El viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
atiende con zumo placer
de uva en cada sonrisa
a la clientela
sin quererlo tal vez
la clientela le devuelve su sonrisa
usada y vacía
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
atiende con sumo placer
de comerciante en cada cobranza
la clientela recibe el dinero
que Bonifacio da de vuelto
y apresurada se va sin saludar
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
abre a las nueve
esperando dar
esperando recibir
cierra a las nueve
bajando la cortina de metal
que no sirve ni para tapar el sol
ni para cuidar a las naranjas de las
manos impías de hambrientos nocturnos
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
todas las noches después de
cerrar la verdulería se sienta
en el cordón de la vereda
a contar de a uno cada
tomate cada banana
cada lechuga cada
cebolla
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
le gustaría abrir su negocio más temprano
si no fuese por los indigentes
que él alimenta en el albergue
cada mañana
de seguro abriría más temprano
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
recomienda que está bueno o no
él mismo regala kilos y kilos
de fruta y verdura al hospital de niños
y con el sudor de su frente
mantiene en su hogar
con su mujer y sus no hijos
a niños perdidos entre abrazos y cultura
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
saluda con una lágrima
a la escarola que se asfixia
en la bolsita de plástico holgada
y se jura día a día que
alguna vez en toda su vida
va a hacer las bolsas como
ropita a medida
el viejo Bonifacio
(el verdulero de la esquina)
murió de un cuchillazo
hoy
hace un rato.
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