martes, octubre 16, 2007

Debut y despedida -- Cuento

Haberla visto, su silueta era más hermosa y llamativa que una obra de Klimt, tan dulce en sus cadencias como en sus curvas, su mirada siempre iluminada y la sonrisa apenas dibujando el contorno de su boca. Su figura celestial tenía un ritmo único al bailar, sus piernas largas del piso a la cadera parecían no terminar nunca y se movían de tal manera que el suelo parecía prenderse en llamas cuando ella danzaba. Entre copa y copa todos la veíamos con nuestros maxilares inferiores por el suelo y los ojos desorbitados. Queríamos poseerla, no había hombre o mujer que resistiera los encantos de ella meneándose de aquí para allá. Soñábamos con sorberla, quitarle su magia despacio y a besos profundos y de lengua, lamer el sudor de su cuerpo en frenético frenesí, embeberse en su femeneidad y bañarse en ella mil y un veces hasta secarnos la última gota de pasión. Mi boca tonta y pastosa, tal vez por el skabio que tenía encima, quería decirle algo, sumar un grito al gritertío, alabándola, llenarla de piropos, embelecer sus oídos con las palabras que se merecía tamaña mujer... pero era imposible, apenas salían balbuceos incoherentes que terminaban en un vaso de vino que acallaba cualquier sonido que quisiera salir por mis labios. Eso sí, lo que no salía por la boca daba vueltas dentro de un beodo cerebro que anárquico pasaba todo tipo de imágenes, de distintas épocas mezclándolas unas con otras sin sentido alguno.
Al terminar el show la aplaudieron de pie y miles de miles de rosas eran arrojadas delicadamente hacia el escenario donde dulce y sensual dejaba poco a la imaginación. Vaya a saber uno por que cosa ella se fijó en mi, no podía ni ponerme en pie de la cantidad de vino que corría por mis venas, yo ni siquiera podía moverme de la silla, ni aplaudir, ni silbar, ni chiflar, ni mirar si quiera podía, estaba acabado; tan acabado que la gente se retiró del lugar y yo aún seguía en la silla balbuceando vaya Dios a saber que. Sentí una mano cálida sobre el hombro, y unos labios jugosos que me besaban en la frente y me ayudaban.
Entre la realidad y la confusión, siempre elijo la confusión ya que es donde más estoy habituado a vivir. Sus alas me envolvieron en un arrullo delicado y me transportaron hasta un hermoso lecho que olía a rosas y jazmines, sus largos cabellos olían a bosque y sus palabras eran notas musicales que al salir de su boca componía hermosas canciones que hacían vibrar mi hombría etílicamente adormecida, sentí sus labios sobre los míos casi anestesiados y de la nada mi corazón salió de la melatonía y comenzó a galopar como un fiero bronco. Cada cosa volvía a su lugar, el oxígeno volvía a mi vida y mis ojos se abrían despertando al sentir el placer casi único en cada uno de mis teminsles nerviosas. La ví subirse en mí, como si yo fuera un potro manso y ella una eximia amazona, la sentí rodearme con sus piernas y entregarse a mi entera y por completo. No pude contener el tremendo suspiro placenteroso que subía caliente de mis zonas bajas hasta mi boca... se dedicó a amarme sin importarle nada, ni viejas creencias, ni estúpidos tapujos sociales. Nada. Se entregó toda, caliente y corcoveando brava, hirviendo, con sus pechos erectos como frutas maduras y jugosas, con esas piernas eternas y su contoneo sensual ahora bailando sobre mí. Acercó su mirada a la mía y pasando su lengua por mi rostro, me llevó al final de la travesía llenando mi boca de ruidoso placer, dándole a mi cuerpo toda la paz del universo. Me quedé dormido, soñando con esa ninfa única e increíble, acariciando sus abundantes pechos y sus peligrosas curvas.Su delicada piel seguía oliendo salvaje y delicada por las primeras horas de la mañana, nos besamos con tanta pasión que sentía algo caliente en mi estómago y no podía definir bien que era, se montó encima mío y se excusó por no continuar pero que las ganas de ir al baño a hacer del uno, le urgían. Decidí ser pícaro y seguirla para divertirnos juntos en cualquier otra parte de la casa que no sea la cama, semejante amazona amaría el amor en cualquier lado. Al llegar al baño levantó la tapa de la poceta al tiempo que cerraba la puerta detrás de ella que de pie satisfacía sus necesidades fisiológicas. Sentí arcadas al principio, la verdad es que no podía creer estar con un él y que me gustara tanto, aunque en verdad no parecía un él ni loco. Volví a la cama corriendo sin saber que hacer, que decir, como reaccionar. Trataba de acomodar mis ideas lo más rápidamente posible pero ella/él llegó, caminando sensual y elegante como una gacela. Se subió encima mío y no lo pude resistir, seguimos hasta el fin apasionados, enredados uno con otro de mil y un maneras distintas, gozándonos, compartiéndonos. Seguimos juntos por años y hasta estuvimos viviendo en el mismo lugar durmiendo juntos y creciendo nuestra relación como una pareja fuerte y segura, apasionados al principio amándonos al fin. Murió de un resfrío o una pulmonía o de una hepatitis o de alguna de esas mierdas que te morís cuando te agarrás el virus HIV.
Yo ando ahí, contagiado y cada vez más demacrado, tal vez en la recta final de una vida que fue normal hasta que la conocí a ella, o a él, y me hizo entender que hay algo más importante que cualquier cosa en el mundo: el amor.
Desde que murió, no deseo más que reencontrarme con ella o con él aunque a decir verdad... ya no me importa nada lo que su cuerpo ofrecía, era ni ella ni él, simplemente Era, y por Era entendí y aprendí que no hay que darle importancia ni al color, ni al sexo, ni a la religión, ni a todas esas cosas que por lo general separan y dividen. Desde Era que apuesto más al espíritu del serhumano, a su calidad como persona, a su calidez y candidez a la hora de entregarse a la vida y a los demás. La extraño en verdad, igual esta vieja cárcel de carne entiende lo que sucede con mi alma y se sigue deteriorando de a poco, silenciosa, dándole la oportunidad a mi ser, para que escape y llegue a juntarse nuevamente con quien fue, el ser más importante en toda mi breve historia.

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