En un bravío mar de aceros
donde el color de la piel
por doquier se desparrama
carnosos brazos guerreros
al chocar cada cual su acero
parecen querer tañir las campanas
de su ansiada libertad.
En sus furiosas miradas
un brillo de añoranza
por volver a su casa
late y los fortalece
y dentro de ellos crece
aquella promesa que hicieron
al partir a ajenos terruños.
Sabían que por ellos la muerte esperaba
y como iban preparados
difícil sería que esta los coja
siempre y cuando a la suerte no escojan
como mala consejera
puesto que en el amor y en la guerra
de nada vale dejar consejo a la suerte
pues se torna traicionera
por ser amiga del dolor y la muerte.
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