Y se acabó de mi la sal,
el viento, la marea,
me quedé sin tics,
sin tips, sin tacc;
ni el tap de mi andar
se escuchó en tus pisos de madera.
Y me creíste perdido
olvidado, aburrido, destrozado,
imperfecto.
Y entonces me creí muerto,
desprotegido
descuidado
sin suelo.
Y renací,
no al tercer día,
no por morir,
no por creer,
no porque sí.
Renací como renace el silencio
luego de la estruendosa barbarie,
renací como renace el llanto
después del suspiro del anteúltimo aliento,
renací como renacen las sonrisas
de pronto sin cómo y en cualquier momento.
Y me creí montaña
estrella y mar
aguja y viejo
y volé
como vuela sin rumbo la hoja en otoño,
a un allá sin hogar
a un acá sin tiempo.
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