La virgencita ocupó su pupitre,
rompió en llanto, dijo ya basta,
el cura la manoseaba
aunque fuera de yeso
y que nada gozara.
La virgencita sangró en su vagina,
vagina de yeso, vagina prohibida,
y el cura creyó en el milagro
oscuro en su claustro
al padre rezó.
Salió presto el cura
y a los fieles congregó,
y misó, y oró, y tocó,
a cada uno de los niños
les dio en la boca la carne de Cristo,
y mejoró su erección
cuando en la virgencita pensó
cubierta de gloria e inocencia
esperando por él
no sin cierta impaciencia
a todos apresuró
para volver a su claustro
y encerrarse en silencio
ocultándole a Dios
su vil perversión.
¡Qué se te llene la verga de llagas,
protervo demonio que Dios parió!
la virgencita gritó.
Otro milagro el párroco presenció
mas de tanta sorpresa la virgen cayó
y en un mil pedazos al fin se rompió.
Ojalá halles tu paraíso, dulce virgen,
mientras él esté aquí en la tierra
los monaguillos tendrán una infancia de mierda.
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