se había llevado a dos, y como reza el dicho
no hay dos sin tres.
Creí que me tocaba
esperaba el sonar del timbre
los tres golpes a la puerta,
pero no había nada en ningún lado,
no había nada en los rincones
más que sombras y pelusas.
Las sillas vacías no esperaban a nadie
las baldosas carecían de huellas
la ausencia era tan grande
que creí estar muerto en ese aquí y ahora.
A veces la soledad es un juego de dados oscuros
y ni la muerte por error, se anima a la puerta de tu casa.
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