Llegando el amanecer
cuando un séquito de vasos vaciados quedan
rodando por los suelos
y las colillas de los cigarrillos
apestando nicotina
yacen aplastadas y desdeñadas
en tantos ceniceros
el solo hombre echado en la barra
con lamparones borravinos en su camisa
con las uñas amarillas
por el vicio que poco a poco lo consume
llorando su suerte muerta
(que ha encontrado sin buscarla)
se replantea en el trágico estadio
el por qué de sus dolencias.
Puesto que así es el alma en pena
a la felicidad rechaza, y a la tristeza se entrega.
¡Cuan oscuro es el camino del ciego
cuando los ojos por desidia no miran
cuan silencioso el paisaje del sordo
cuando por necedad, en sus oídos no existen sonidos,
cuan triste es el regreso a casa
para el caminante que vuelve olvidado de esperanza!
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