Ahí
lo tienen en la esquina,
vieran como andaba el pobre
tenía roto el saco en donde
aprendió a guardar las migas
que en la misa del domingo
los feligreses opulentos
le daban con desprecio y sin alegría
como si nada de lo que está
fuera importante en la vida
no lo miren con temor
tampoco con asco,
menos con rencor
en el abrazo oscuro de la noche fría
en la violenta soledad de una sociedad que ausente
margina a esos quienes
perdieron la necesidad de toda esta hipocresía
que disfrazada de mentira
nos hace creer que es realidad.
E igualmente sonríe,
increíble mente,
sonríe.
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