Quise creer en la mañana
en vos, en mí, aquella vieja oportunidad
que nos dio la vida y la dejamos pasar
recuerdo la plaza arbolada
el paseo rojo de piedritas entre el verde césped
tu mano, mi mano y el pudor del primer beso.
Te acordarás vos también de eso?
El sol entraba por entre las hojitas de las copas frondosas
y la brisa era suave, fresca y delicada.
Vos me mirabas y yo te sonreía tan grande y lindo
que entre los dos irradiábamos una luz tan intensa
que parecíamos una estrella brillando en lo oscuro.
Casi de pronto, sin porques y desde la nada,
tu mano se volvió intangible y fue invisible mi mirada
detrás quedó la plaza y todos nuestros encuentros
nada era presente, todo era parte del recuerdo
nos consumió tan ferozmente el tiempo
que poco importaba los rayos del sol, la caricia del viento.
Quise creer, pero no eran tiempos de fe, al menos entre vos y yo
porque mi mano se volvió intangible, e invisible tu mirada
fue tan triste aquel día que para nadie hubo sol.
Llovió como loco y torrencialmente por largo rato
como si Dios, Satanás o alguno de todos los Santos
el tanto dolor que sentimos, del alma quisiera limpiarlo.
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