A partir de hoy y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
Prologo
Chiquita:
Quién hubiese llegado a pensar que todo esto me llevaría a darme cuenta de un montón de cosas. Pensar que estamos todos en un mismo lugar y no sabemos cómo compartirlo porque queremos dominarlo. La vida avanza y nosotros evolucionamos de una forma particular, no avanzamos. Ni en línea recta, ni en círculo, ni en espiral, vamos hacia allá tras nuestras narices que aún siguen olfateando. Qué nos queda... tan sólo esa esperanza que nos hace creer que las cosas pueden llegar a ser distintas aunque la muerte llegue. Puedo sentir lo triste que sos y que estás, puedo desde ya sentir la tristeza de esta soledad que nos rodea. Estoy así de triste, así de solo estoy; acá en el bosque mirando la naturaleza me di cuenta de un montón de cosas que no sé a donde nos pueden llevar, más que al inexorable fin. Todo, mientras uno crece va mutando, pero en esencia siempre será lo mismo. Sin darnos cuenta, de la noche al día uno ya es más grande, y los problemas que ahora aquejan son esos mismos problemas de antaño que por y con nosotros crecieron hasta ser estos gigantes que de la mano nos llevan y nos traen. No creo siquiera que leas esta carta y casi casi estoy seguro que no lo vas a hacer, pero... ojalá lo hagas y comprendas y perdones. Ni siquiera sé si voy a estar vivo cuando la tengas en tus manos, la muerte es parada obligatoria para todos, pero mejor si llega cuando uno por lo que cree pelea, aprendí que todo está en manos de cada uno y cada quien debe hacer lo que sea para que las cosas no revienten ni desaparezcan entre sus dedos, al menos por ahora. Pienso en todos y todo, sé cuánto y dónde nos equivocamos y entiendo entonces que de otra forma, las cosas... no podían salir. Me gustaría que mi muerte, seguramente próxima, sirva de algo. Llorá cuanto quieras, maldecí cuanto quieras, a fuerza de vivir tu vida lo ganaste, sé que sin mí anque muerta seguirás en pelea, y te aplaudo... con el tiempo aprendí a respetarte, a escucharte. Me enseñaste. Sé que somos fuertes y en algún momento, estoy seguro, a fuerza tozuda de luchar nuestra lucha, cambiaremos, pero también sé que cómo a todos, la muerte por doquier espera. Te amo mucho y me despido para siempre. Sabé que pase lo que pase y aún cuando todo reviente y caiga, a vos, a esa niña, a esa otra bestia que tanto me cuidó, a ese idealista, a ese guerrero, a esa otra de la cual no quiero ni escribirte, a ese pelado panzón, a ese gran mujer... los llevo en el alma y en el corazón, los llevo sonriente y orgulloso de que hayamos compartido todo lo que compartimos. Sé que todo esto no es culpa de nuestra forma de hacer, si no más bien la culpa de esto nuestra es. La naturaleza nos hizo ser, simplemente seres, que olfateamos desconfiados, con ojos ciegos que si no ven no creemos y somos todos tan necios que aunque veamos no queremos. Igualmente, me quedo tranquilo sabiendo que la vida se vive hasta la muerte y más allá de eso... Todos los que vemos y además creemos que se puede mirar no solamente con los ojos, que el amor existe y que las ideas también mueren pero que igualmente morir por ellas vale la pena... En algún lugar, nos encontraremos.
I
Cuánto silencio había antes de subir la persiana de la habitación. Por la ventana un rayo de atardecer se colaba coqueto y lleno de colores haciendo arco iris en las lágrimas que le rodaban por el rostro dejando esa huella imperceptible que dejan ciertos adioses. -En qué pensás?- Marisa le preguntó a Fernando que aún seguía con su mirada perdida detrás de la imagen que permitía el transparente cristal. -Demasiadas cosas al mismo tiempo, casi en nada. -Creo que es lo mejor. -Lo mejor?... -Lo mejor... -Lo mejor para qué, para quién? -Yo que sé Fer- prendió un cigarrillo y con dos dedos terminados en lindas uñas caminó por la espalda de Fernando hasta asomarle la mano por el hombro. Dos sonrisas se dibujaron en dos labios que nunca habían sido tan ajenos como ahora, la mano de Fernando tomó por los dedos la mano de Marisa, la acercó hasta su boca y la besó silencioso y lejano. -Hará frío? -Está empezando a hacerlo...- Marisa le acarició con el pulgar los labios recién despiertos -Puta que sos jodida... -Eso dicen- sonrieron más grande y con destellos, sus bocas olvidaron la razón y el motivo para aunarse en un beso jugoso que sabía dulce como el primero, mas agrio también era su sabor por el adiós que se acercaba entre lágrimas y recuerdos que azotaban en silencio. Un cuerpo empezó a frotarse con el otro y los besos seguían su menester, Fernando la tomó por debajo de los brazos y se la subió a la cintura mientras se seguían besando agridulcemente; lo abrazó con sus dos piernas y lo apretó contra ella, aún más dentro de ella que con su lengua quería quitarle del cuerpo cada herida que el recuerdo abría. Cayeron sobre la cama destendida, distendida, ella abajo él arriba, se besaban con harta pasión y la luna apenas asomaba mientras un par de estrellas que por allí paseaban fugaces, los espiaban por la ventana abierta y en voz bajita comentaban. La vecina del cuarto piso ya había comenzado a brindarle flor de zurra a su techo para que el piso de arriba suene y así les rompiese las pelotas y terminaren de una vez con ese ruido que para la vieja vecina, eran cosas del pasado. Gemidos y alaridos se desparramaban como si la gravedad estuviera de vacaciones y claro que de hecho para Fernando y Marisa así era, entre besos y esas otras cosas, que hacen del juego del amor tal vez el más peligroso de todos los juegos, sentíanse cautivos en un limbo de sensaciones, en el mismo cúmulo del limbo. En sus ojos apretados por la pasión, sólo abismos y futuros sonreían en imágenes poco comprensivas; una tormenta parecía acercarse, pero las gotas no caían en los cristales, sino más bien, en las mejillas del que por lástima augura y conoce el futuro, lo cual, le quita la razón y la gracia a vivir. El ocaso para ambos había llegado. Ella con una sábana a la romana bajó hasta la puerta de calle para besarlo por última vez, corrió por las escaleras haciéndole carrera al ascensor, al llegar, tan sólo el perfume de Fernando quedaba en el hall de entrada del edificio. Una lágrima y otra más, escaparon de su ojo izquierdo fertilizando su mejilla reseca por tanto ajetreo. Posó su espalda sobre el frío vidrio de la puerta de entrada al edificio. Cubrió su rostro con sus dos hermosas manos dejando caer la sábana y sin importarle más nada, suave como una hoja que cae se recostó en el suelo, abrazó sus piernas contra el corazón y rompió a llorar como una niña. Sabía que Nunca amaría a nadie cómo lo amó a Fernando Llorente.