los recuerdos parecen alienarse
y se muestran, juguetones y en fila,
sin tener vergüenza alguna,
abriéndose ampliamente
como para que alguien los penetre
y los tome, y como están
hacerlos propios.
He echado a más de uno
y recurrentes vuelven,
se asoman por el filo de la ventana,
a veces, por debajo de la puerta miran
y los ignoro, a veces, hasta sin darme cuenta
que realmente por allí andan.
He anidado en la parte más brutal de mi cementerio
y he visto mi rostro y mis heridas
hay cosas que jamás cicatrizan
en quienes, de alguna forma, sin saberlo
hemos muerto.
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