Basta, me voy, decía Luca
y se iba a tomar ginebra
o a pasear en subte
o a hablar con cualquiera
que se cruzara por la calle
y no sea careta o policía
que tuviera aguante
y pudiera hablarle a la cara
y mirarlo a los ojos
y no llenarlo de elogios vacíos
de agudo fanatismo
que a nada llevan.
El se sentaba en la vereda
a veces sobrio, a veces ebrio,
lo conocía hasta el loro
y el que no lo conocía si se le acercaba
lo quería, o lo odiaba,
nunca medias tintas.
Era un buen tipo,
buen amigo, y compañero
pero con un temperamento de mierda
por eso o lo querías o lo odiabas.
Tenía mucha vida encima
muchas experiencias,
y una personalidad así
siempre es intrigante de conocer
aunque termines a las piñas.
Su adicción lo trajo al sur del mundo
que desde Europa en aquella época
y con los gobiernos que acá gobernaban
el sur no era más que el infierno,
y acá, gracias a la falta de su vera adicción
se incrustó en el alcohol para suplir la cruel abstinencia
que día a día lo acercó un poco más
a su propio paraíso.
Para muchos fue un semidios, para otros un rey,
para otros un vil alcohólico falopero
que murió en las de su ley.
Sin él el rock en la Argentina no sería lo que es,
hombre de gran carisma y mucha arte
con la música corriendo por sus venas
sudando por su piel, bailando en sus ojos
cantando en sus palabras,
Prodan fue el padre del rock en la Argentina
y su muerte fue como debe ser la muerte
de cualquier estrella del rock,
que como tal se precie.
Por eso Luca no está muerto,
por eso Luca no morirá nunca,
mientras haya rock en la Argentina
será la estrella que nos guíe en la penumbra,
que aún viva entre las sombras,
desde el alto cielo de la música,
brillará y resonará por siempre
con sus melodías, magias y musas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario