jueves, mayo 03, 2007

Historia de un cadete y una recepcionista -- Poesía de "Historias"

Buenos días señorita, me permite?
Sé que en este momento los papeles que la rodean
los teléfonos que suenan, la pollera que le ajusta,
esos tacos que incomodan, las medias que la asfixian,
y esos pechos apretados y abultados por el push up
no la dejan pensar con claridad.
Entiendo que aquí frente a usted se detienen
mil y un personajes de distintas caluñas y linajes,
que de diez mil formas distintas siempre dicen lo mismo,
sé que están los coqueteros, los sinceros,
los que hablan con usted y por celular al mismo tiempo también.
Que no faltan los lanceros, los mal aprendidos, los mal educados,
los de cuna de oro, de plata, de bronce, de madera
y hasta también los incunables...
Entiendo que también escucha las groserías más insólitas
y a pesar de eso todavía no ha aprendido ninguna nueva
que realmente y desde el fondo de la razón, la sorprenda.
Entiendo que también repite lo mismo todo el día como loro
y hasta que muchas veces usa la misma respuesta
para mil y un preguntas supuestamente distintas.
Entiendo que desde que sale el sol hasta que se pone
siente el tiempo en gotero caer sobre su piel que se seca,
y que no disfruta del agua de la lluvia o de la caricia del sol
de nueve a diez y nueve los días hábiles de la semana.
También sé, por que lo imagino, que debe estar cansada
de los que por poder se aprovechan y siente que en sus coqueteos
más de uno, se pasa de la raya.
Por eso me planto ante usted, con esta cara que usted vé,
no fuerzo mi sonrisa ni trato que de mis ojos
un rayo de lucidez de encantamiento escape
para que de una vez por todas, al fin y un poco se relaje.
Vine a presentarme como el hombre que se ha cansado,
como el hombre que desde hace años sufre su indiferencia
cuando altiva pasa por delante sin siquiera ladear su cabellera.
Soy el hombre que usted siempre ha buscado en el lugar equivocado,
con el que sueña, con el que moja sus sueños más dulces,
dueño de los hombros más acogedores para cuando llore
del pecho más mullido para que se recueste cuando se encuentre
que realmente está fundida.
Seré el padre de nuestros hijos,
el albañil de su deseo, esclavo de sus caprichos,
soy el hombre por el que nació y el por el cual existe un destino.
Tomeme la mano, mireme a los ojos, beseme que la besaré
como nunca antes nadie la ha besado
y permitame, sin tener pavor alguno,
que la saque de esta monotonía que tanto la acongoja
Dejeme ayudarla a terminar con la agonía
y casese conmigo, le prometo amor y devoción,
cuidado, respeto y pasión por siempre
aunque el corazón reviente, mi alma encomiendo
para amarla a usted, eternamente.

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