Mira esos espíritus,
oscuros, agitados,
como se mueven silenciosos,
sin permiso,
blandiendo sus siluetas descaradamente
esgrimiendo cuando quieren
fantasmagóricos sonidos en las sombras,
valiéndose en la imposibilidad
de ser vistos, reconocidos,
con su fría estampa,
su intangible presencia,
que se te vienen encima
y no respiran, y no caminan
pero están cerca
tan cerca que los sientes,
que la piel se pone como de gallina
y sientes frío,
y sientes miedo,
por saber que no estás solo
que hay mucho más de lo que ven tus ojos
y no hay explicación posible,
o tal vez lo sea la locura,
que causa la misma pavura
que esas figuras oscuras, penitentes,
vagando por las sombrías tinieblas
con sus ruidos de ultratumba
arrastrando por aquí cerca
las tristezas de haber muerto
sin alcanzar nunca
ni el infierno,
ni el paraíso.
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