El que creyó ser héroe comprendió que el tiempo
que le quedaba no era de vida
no dudó en cerrar los ojos y darse un momento
antes de abrirse en una sonrisa
y dejar escapar la esperanza
que a los que podían salvarse les haría falta.
Y temblaron las piernas, las paredes, los cimientos,
y fueron sordos los lamentos de los dioses
y fueron mudos los gritos de los amados
y fueron en vano las plegarias de los quienes
habrían vendido su alma al diablo
para que esto no pase, para que esto no pase.
Un nuevo imperio se erige silencioso y atemorizado
muestra su verga al mundo y lo convence de que es gigante
pobres los niños que ante tal espectáculo crecen
muriéndose de soledad, de pena y de hambre
sin que nadie los escuche, ni quién los acompañe.
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