Mierda, odio que llueva, odio que esas lágrimas caigan redondas y frías desde andá a saber donde, odio los cristales empañados y toda esta sensación de melancolía que la lluvia trae. Que joder, a esta edad salir y mojarme con la lluvia no tiene sentido, antes, en mis años mozos, podía pasear durante horas dejándome acariciar por la lluvía que me abrazaba sin mojarme siquiera, y si me resfríaba qué importaba! La vida era otra cosa en aquella época, la vida era un sin fin de cosas que aún no sucedían, todo era hacer, estar y ser, luchar contra el silencio de la hipocresía, contra las malas influencias, estar en el campo de batalla era el hecho, nada más importaba. Pero el tiempo, maldito tiempo, el tiempo es cruel y pase lo que pase, no deja de pasar... ni permiso pide el muy caradura y te arrebata el presente sin pensarlo y te deja con el pasado a cuestas para que vos decidas que hacer con tanta mierda. Que cansancio todo esto, y pensar que llegué, hice de todo, pero sin embargo me quedaron demasiadas cosas por hacer... Cuánta vida pasaron por estas costillas, Dios, cuantás vidas quedaron en estas manos que ahora viejas y manchadas no parecen si quiera un mal bosquejo de lo que fueron, fuertes, robustas, lisas y trabajadas, sufridas en las selvas latinoamericanas donde las balas silbaban entre la vegetación y un momento de desatención podía costar algo más que simplemente una vida... estos pies que surcaron la cordillera de un lado a otro, a veces llevando alimentos y medicamentos, otra mercancía prohibida, esquivando gendarmería, gendarmes, y paisanos brutos y preguntones. Esas eran épocas de valientes, estúpidos, pero valientes. Acaso la estupidez no es el grado que le sigue a la valentía? Maldita lluvia, maldita calor, maldito pasado que venís a atormentarme en este día de mierda.