Fue un volcán de pasiones,
de arrebatos, de emociones,
de profunda compañía
y espantosos abandonos,
fueron gritos, portazos,
porcelanas sobre baldosas,
repreguntas sobre respuestas,
clavos en la madera,
tornillos en el alma.
Nunca hubo una disculpa
un tal vez yo, un perdón,
los tsunamis rompían lo que hubiera
y la corriente de retorno se llevaba todo
al fondo de ese abismo
del que no se vuelve más.
Y había en las miradas un adiós
y en las bocas un beso deseado
en los dedos, urgentes caricias
escapaban de prisa ya que sabían,
a ciencia cierta que todo era agonía.
Desarraigados y rebeldes
designados a un tremendo y último orgasmo
nos evanescimos en un destino predestinado
a no ser posible, ni existir.
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