jueves, enero 31, 2008

Cavilaciones de Quasimodo -- Poesía

Me doy entero, sin descremes,
desnudo, tal como soy,
entregándome, culposo
como quien no ha cometido un crimen adrede
pero a fin de cuentas
lo ha cometido.

Con la cabeza gacha,
vergonzante por nada,
por mi condición humana
por errores que al azar
sobre mis formas y aspectos cayeron,
haciendo de mi este engendro
que solo de verme la gente muere
de asco
de miedo.

Hay leyendas sobre mi,
se han desparramado por mil pueblos,
dicen que soy hijo de satán
heredero directo del trono del infierno,
que quien mire fijamente mis ojos
tendrá siete hijos, todos amorfos,
quién sea tocado por mis manos
tendrá cubierta la piel por ronchas y granos
quién escuche mi voz, jamás podrá
volver a escuchar el trino del pájaro al cantar.

A nadie importa mi alma,
condenada aún nonata, a este carne inmunda
mal formada, de huesos anárquicos
y tumoraciones espantosas que por doquier se asoman.

Mi corazón? pobre músculo viejo y maltratado
que no conoce el amor pero sí el perdón
que comprende a todos ustedes que me miran
de reojo y con desdén,
que me arrojan sus basuras
y me escupen e insultan
me torturan y disgregan,
simplemente por ser lo que soy.

Dios me ha hecho de esta manera
para que cumpla mi función en la tierra
y aunque es mucho lo que he sufrido
no lo tomo como redención,
ni lo tomo como castigo,
así es como Dios me ha tocado
con su dedo más cruel y divino
quiero creer que al morir
esté en su seno, eterno y feliz.

No guardo rencor ni odio hacia ninguno
de los que llenan mi vida de insultos y perjurios
entiendo que sean prejuiciosos
que me miren y hagan deferencias
pero no traten con displicencia
a los que diferentes nos hicieron,
que son Dios y la Naturaleza.

Sé que es natural en ustedes
agredir aquello que es novedad
lo que sale de la costumbre
es mala usanza de la verdad
que cualquier cambio es malo
y que cuesta asimilar
lo nuevo como bueno.

Yo aquí guardo en mi memoria
la danza de la mujer más hermosa,
los colores del atardecer sobre los techos herrumbrosos,
la sonrisa de los niños
y el amor de un padre que nunca vi,
pero siempre está a mi lado
cuidando la esperanza que al morir,
estaré en su seno,
eterno
feliz.

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