sábado, marzo 24, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 11ava entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

XIX

El día asomó en la República. El sol saludaba desde atrás de los edificios tiñendo todo de amanecientes colores, las sombras tomaban su matutina posición la cual cambiarían con el transcurso del día. Algunos autos merodeaban tranquilos por las calles, las avenidas, las rutas. Algunos de los habitantes ya se habían despertado, desperezado y comenzado con su rutina de ejercicios, los otros, la mayoría, aún seguían tendidos por todos lados, por cada rincón, presos aún entre los brazos de Baco y Morfeo. Silente República.
-Qué día es hoy?- susurró Fernando aún dormido. Elbéstides lo miró desde sus ojos hasta por sobre su estómago donde Fernando se despertaba como gato sobre tibio almohadón.
-Qué hicimos?- se le escapó a la bestia. Fernando abrió los ojos grandes y sorprendidos al verse sobre la bestia, saltó con un salto que terminó en el piso un par de metros más allá.
-Nada... creo. Nada... estamos vestidos no?- dijo Fernando dando vueltas en círculos tomándose la cabeza.
-Además yo no soy de esos.
-Qué estás insinuando?- Fernando se señaló el pecho.
-No me hagas enojar, me duele la cabeza.
-Y a mí!- un silencio se cruzó entre las dos miradas que se miraron.
-Aspirinas o algo así.
-Yo no compré.
-Debe haber- Elbéstides llegó al baño tomándose de las paredes-... Queda sólo un frasco.
-Yo con dos me conformo.
-No sé si a mí me alcance.- Con dos vasos de agua bajaron las aspirinas.
-Qué limpio que está todo no?- Elbéstides vio a Fernando y a la casa, pensó.
-Cómo estará mi chiquita?- se rascó la cabeza la bestia, recordándola.
-Bien... cómo va a estar? Voy para afuera. Venís?
-Voy a ver a mi chiquita.- Fernando salió por la puerta principal y Elbéstides se adentró en la puerta de la habitación. Fernando respiró profundo la brisa matutina, le llamó la atención encontrar gente durmiendo en la calle. Botellas de vino a montones se encontraban al lado de unos residuos de basura frente a la casa prefabricada. Más botellas vacías decoraban las callejas aledañas, algunas aún seguían sostenidas por las manos de los hombres que dormían. Escuchó un grito.
-Lucero? - se preguntó y echó a correr hacia la habitación.
Con un beso coronó la frente suave que parecía tener un sabor distinto.
-Anselmo?.- preguntó despertándose. La bestia no reconoció esa voz, no parecía la de su chiquilla, por más carrasposa que su garganta se encontrase esa mañana, esa no parecía la voz de su chiquilla. Torció la cabeza para un lado y para el otro. Entre las sombras se acercó para ver a su niña de cerca. Lucero abrió los ojos y apenas pudo ver una parte del rostro de Elbéstides que de cerca la miraba.
-Ah! - gritó en un susto. Esperanza a su lado saltó medio metro y cayó con las cobijas aún puestas y sentada; zarandeando la cabeza de acá para allá con cara de haber perdido la cordura.
-Qué pasó, qué pasó?- preguntaba sin pensar. Elbéstides tomó a Lucero de los pelos de un susto y ésta desde el aire, le llenaba a Elbéstides la cara de dedos. Elbéstides ni se mosqueaba. Fernando entró en la habitación, la vio a Esperanza sentada en la cama revoleando la cabeza de un lado para el otro repitiendo asustada como cacatúa ..." qué pasó, qué pasó "... la vio a Lucero disgregando todo tipo de golpes, colgando de los pelos atrapados por la mano coercitiva de Elbéstides que la sostenía como trofeo de pesca.
-Lucero... - se sorprendió Fernando pese a haberla escuchado- ... Qué hacés acá?- dijo casi gritando.
-Elbéstides!- exclamó Esperanza. Lucero quedó quieta y colgada yendo de allí para allá como péndulo que trabaja. Elbéstides bajó la cabeza pero no la mano.
-Me apoyás en el piso grandote...- le pidió Lucero guiñándole un ojo. Elbéstides accedió.
-No entiendo nada- dijo Fernando. Esperanza salió de la cama se vio aún con el mismo piyamita de jogging gris y echó a los hombres de la habitación para bañarse, ponerse ropa limpia y preparar el desayuno, mientras Fernando y Lucero intercambiaban historias como figuritas. Elbéstides mientras tanto también se dio una ducha. Al fin los cuatro se sentaron juntos a desayunar. Esperanza estaba contenta, ella quería mucho a todos los que allí con ella se encontraban desayunando. Fernando comentó la cantidad de borrachos que había en la calle cuando empezaron a hablar sobre su borrachera. Esperanza y Lucero les contaron animosas la fiesta que se había creado después que Talmarital habló en televisión. Después hablaron también de Esperanza.
-Qué dijo el doctor entonces?
-Sabías que el doctor se llama Cipriano?
-Claro dónde te pensás que vivo?
-Cipriano no dijo nada.
-Por qué nunca lo llamaste Cipriano entonces?
-Cómo nada, no pudo no haber dicho nada.
-Te parece un nombre para andar diciendo todo el tiempo?
-Y qué va a hacer?
-... Cipriano ésto, Cipriano aquello...
Dos golpes en la puerta de entrada hicieron que todas las miradas todas se miren entre sí confundidas,. Elbéstides con un ademán dio a entender que él abriría la puerta.

XX

El auto color crema dobló en la esquina y estacionó donde siempre a la misma hora. La mujer se sorprendió al encontrar el bar cerrado. Gésus aún dormía con Victoria sobre la mesa de pool. Colifa y Anselmo en la cocina hacían el desayuno.
-Parece domingo viste?
-Sí- dijo Anselmo preocupado mirando hacia algún lugar perdido.
-Qué pasa?
-Lo de ayer.
-Qué con lo de ayer?
-Ayer fue un día raro.
-Ni que lo digas.- Colifa se acercó a la puerta trasera del local, la abrió y se molestó.- Podés creer? Todavía no llegó ni un sólo pedido.
-Qué querés? deben estar todos durmiendo- rió Anselmo.
-No es la forma- dijo Gésus, entrando en la cocina. Tres buen día rápidos y sin importancia se cruzaron.
-Y Victoria?
-Cuál?
-Meando está..
-Ah!
-Por?
-Viste afuera? estamos a mitad de semana y toda la gente está borracha tirada en las calles y por dios espero que no haya muerto nadie.
-Por qué va a haber muertos? Fue un día de fiesta!
-Sí, pero nadie está trabajando y por lo poco que conocemos a las gentes no me extrañaría que se hayan cagado a piñas en cualquier esquina.
-Vos no querías una anarquía?
-Anarquía? ésto es un circo!
-Esto no es una anarquía, ésto es el día después de una fiesta. Resaca, sueño, nadie trabaja.- Victoria entró sonriendo.
-Qué desastre... la calle está muerta.
-A mí no me llegó ni un pedido.
-Qué barbaridad!- Anselmo bebió su café con leche y miró la hora.
-Me tengo que ir...- dijo entonces.
-Bueno...- exclamó Victoria sin darle importancia.
-Esperá- contuvo Gésus mientras bebía un sorbo de su café.
-Qué pasa?
-Estoy preocupado.
-Será cuestión que dejes eso y empieces a ocuparte de lo que te esté molestando.- contestó rápido Anselmo. Victoria quiso protestar pero Anselmo tal vez tenía razón. Colifa los miró. Gésus sonrío.
-Gracias.- exclamó
-Bueno... chau!- Anselmo se retiró por la puerta del fondo. Los tres terminaron su desayuno en silencio. Pasó un rato silencioso hasta que llegó José y todos se saludaron, Colifa dejó a mando en la cocina al encargado de la mañana, mientras Gésus, Victoria y él iban a limpiar y abrir el bar.
Anselmo vio como José llegaba con la cabeza hundida entre los hombros y las manos en los bolsillos. Lo saludó con la mano y caminó hacia la esquina donde el auto color crema espiando esperaba.
-Tengo hambre!- protestó la rubia mujer.
-En un rato seguro que abren, no te preocupes- le dijo el hombre con barba de un día. La puerta trasera derecha se abrió y Anselmo tomó asiento cómodamente.
-Ey qué hace!- dijo la mujer sorprendida.
-Me sorprende la falta de comunicación que hay entre ustedes dos y sus compañeros...- el hombre miró a Anselmo y amenazante llevó la mano hacia su axila. Anselmo sacó un cigarro, se dio un par de palmadas por sobre el saco y mirándolo fijamente meneó la cabeza. -Vamos de paseo.- prosiguió.- pero por las dudas, antes de arrancar, denme sus armas.- El hombre sacó una de la sobaquera y ella una de la cartera. -Vamos.- el auto se puso en marcha.
-A dónde vamos?- preguntó el conductor.
-Salgamos de la ciudad, por lo general hay por aquí mucho ruido y uno no puede hablar en paz- les contestó mientras sacaba el papelito que Gustavo le había dado y lo leía- para el norte- ordenó entonces. Prendió su cigarro, bajó la ventanilla mientras que con la otra mano sostenía el arma apuntando hacia adelante posada sobre su pierna derecha.
-Cómo es eso de estar vigilando a alguien y no comunicarse con sus compañeros?
-Hace dos semanas que no pasa nada, todavía no entiendo que estamos vigilando.
-Huele a mentira por este barrio- dijo Anselmo casi irónico.- Ustedes están muy mal entrenados.
-Sí, claro...- respondió la mujer mientras miraba por la ventana.
-Ayer por la noche le saqué los ojos a un compañero suyo, y el otro, el otro por Dios! Qué mal que dispara!- dijo sonriendo un suspiro- Qué están haciendo acá?
-Nada- dijo ella. Anselmo resopló y no dudó en volarle la cabeza. El conductor nervioso comenzó a gritar y manejar en zigzag, Anselmo le acercó el cañón del arma a la sien, le dijo no no con dos sonidos emitidos por sus labios.
-Usted está completamente loco!- exclamó el hombre.
-Sí, es así no más- aseguró Anselmo.- Tiene una aspirina?
-No- dijo el otro molesto.
-Tal vez en la cartera de ella- pensó en voz alta Anselmo mientras que con la mano desocupada se acercaba la cartera de la dama,- acá tiene- dijo. Sacó un par, las metió en su boca y las tragó con saliva. Acto seguido se deshizo de la cartera arrojándola por la ventana. Pitó de nuevo su cigarro.
-Volví - dijo- Qué hacían vigilando? doble acá y métase en esa fábrica de botellas de plástico.- El auto giró a la derecha, pasó un puente que cruzaba un riacho contaminado y se adentró en la fábrica.- Estacione cerca del río por favor, allí estará bien.- Allí el auto detuvo su marcha.- Baje.- le dijo. El hombre abrió la puerta y bajo malhumorado, puso un pie y después el otro en tierra firme y con sus dos manos golpeó el techo del auto.
-Bien...- hizo una pausa- para quién o quiénes trabaja?
-A veces para Dios, otras para el Diablo- le dijo el otro sonriendo maliciosamente. Anselmo comprendió que no tenía mucho tiempo.
-Ya entendí, ahora diga para quién trabaja...- amenazó.
-Usted es que se tendría que preguntar para quién trabaja
-Yo trabajo para mí.
-Entonces por qué nos sigue y elimina como perros?
-Me divierte.
-No le va a divertir tanto cuando se entere que lo están usando como pieza de un rompecabezas sin sentido.- Anselmo lo miró fijo y el hombre prendió un cigarrillo y dejó que el sol le acaricie el rostro. -No se da cuenta que todo está muy raro? No le llama la atención todo lo que está pasando en la República?- Anselmo lo miró fijo.
-Qué sabe?
-A usted qué le importa.- Anselmo acertó un disparo en el cigarrillo del hombre.
-Qué sabe?- volvió a preguntar. Sacó otro cigarrillo de su bolsillo y lo prendió.
-Todo ésto que está pasando es un juego que su jefe está jugando.- Anselmo se lo quedó viendo.- estamos investigando porque no sabemos en qué puede terminar todo ésto.
-Explíquese.
-Permiso- exclamó el hombre metiendo medio cuerpo por la puerta aún abierta, salió con un sobre papel madera en la mano-... mire...- lo tiró sobre el techo del auto. Anselmo estiró su cuerpo y tomó el sobre con ambas manos. Lo abrió y allí dentro encontró unas fotos de un hombre hablando con Gustavo en la sala de su casa, y en aquella mesa, donde Anselmo suele apoyar los pies, un maletín con muchos billetes de cien retozaba tranquilo.- Reconoce a ese hombre?- preguntó el otro.
-A uno claramente, el otro me suena conocido.
-Llévese las fotos, yo tengo los negativos. Este es mi número de teléfono; llámeme después de preguntarle a su amigo, el candidato, si lo reconoce.- la memoria de Anselmo reconoció entonces al periodista. Sonrío pensando en que la cosa sí olía mal y que tenía razón.
-Voy a averiguar que es lo que está pasando. Aléjese del auto.- el hombre accedió. Anselmo tomó el volante, cerró una puerta y abrió la otra, empujó a la mujer hacia fuera. Cerró la puerta y echó a andar el motor. Se fue dejando solo a aquel hombre que sacaba un teléfono celular del bolsillo mientras veía el rubio cadáver.
-El pichón voló. Sí, le dí las fotos. No... tiró el bolso por la ventana y le pegó un tiro en la cabeza a Ana. Sí. A uno de los dos le sacó los ojos dijo, no sé si creerl...- hizo una pausa y puteó en voz baja.- era cierto entonces nomás. Sí. Lo sé. Igual ya está enterado como usted quería. No va a haber problema por eso.- dijo mirando a su alrededor. Cortó la comunicación, tomó a la mujer por las axilas, la llevó hacia el río y la tiró allí. Se persignó previo a meterse las manos en los bolsillos e irse en silencio, pensando...
Anselmo abrió de nuevo el papelito que celosamente guardaba en su bolsillo. "... Aquí debe ser "... pensó al ver sobre la vereda izquierda una casa prefabricada con un montón de botellas de vino a un costado de las bolsas de la basura. Estacionó el auto recordando la conversa con aquel hombre allí cerca del río en aquella fábrica. Tan sólo por las dudas puso al percutor del arma atento a cualquier situación. Nunca había confiado plenamente en Gustavo, ésto le resultaba extraño. Se puso la pistola debajo del cinturón asegurándola; con paso firme se acercó hasta la puerta y la golpeó dos veces con el nudillo del dedo índice y retrocedió un par de pasos poniéndose así a una distancia prudencial. La puerta se abrió lentamente.