-Me ayudás con esto?
-No, no tengo ni ganas
-Dale no seas garca boludo que se me viene encima.- le dijo casi suplicando. Lo miró por sobre el hombro, un armario de tamañas dimensiones se le caía sobre la cabeza, la mueca de fuerza en su rostro demostraba que si no fuera por sus reflejos gatunos y su necesidad natural de mantener su vida a salvo ahora estaría hecho una cucaracha aplastada por un pesado pie de madera de mala calidad.
-Ahora resulta que el boludo soy yo, cuando sos vos el que está en peligro de muerte...
-No seas forro, vení y ayudame.- le dio la orden casi sin poder hablar, el mueble se le venía encima.
-Encima me das órdenes y me insultás? Así no vamos a ningún lado negro, rezá, tal vez Dios te ayude.
-Puta madre! Sabés que soy agnóstico!
-Nunca es tarde para cambiar...
-Ay Dios, se puede ser tan boludo!- suplico al cielo resoplando de cansancio.
-Muy bien, así se empieza!- un estruendoso ruido sonó en todos lados, el armario de madera terciada había caído sobre el pobre agnóstico, por un costado de la cabeza salía un hilo de sangre que surcaba la cocina hasta el comedor donde el otro descansaba.- Pero que sos sorete che! Ahora voy a tener que limpiar el piso... -
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