tres golpes sorpresa
que sanaron sin querer
las más terribles ansias
pues la noche prometía
aquello que deseó el día
y que en la tarde sumisa se olvidó.
Una sonrisa, y dos, y tres,
tantas como cada golpe
la puerta recibió
fue como la salida del sol
en los días de crudo invierno
una tierna caricia
en el ardiente infierno.
Y hubo luz y también sombras,
y hubo rincones cubiertos de gloria
con todas sus pelusas.
Se oyó una voz que dio luz a la esperanza,
ahí estaba yo, ante la interminable puerta,
temblando de amor e impaciencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario