A veces el tiempo golpea la puerta
y uno sin saber por qué la abre de par en par
y deja pasar al pasado que llega
con las manos llenas de historias viejas
y los ojos se te empañan
o la sonrisa se dibuja
y de pronto hay miles de mariposas o de brujas
que aterran y alegran tanto tu presente
que uno se olvida los zapatos que lleva puestos
y al mirarse los pies se los ve desnudos
gorditos como empanadas y llenos de mugre
por andar corriendo en patas todo el día por ahí.
A veces el tiempo entra
porque sin querer dejamos la puerta de casa entreabierta
y si no se adentra tanto,
uno recuerda entre calmas y tormentas
esas cosas que hicieron vibrar
de una u otra forma el alma
y te acordás tal vez de algo tan simple
como un abejorro en una margarita
y sonreís tan grande y lindo
que lo único que existe es el mañana
o te acordás de un amigo,
que por una u otra cosa
no se ven hace rato
y sentís esa melacolía tierna
que te abraza el corazón y lo acaricia
con cálida tristeza.
Hay veces que uno sale de la casa
abre la puerta intespestivamente
y va en búsqueda del pasado que cuando no viene
por todos los rincones se mete y aparenta ser una sombra
brindándose de a poco como una amante insegura
y nos dice lo que quiere, cuando quiere y cómo quiere
sin importarle un rábano nuestro presente.
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