Acarició el sol el dintel de la ventana
la cortina cerrada
la persiana entre abierta
la blanca pared llena de manchas
y de cuadritos.
Y me reí,
como ríen los niños que olvidan a los monstruos
y a las sombras
a los que se les alumbran los ojos
y que la sorpresa los inunda
poseyéndolos con amor y magia.
Sin darme cuenta
el remedio maldito de las hipodérmicas llenas de esperanzas
dejaron de importarme
y el después y el tal vez
lograron el mismo tenor graso
que un yoghur descremado olvidado en la heladera.
No sé cómo ni porqué
pero de pronto volví a ser feliz.
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