jueves, marzo 15, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 2da entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela


II

-Esperanza por el amor de Dios! qué te está pasando hoy, mirá!- un largo dedo senil rozó levemente la balaustrada de la escalera- Mirá!- el mismo dedo se apeó a la punta de la nariz de Esperanza que miraba bizca.
-Qué señora?
-Es ese marido tuyo no?, ni de la mugre te das cuenta!
-Señora de qué me está hablando y por qué me está metiendo el dedo en la nariz?- dijo Esperanza casi sublevada.
-Y encima me contestás... me contestás después de todo lo que hice por vos y por tu madre!- el índice quedó en alto como señalando al cielo para que éste sea testigo de esta injusticia.
-No señora...- Esperanza levantó apenas una mano como para detener lo que ya estaba dicho y hecho...
-Nada... está bien...- ya era tarde, una lágrima falsa caía por la comisura interna de un ojo derecho color verde esmeralda, con vetas frías, con vetas muertas; el pecho de Esperanza se había hecho un nudo de dolor y sentía cierto cargo de culpa por no comprender a Malicia Llorente, su jefa. La puerta de entrada se cerró y unos pasos apesadumbrados resonaron sin razonar por cada uno de los escalones de la escalera que subía o bajaba, todo depende, una sombra hizo correntada por el costado de Malicia que ignoraba y de Esperanza, que con los ojos llenos, veía al niño Fernando pasar por su lado sin siquiera levantar la vista, sin siquiera asirse de la lustrosa balaustrada; Malicia resopló.
-Pero no me estás prestando atención Esperanza...
-... pero señora el niño ...
-Qué con el niño!- gritó furiosa.
-Las pelotas con el niño y ya no le rompas más las bolas a esta pobre mujer que podría ser tu hija, vení Esperanza, necesito de vos un minuto...- Fernando acogió por el hombro a Esperanza con su brazo derecho y con un suave movimiento de mano la hizo girar apenas, y con leve presión, la obligó a acompañarlo escaleras arriba salvándola, llevándola. Malicia resopló nuevamente plena en cordura extraviada y bajó los escalones pisando fuerte con los tacones de sus finos zapatos de cuero de restriote sabina, llegó a la sala de estar y se sirvió un coñac maldiciendo en susurros.
Un piso más arriba una puerta se cerró y los susurros de abajo se transformaron en un silencio sonriente típico de la hijoputez del que logra algo malo o del que algo malogra, es lo mismo.
-Qué carita tenés, le das demasiada bola.
-Señor Fernando deje de hablarme así que me avergüenza.
-De qué hablás?
-No estoy acostumbrada a que me tutee...
-Por favor Esperanza te conozco desde que naciste, de hecho sos casi mi hermana, por lo menos yo te quiero tanto como a Lucero.
-Qué cosas dice niño- dijo Esperanza mientras por pudor enrojecía.
-Dale, dale, no jodamos, nos queremos como hermanos, crecimos juntos, yo te enseñé a leer, a escribir, a caminar, lástima que todavía no aprendas qué cosas se aprehenden y qué cosas se aprenden.
-Ya sé todo eso que usted me dice y también sé que usted para mí es como un hermano mayor... pero entienda que me cuesta tutearlo...
-Es verdad... ya de chiquita me decías niño Fernando.- él se acostó en la cama y Esperanza quedó de pie un paso más allá del vano de la puerta cerrada- te acordás la vez que casi quemamos el silo de la estancia?- unas risas infantiles comenzaron a trepar por las paredes del recuerdo, cuatro manos ciegas trataban de atrapar al vuelo cuantos sueños hubiere desparramados por cada uno de los rincones de la amplia habitación de Fernando.
-Cómo se puso mi madre, recuerda...
-Y la mía. Loca! Creo que si no hubieses estado conmigo te mataba...
-Nunca me quiso mucho... debe ser por algo que hice, no?
-No es así Esperanza, fijate que es así con casi todos... sinceramente creo que no quiere a nadie.- Fernando quedó viendo el cielo raso de su cuarto alumbrado apenas por la luz que escapaba silenciosa por el culote del bombillo.
-No diga pavadas niño Fernando...- Esperanza dejó escapar un poco de ella misma en sus palabras que acariciaron las contraídas mejillas de Fernando que se había jurado no volver a llorar, ni menos que menos dejarse caer. Volteó apenas y de abajo del colchón de su cama sacó una botella de tequila.
-Qué va a hacer niño?
-Nada... le voy a dar un par de besos al tequila, querés un poco?
-Niño Fernando por la luz del que nos alumbra. Qué está haciendo? Usted está loco? Ya lo había notado mal yo cuando usted subía la escalera con pasos pesados
-Quién te dijo que estaba mal?
-Niño Fernando... usted lo dijo hace un momento, nos conocemos desde niños, no me hace falta que alguien me diga algo para que yo me dé cuenta que usted no está bien, parecía una sombra...
-Así me siento Esperanza- bebió inconscientemente un sorbo de la botella. Esperanza se la arrebató con un imperativo movimiento de mano.
-Le dije que no... usted cree que las cosas van a mejorar, empeorar o tan sólo cambiar porque se ponga a beber del pico de esa botella que hace quién sabe cuánto tiene usted ahí escondida como si fuese un criminal o peor aún, como si usted supiere que lo que hace está mal y lo hace igual sólo que a escondidas?- Fernando la miró como se mira cuando de la nada cae un rayo dividiendo un cielo límpido, profundo y oscuro.
-Pero... qué estás diciendo, por favor, te volviste loca?
-Ahora resulta que la loca soy yo? Dese cuenta que esto lo llevará a estar borracho y la pasará cómo al alcohol y a su cabeza le dé la gana, pero mañana cuando despierte, no sólo tendrá que sufrir la resaca sino que también de eso que lo esté molestando ahora.
-Volveré a tomar tequila entonces- brindó con el aire.
-Niño Fernando me lastima, usted no es así...
-Y vos no entendiste, dije mi hermana, no mi madre!
-A su madre no le importaría verlo pisado por un camión.- Esperanza tapó a medias su boca tratando de atrapar ese sentir que ella y él sabían y conocían. Fernando escupió el tequila que resguardaba en su boca y la miró sorprendido, enajenado, confundido, Esperanza terminó de tapar su boca con las dos manos y salió corriendo de la habitación aguantando una lágrima que exigía libertad, Fernando estiró el brazo, quiso detenerla pero ya era tarde... se sentó en la cama apoyando sus dos pies sobre el piso, se tomó la cabeza con ambas manos, refregó un par de pasados con un par de presentes y un destino incierto rondaba hediendo malos aromas. Tomó la botella recostándose con la totalidad de su cuerpo; el pico de la botella le brindó a boca abierta todo lo que a él le interesaba saber, conocer y poseer de ella.
Bajo pasos torpes, rápidos y confusos, pasaban de dos en dos los peldaños de la escalera empinada, con las manos atentas inconscientemente a la posible caída.
-Qué es todo este barullo?- preguntó Malicia de pie y con una copa nueva de coñac, casi como loca se puso Esperanza que pasó por el lado izquierdo de su jefa sin siquiera donarle un nimio de su desatendida atención, Malicia se la quedó viendo como si la criada Esperanza fuere un ánima desanimada, Esperanza logró llegar a la cocina y por la puerta de servicio prestarse a fugaz huída de vuelta a su ranchito donde Elbéstides, su marido, la esperaba sin esperarla bebiendo cerveza a granel, al punto mismo de perder la cabeza e importarle un bledo el hecho mismo de perderla.

III

-En la historia de la República ha de ser usted el único loco de todos los enajenados que hemos tenido como políticos, que tuvieron, o bien quisieron tener, la dirección técnica de la República bajo su tutela, piensa usted en serio eso que su partido Anarquista puede llegar a arreglar los males sociales de la República?-
-No, no lo pienso ni en chiste.- aseguró Gésus Acrata Kalón.
-Entonces...- sorprendió el periodista sin saber qué más decir frente a tal respuesta
-Entonces qué?
-...entonces?... no sé!
-Qué es lo que no sabe?
-Por qué se postula, cómo, no, más bien, para qué, tampoco...- el periodista estaba realmente confundido.
-Mire, es muy fácil... en la República vivimos todos y hemos pasado siglos dejando todo en manos de nosotros, los políticos... hemos tratado, desde nuestro primer héroe nacional hasta ahora, de resolver sólo uno, con un gabinete inventado, los problemas de más de tres personas y cómo verá la cosa está cada vez más enquilombada, si me permite el uso de esta soez palabra, adecuada para la frase pero inadecuada para el contexto... Dese cuenta que a duras penas y mal que mal, a cada uno de los nosotros, nos cuesta un Perú y la mitad del otro resolver nuestro propio problema, ni le cuento nuestro problema con un segundo y si se trata de un tercero, tan peor que ni le cuento porque beber en exceso... hace daño.
-No le entiendo...
-Lo de beber en exceso es un advertencia sutil, pero veo que usted de sutilezas poco comprende, si es que no las utiliza para tergiversar las ideas. Lo que quiero decir es que el partido anarquista no va a solucionar nada, pero tampoco lo va a solucionar Elea Hibris con su partido Diestra Siniestra (DS), ni la Ultra Izquierda Más Allá del Muro (UIMAM), ninguno de nosotros le va a resolver el catzo a la vela, a ver si así nos entendemos...
-Entonces qué?... qué nos queda?, huir al extranjero, vender la República...?!?!
-Pero no sea troglodita y use esa cabeza para pensar por favor.
-Estamos perdidos, eso es lo qué usted está diciendo, que estamos perdidos, estamos perdidos!- gritos de pánico escapaban de la boca del periodista que se tomaba la cabeza y lloraba desesperado, como lloran solamente los que no creen en un mañana. Gésus posó una mano sobre el hombro del periodista que se revolcaba en la silla preso de un pánico difícil de creer, lo miró fijo a los ojos con esa mirada celeste, segura y fuerte, el periodista dejó de revolcarse por un segundo y quedó absorbido en la mirada de Gésus que punzaba directamente a sus nervios y literariamente, los sacaba a las patadas de la enferma mente periodística que siempre tiende a exagerar las cosas haciendo de los hechos noticias.
-No, no estoy diciendo eso- la voz de Gésus parecía un arroyo puro y brillante en medio de un bosque encantado, recorriéndolo, alimentándolo- lo que digo, es que nadie va a salvar a la República más que sus propios ciudadanos. Por eso yo, porque a nadie le importa en la República el suelo que pisa, todos quieren un gobierno para echarle la culpa a otro que no sean ellos mismos, si gano las elecciones, todo será una anarquía y cada cuál será dueño de sus propias acciones, por lo tanto se tendrá que hacer cargo de los resultados que resulten de esta ecuación simple que es la vida y si quiere más explicaciones, no sea histérica...- Gésus se puso de pie y se retiró de la pantalla cuadrada, la imagen se cerró y quedó sólo un luminoso puntito en el centro del televisor.
El blam de la puerta se escuchó estruendoso haciendo temblar todo el rancho prefabricado, Elbéstides tiró el control remoto del televisor y parapetado tras el respaldo de su silla blandía su arma amenazando a la nada. Llantos féminos provenían de la habitación adjunta a la sala, Elbéstides se puso de pie y cautelosamente se acercó hasta el filo de la puerta de la habitación, entró como arrojado por el demonio y vio a su Esperanza caída en la cama llorando a moco tendido, llorando.
-Imbécil- le dijo- qué querés matarme... Y de un susto!- Esperanza seguía inmersa en su llanto. Elbéstides la tomó por la nuca y le ofrendó un par de meñicazos de ida y de vuelta, cosa que si no respondía por un lado, tal vez y con suerte lo haría por el otro.-Por qué llorás mierda! Qué carajo te pasa ahora?
-Me pegaste zonzo...- dijo entre mocos Esperanza.
-Y gracias a dios que no te cagué a tiros, tengo a media policía encima y vos te metés así en la casa, qué querés que te mate o matarme- la mirada de Elbéstides se volvió peligrosa como una daga de hielo, Esperanza sintió el frío, pero pese al mismo, dejó de temblar y llorar, no fuera cosa que...
-Perdoname gordito, enserio, perdoname, pero el niño Fernando...
-Qué? ése a vos te quiere pasar por la catrera, que te hizo, decime que te hizo que voy para allá y le rompo toda la ca...
-No, no me hizo nada, me angustió, nada más- se pasó el brazo por la nariz limpiándose de mocos y lágrimas que jodían- estaba triste, muy triste, creo que quería llorar, tendrías que haberlo visto... sacó una botella de tequila de abajo del colchón y se puso a tomar como loco para emborracharse y olvidarse de todo.
-Al fin ese marica reacciona como un hombre carajo!
-Sos un bruto!- le gritó ella.
-Sí si, cómo quieras, dame plata!
-No tengo.
-Cómo que no tenés, no me jodas mocosa eh? hoy era día de paga, dame la plata carajo o...
-No cobré, te juro que no cobré sino te lo daría.
-Mirá Esperanza, no me hagas perder la cabeza sino cobraste allá, vas a cobrar acá, así que desembolsá.
-No, no me pegues, no cobré porque me fui corriendo, nada más, Malicia me gritaba y me hablaba sobre vos cosas horribles...
-Vieja chota!
-...y yo quería llorar y llegó el niño tan triste que parecía una sombra, me salvó de la señora y de su filosa lengua, y después él me dijo que me quería como a una hermana...
-Si claro, como a una hermana...
-...sí, como a una hermana o te olvidás que nos criamos y crecimos juntos, eh? te olvidás vos de eso acaso, te olvidás quién fue el padrino de nuestra boda.
-El.
-Claro que fue él, quién más...
-Sí, pero qué nos regalo para nuestro casamiento eh, qué nos regaló?
-Plata, mucha plata, para que nos fuéramos de este barrio y de este rancho y vos te lo gastaste todo en alcohol, drogas y putas!- Esperanza rompió a llorar desconsolada, tenía el corazón hecho un nudo que no desataría ni el más añudo de los llantos, sentía su joven cuerpo de quince años desgarrarse por dentro como nunca antes lo había sentido, claro que Elbéstides era la primera vez que veía así a su pobre niña de ojos negros y risueños, con cabello largo, fino y suave como la seda, con su piel joven resquebrajada por los golpes y esa sensualidad que sólo Esperanza sabe tener en su aroma. Elbéstides cerró el puño con fuerza, bramó un: "...la puta digo..." y se fue a caminar por los en derredores dejando sola a su mujer que aún lloraba a moco tendido sobre la cama, apretando fuerte la almohada contra su pecho.
Cerró la puerta de un portazo, metió las manos en sus bolsillos, juntó los sus hombros al mentón y caminó exhalando vapor de agua causado por el frío de hostias que hacía allí afuera. Caminó por los lugares de siempre hasta llegar a su pequeño riacho contaminado que no reflejaba el cielo de las noches, ni el cielo de los días. Se sentó al margen, una botella de agua lavandina pasó flotando como sólo pasan las oportunidades... con un poco de esfuerzo al alcance de todas las manos. Tomó una piedrita en su mano y la hizo recorrer toda su enorme palma, la apresó al fin coartando todo tipo de movimiento con el índice y el pulgar, la puso entre sus ojos y la miró fijo durante un rato, frunció el entrecejo y allí la depositó, la piedrita quedó atrapada y sin salida; Elbéstides sonrió. Dos luces detrás de él se prendieron acompañadas por un par de bocinazos en mismo tono; amenazante. Elbéstides abrió los ojos sorprendido y la piedrita cruzó el riacho que pasaba, sacó su arma de la cintura y se revolcó por el piso dando un par de vueltas, apuntó hacia las luces y notó que provenían de un auto extremadamente caro, nuevo y lujoso. La bocina volvió a bocinar, todo parecía tranquilo. Extremadamente tranquilo. Las luces encandilantes no le dejaban ver el interior del coche, no podía imaginar cuánta gente podría estar allí dentro esperando, trató de aguzar la mirada y poder diferenciar entre las sombras al peligro. Parapetado en el piso tan sólo apuntaba con su arma hacia el auto.
-Elbéstides... Elea quiere verte- una voz separó a lo des de conocido y todo quedó tan tranquilo como entonces; se puso de pie y se acercó al auto.
-Qué quiere?
-Hablar con vos, nuevo trabajo- Elbéstides giró su cabeza para un lado y para el otro, pensando un poco en él, otro poco en Esperanza.
-No sé si es bueno el momento.
-Qué decís!
-Tengo cosas que hacer.
-Vos sabrás qué es más importante...
-Tengo cosas que hacer te dije.
-Qué, tenés miedo?
-No me fastidies...
-Bla, bla, bla.- la grosera mano de Elbéstides se metió por la ventanilla abierta y sacó al hombre por la solapa de adentro del carro, lo levantó a más de medio metro del suelo y lo tiró brutalmente contra el techo del auto abollándolo, tanto al auto como al hombre. -Me dijo que te lleve y te voy a llevar sea como sea...
-Vení que te pateo el paladar- Elbéstides lo tomó por los pelos con la mano izquierda y con todas las otras extremidades que le quedaban libres, le proporcionaba tal zurra que difícil le sería olvidar. Ya lo poco humano que quedaba de apariencia en esa persona clamaba clemencia ante los certeros y desquiciados golpes de Elbéstides que lo denigraban hasta el punto de sentirse como pocas veces un serhumano... de pies a cabeza.
Dejó de golpearlo y lo tiró al medio del riacho contaminado donde quedó flotando boca abajo unos metros más atrás de aquella botella de lavandina que algún día saldría de la porquería y al fin llegaría al furioso y ancho mar, lleno de paces y peces. Pateó la llanta delantera del auto varias veces hasta que ésta cedió y al fin reventó a fuerza de golpes y puteadas.
-Es de no creer!- se dijo y rehizo su camino cotidiano de vuelta hacia su casa, pensando en todo, hasta en silencios pensaba en Gésus y sus palabras en la televisión. Claro que no había entendido mucho de lo que era una anarquía y ni siquiera sabía si había entendido algo de lo que aquel hombre decía, pero en sí, de algo estaba seguro y era de que ese hombre tenía en otro algo la razón: cada cual debía hacerse cargo de los resultados que resultasen.
Por esos incomprensibles azares levantó su mirada y una estrella fugaz alumbró apenas el cielo durante una mínima fracción de segundo, pensó en Esperanza y sonrió ancho, bruto y lindo, una suerte de cosquilleo le rondaba el pecho y una mera culpa le recorría la espina, que joder! se detuvo a admirar la luna que sonreía plata embarazada, clavó sus perdidos ojos en aquella luna encontrada por casualidad que no veía hace tantos tiempos. La luna pareció acariciarlo con su tenue luz llena de paz y de sombras, como toda luz de luna sabe tener; las caricias relajaron cada uno de sus tensos músculos, cayó al piso de culo y quedó sentado, con las piernas cruzadas... su espalda también abandonó su erecta posición vertical, para quedar flácida y reposada en un suelo lleno de suave césped que acobija y brinda el descanso más dulce. Resopló, resopló con fuerza y con ganas, giró su cabeza hacia un costado y a su lado vio una piedrita pequeña y blanca que brillaba gracias a la mirada lunar que parecía prestarle atención sólo a esa piedrita. Abrió sus ojos grandes, grandes (no la piedra, no la luna, sino más bien Elbéstides) y con el índice y el pulgar la tomó por debajo y la desvistió rozándola apenas, con las yemas de sus dedos peinó las grietas despeinadas por el tiempo y otra sonrisa con sabor a Esperanza nació en sus labios. Una manito dulce se posó sobre su hombro dándole aún más paz a su alma que temblaba de emoción frente a esa piedrita, una mano Esperanza que le acompañaba en el momento exacto en que la bestia vestía su otra cara.
-Reventé todo no? soy una bestia- dijo él sin mirarla siquiera.
-No mi amor, te juro que no- le contestó Esperanza abrazándolo por la espalda como si fuera un gigante y cálido oso de peluche.
-Sí, soy una bestia, creo que acabo de matar a otro tipo.
-Te hizo mal?
-Sí- contestó compungido como un niño.
-Entonces no lo vuelvas a hacer- Esperanza le giró la cabeza cambiándole así el punto de vista hasta hacer que su mirada encuentre la de ella; lo besó, la besó; cómplice amor brotaba de sus bocas y de sus miradas que apenas se veían entre y dentro de cada beso.
-Te quiero mucho chiquita, sabías eso.
-Te juro que sí.- un silencio trajo la cabeza de la brisa y la cola de la misma se lo llevó con un suspiro.
-Qué hacías acá?
-Me caí.
-Te lastimaste?
-Por dios que no, miré el cielo pasó una estrella, vi la luna y entonces me acordé de vos y de lo bestia que soy a veces.- Esperanza lo apretó fuerte contra su pecho y le besó la frente con dulce pasión- también encontré esta piedrita, y entonces me dí cuenta de todo lo que sos vos para mí... mirala, mirá lo chiquita que es, lo pura, lo lastimada que está por el tiempo, como brilla en tanta oscuridad. Mirala qué sola está, desprotegida... sola, y aún así, pese a todo, sigue brillando en la oscuridad, como si fuese la estrella esa que alguna vez guío a esos reyes, o a los marinos, o a cada uno que buscó para encontrar, sentí que esta piedrita eras vos...- estiró su enorme brazo hacia la pequeña Esperanza que parecía brillar entre sus dedos-... tomala, me pone triste que esté sola y desprotegida y creo que vos la vas a cuidar tanto como me cuidás a mí.- Esperanza sacó de la mano de Elbéstides aquella piedrita y la besó con sus labios suaves y tiernos, la acarició con sus mejilla y la puso de nuevo en la mano de él.
-Sólo vos vas a poder cuidar tanto a esta piedrita que se parece tanto a mí, sólo vos...