jueves, julio 06, 2006

Gaietán -- Cuento

Y por qué corno, alguien, tendría qué recordar al viejo Gaietán?. El era igual que todos los viejos .vivió su vida como correspondía y murió el día en que la muerte golpeó su puerta, se fué tras ella , la siguió como tantos hombres siguen a tantas mujeres sin ganas pero con sentido, no había motivos para recordarlo era un tipo frío, humilde y huraño, practicante de los soliloquios más escuetos dispuesto a la sonrisa traicionera que se olvida de si misma y se transforma en llanto, amante de las lágrimas que terminaban en su boca riendo y bebiendo Evian, por qué corno recordarlo, marihuanero de historias inconclusas y aburridas, sabio a la hora de los bifes y soñador a la hora de las tortas, prefería meter a que lo metan, prefería meterse a ser metido, un tipo acometido de bravura paisanamente pajera, en sus ojos y destellos en sus dientes, un hombre con justo pasado y de muerte ni siquiera exagerada, un día una gripe, otro día más fiebre, y otro día después nadie sabía ni siquiera su nombre, cosa que hacía más difícil el saber si él, que había muerto, o si el que había muerto, era el mismo Gaietán. Las vueltas que lo llevaron a que no sea recordado ni por el mismo, no se encontraba identidad en ninguno de todos esos puestos de panchos donde el detenía su marcha para ver el su futuro en el agua de las salchichas. Algunos llegaron a pensar que era extranjero por eso ni siquiera pensaron que Gaietán había muerto, claro que también están los que aseguran que no conocían a ningún Gaietán por lo tanto si había muerto o no, les fregaba.
Todos dicen haberlo olvidado y hasta niegan su existencia, nadie lo recuerda en la plaza fumándose un porrito hablando con una chica siempre hermosa y menor, riendo a carcajada limpia, claro que nadie lo recuerda los treinta y uno y veinticuatro vomitando en los cordones de la vereda abrazado por hombres y chicas, con bonetes, narices coloradas de payaso, matracas, pitos y el skabio a pedir de mano, claro que nadie lo recuerda sentado en la vereda del café, tomando su típico negrito a la luz de la tarde maldiciendo para adentro lo malcogido que estaba todo con esa sonrisa grande amplia y sincera; es raro que nadie recuerde a Gaietán, cuando él yiraba por las calles de donde estuviese, los colores de esas calles eran distintos, como siempre, los colores para él, eran distintos; aunque todos lo nieguen, alguien recuerda a Gaietán pero no lo traen al presente del consciente, Gaietán tenía el poder más hijoputezco que existiera, una especie de fórmula Hydeana...su paso era voraz y casi sin huella como un tornado en el desierto, como la segunda muerte de un muerto, la primera parece fascinar al mundo entero y se hacen entierros y se hacen jugos de alma y se los envasa dentro de lágrimas...pero la segunda muerte de los muertos, se olvida uno de recordarla, como la de Gaietán que ha muerto por segunda vez y nadie se dió cuenta.

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