poseemos un jardín íntimo
en el cual se yergue
un árbol hermoso y fuerte
del que colgando anda,
de la raíz, o el tronco,
de un fruto o de alguna rama,
la punta del hilo dorado
que nos enjaula
atándonos al pasado.
Este hilo es tan nuestro
y tan brillante
que cortarlo
para liberase
te llena de miedos
y pregunas.
Aprendí que a todos
las respuestas nos alcanzan
y las emociones nos zozobran
que nuestras almas a veces se quebrantan
y que el espíritu puede sangrar mucho.
Toda herida cicatriza, si uno aprende
a generar la cascarita que protege
a ese nuevo ser que trashuma
entre tu antes y tu ahora,
y dejás que este, como el polluelo,
a tiempo, con amor y paciencia,
rompa el cascarón del huevo,
entonces despertarás
sabio y nuevo.
Existe el dolor, existe la tristeza,
existe la metamorfosis y la reencarnación
de tu esencia en un ser más sano
en la misma vida. Hallarás
que hay siempre una tijera,
simple, sencilla, seguramente de madera,
que sin perder filo corta ese hilo
que te encierra y que te ata;
está a la vista por tí esperando
que juntes coraje para usarla.
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