido, él salió del baño y mágicamente sus miradas se cruzaron y en sus bocas una sonrisa se dibujó.
Ambos sabían que las cosas eran distintas, tal vez que vayan, a pesar que el clima no fuése el ideal, cambiaría y mejoraría las cosas. Peor no podrían estar; por qué no hacerlo entonces.
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