sábado, marzo 31, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 18ava entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-


Caos Organizado -- Novela

XXXIII
La puerta se abrió delante de él y Marisa lo miró sorprendida.
-Qué raro vos por acá?
-Salió Fernando casi me ve, gritó Gustavo un par de veces, me hice el boludo pero yo sabía que me estaba llamando a mí.- Marisa palideció.
-Por ahora no sabe nada, cómo vas a venir para acá!
-Vos me dijiste que ya no se veían.
-Y así era, pero hoy se apareció y para mí fue toda una sorpresa.
-Desagradable.
-Nunca Fernando es una sorpresa desagradable!
-Lo defendés? lo dejaste echado, vos si que no tenés idea que hacer de tu vida mujer!- El se sacaba el sobretodo y lo dejaba por sobre una silla.
-Y... cómo va todo?
-Por ahora las cosas siguen el rumbo que ya estaba marcado. Nada cambia ni ha cambiado todavía.
-Qué es eso que le estuviste enseñando a Fernando a manejar armas?
-Con las cosas que se vienen va a ser mejor que lo sepa hacer... no sabe nada y esta jungla se va a poner demasiado salvaje, reconozcamos que es medio boludo.
-Pensá lo que quieras pero él a vos te saca mil vueltas.
-Qué querés decir?
-Nombrame sólo uno de los tuyos en el cual puedas confiar.
-Marisa!
-No. Primero que yo no soy una de las tuyas y segundo de mí, es de la que más cuidado tenés que tener.- Un sopapo sorpresivo y de la nada le hizo girar la cara. -Ves lo que te digo!- volvió el rostro para mirarlo iriosa.- Fernando no necesita el uso de la fuerza para que le rindan pleitesía, la gente con él lo hace por gusto.
-Si, claro... él no podría resistir ni un minuto sin las cosas que aquí lo apañan, vos estabas en casa el otro día cuando llegó Lucero...
-Y qué con eso?
-Es demasiado mimado...
-Te aseguro que Fernando podría dejarte de culo al norte y vos ni siquiera darte cuenta.
-Lo importante sería si él se da cuenta que me puede dejar así...
-Seguramente él lo sepa!
-Espero que no sea así como vos decís.- sonó amenazante.
-No serías capaz de matarlo, no podés ser tan hijo de puta!
-Por qué no?- Marisa se puso de pie nerviosa.
-Te volvió el amor por ese boludito bueno para nada!
-Siempre lo amé!- Marisa comenzó a llorar sintiendo miedo.
-Barata!- le gritó pegándole otro sopapo fuerte que la volteó dejándola en el suelo.- Si tanto lo amás por qué mierda te revolcás conmigo y a él no le decís ni rajá!?!? Prostiputa!- El daba vueltas en círculo enojado, enajenado furioso- Barata!- odiaba que lo comparen con Fernando Llorente, ya desde niños los comparaban y siempre el otro salía ganando, él no podía ser el mejor, siempre Fernando estaba por delante; o era el mejor alumno o el más idiota, pero fuera como fuera Fernando era el más, entonces a él tan sólo le quedaban las migajas que a Fernando no le entraban o le sobraban. Marisa se puso de pie entera.
-Salí de acá!- lo tomó por el brazo y la cintura y lo empujó hasta afuera, llevándoselo. El se dejaba arrastrar y tan sólo la miraba, la miraba con fuego rabia en su mirada, la miraba sintiendo odio y admiración por esa mujer. El a ella le daba todo lo que ella soñó o soñase, ella a él sólo le daba una buena cama, la cual para él valía más que su vida misma. Lo tenía atado de las orejas, por no ser soez nomás, y lo llevaba por todos lados como los bueyes arrastran los carros lecheros, lo paseaba por todos lados tan solo abriendo sus piernas o exhalando su erógeno y suave aliento, o acariciándolo suave con sus lindas manos que nunca hablaron con él de amor, no señor. Llegó a la puerta del ascensor y apretó el botón, el ruido del ascensor subiendo se hizo escuchar en todo el edificio; a todo esto, Marisa había cerrado la puerta de calle y puteaba golpeando las paredes que se le cruzaban en el camino. Gustavo la escuchaba desde afuera esperando el ascensor, volvió para tocarle el timbre. Marisa abrió la puerta empapada en lágrimas.
-Qué vas a hacer?- le dijo él a ella con tono de mierda.
-Mientras no le hagas nada a Fernando lo que quieras, pero si a Fernando le llega a pasar algo te hago mierda Gu...- Gustavo le posó el índice en la boca sellándole los labios con un obligado silencio, la tomó con la mano desocupada de la cintura, y la obligó a retroceder empujándola suave demostrando poder. Marisa comenzó a excitarse.
-Te dije mil veces que no me llames por mi nombre, menos en tu casa- agredió al oído de ella diciendo ésto provocativamente, insinuando miedo a cada palabra que decía. Marisa comenzó a respirar más rápidamente, un calor interno le subía desde el monte de venus hasta la cima de sus hermosas tetas que se erectaban en sus pezones debido al calor hormonal que él le producía tan sólo con su dedo índice que parecía bajar del Olimpo hasta a aquel monte en llamas. Marisa exhaló un suspiro que para que te cuento, él le mordió la oreja y le tomó los cabellos con fuerza, Marisa apenas gimoteó un poco por el dolor que le provocaba la tirada de cabello, se arrodilló frente a él.
-Cerrá la puerta al menos.
-No, vas a hacer lo que yo tengo ganas que hagas, y quiero que lo hagas como yo quiero.- Un cierre relámpago se hizo escuchar como si estuviese por llegar la tormenta, Marisa ya estaba a punto, con tan sólo que él la rozase ella gemía plena de placer, extasiada. Sin querer ella apretó un poco más de lo debido sus mandíbulas, él la sacó hacia atrás tirándole del pelo y le proporcionó un sopapo que la dejó en el piso llorando, se abalanzó sobre ella brutalmente.
-Ahora vas a ver- le dijo.
-No quiero, salí- gritaba Marisa desesperada. El le volvió a pegar y ella ya estaba casi indefensa, lloraba al sentir que él ya estaba dentro de su casa, aprovechándose, tomándose libertades que nadie le había concedido. Lo sentía entrar y salir brutalmente, sentía el estómago revuelto y ansias de matarlo pero a la vez una rara excitación la hacía gozar de tal violación. Ese hombre despertaba en Marisa un montón de sensaciones confusas y extrañas así como ella en él. Ambos podían hacer del otro lo que quisiesen, sodomizar o ser sodomizados... hete aquí la cuestión. Acabó con su menester de violación para pasar a ser violado por la salvaje Marisa que ya encima de él no lo dejaba moverse. Ella disfrutaba su ocasión y lo tomó por el cuello, él comenzó a asfixiarse y luchaba desesperado debajo de ella que corcoveaba salvaje como caballo que nunca fue montado, ni domado, ni nada. Sentía el oxígeno que se iba lentamente, que iba como desapareciendo de a poco, las cosas se le ponían oscuras pero el placer era absoluto, ella lo miraba con los ojos bravos fuera de sus órbitas, gimiendo placenterosa mientras apretaba más sus dedos con sonrisa psicópata, lo sentía adentro de ella entrando y saliendo de su vida como pancho por su casa, gimiendo azul gimiendo, con los brazos sin fuerza debido seguramente a la asfixia que le provocaba el ser ahorcado por esas hermosas manos. Marisa gemía a los gritos descarriada al verle los ojos que se le iban hacia atrás hasta quedar casi en blanco, se incorporó sobre él mostrando sus dos tetas erectas terminadas en perfectos pezones que parados parecían medir dos centímetros, apretaba los muslos fuertes uno contra otro mientras se deslizaba de arriba hacia abajo frotándose con toda su pelvis sobre el cuerpo de él que cada vez estaba más débil. De la boca de Marisa empezó a caer una suerte de espuma blanca acompañada por un sórdido gemido que reventó los cristales. Sus labios tiritaban y sus ojos apenas podían ver, le soltó el cuello para poderse tomar con las manos las sus nalgas y apretárselas fuertemente mientras se seguía fregando. Empezó a respirar despacio y entre la confusión que sus ojos borrosos divisaban, sentía que el alma le volvía renovada y joven, Marisa seguía gimiendo corcoveándole arriba, acariciándose donde el instinto mande, desesperada, nunca había estado más excitada en toda su vida, el sexo con ese hombre la destruía, le cambiaba los planes, todos y cada uno de ellos, con Fernando hacía el amor, con Fernando todo era distinto, todo era más dulce, hasta tal vez más naïf, vaya a saber uno cómo explicar esa sensación; en cambio con Gustavo.... con Gustavo todo era descarriado salvaje, el sexo era desenfrenado maldito, se pegaban a puño cerrado o a mano abierta el uno al otro, a veces resultaba excitante, pura y exclusivamente, excitante... otras en cambio, la violencia era tal que desagradaba el tan solo imaginar un nimio lo que allí sucediera. Y no era que una era sado y el otro masoca, ni viceversa tampoco, sino que más bien entre los dos se desencadenaba una violencia química que ninguno podía contener ni controlar. Ese fue uno de los tantos motivos por los cuales Marisa había dejado a Fernando, los moretones que ella tenía por todo el cuerpo cada vez se le hacían más difíciles de explicar, y Fernando se preocupaba demasiado. Gimió un Fernando gemido. De un cachetazo se la sacó de encima y se puso de pie violentamente, la tomó por los cabellos la tiró de boca contra el sillón y abruptamente la atacó por detrás. Marisa lloró de dolor y placer hasta que al fin ambos concluyeron cayendo al piso empapados en sudor y agotados al máximo. Ella sacó un cigarrillo y lo prendió mientras Gustavo apoyaba sus muslos desnudos contra el suelo frío, extendiendo las piernas hacia adelante y los brazos los abría hacia los costados posándolos sobre el filo del sillón, Marisa aspiró una gran bocanada de humo y se recostó sobre las piernas de Gustavo que descansaba plácido.
-Casi me matás esta vez.- Marisa sonrió.
-Te dije que lo podía hacer.- Dulcemente Marisa le besó la pierna. Gustavo le posó una mano sobre la cabeza y se la acariciaba despacio y suave.- Qué vas a hacer al final con tu hermanito?- Gustavo hizo un silencio mirando por la ventana, ya era de noche.
-Es una decisión de él más que nada, no tiene idea de cuál es el juego que se está jugando pero igualmente lo quiere jugar. El va a tener que elegir de que lado está, de hecho ya lo debe estar haciendo.- Marisa quedó callada y pensativa, pensando en Fernando como no podía ser de otra forma.
-Vos pensás que Lucero le dirá a Fernando que nos vio en tu casa?
-No... Lucero no es de esas, sé que es mi conciencia, ella tiene más huevos que un gallinero y es capaz de cualquier cosa, pero en esos temas no se mete.
-Los vas a matar.
-Yo? no sería capaz de hacerlo.- Marisa le acarició toda la pierna desde la punta del pie hasta la cintura, pitó de nuevo su cigarrillo.
-Y si no decide estar de tu lado?
-Es un Llorente, qué otro lado le queda.
-Los extremos! Ustedes los Llorente, como vos los llamás, son todos unos extremistas, no conocen el medio.
-El medio para los mediocres!- dijo Gustavo poniéndose de pie.- Si yo alguna vez me hubiese quedado en el medio hoy no estaría en donde estoy.
-Vos sos una víbora y lo sabés.
-Es muy posible, pero tengo amigos que me...
-Vos no tenés amigos, la gente que está a tu lado, está con vos nada más que por el poder que vos ejercés.- Gustavo volvió de la cocina.
-Nunca tenés nada para tomar en la heladera sólo agua, sólo agua, no hay ni un puto jugo, ni una vil gaseosa.
-Tenía gaseosas pero las tomé con Fernando.
-Me está empezando a romper las bolas mi hermanito ya.
-Qué? Acaso lo pone celoso al señor que le hablen tanto del hermanito?- Gustavo se demostraba intranquilo, Marisa se sentaba en el sillón y se acomodaba la ropa. Gustavo se sentó a su lado silencioso y la miró. -Qué vas a hacer si Fernando se te enfrenta?
-Lo que hago e hice con los que se me enfrentaron,- Marisa tragó saliva pensando en Fernando y en que ojalá, él encontrase una forma de salir de todo ésto.
-Si no lo hacés por vos ni por él, aunque sea hacelo por mí, que no le pase nada.- Gustavo la tomó por la nuca y la obligó a apoyar la cabeza en su falda.
-No sé si eso te lo puedo cumplir chiquilla, eso de mí, ya no depende.

XXXIV

La capital de la República se había vuelto un caos, la gente en las calles parecía estar loca, en cada vereda había por lo menos un auto volcado prendiéndose fuego. Asperjados por toda la República, focos de violencia concupiscente, las alarmas de los locales sonaban en las calles repletas de cristales de vidrieras rotas, algunos de éstos, los que tenían rejas para salvaguardar su mercancía, eran incendiados por los saqueadores que no podían entrar. La gente que había salido a festejar era asaltada en las calles por grupos minoritarios que siempre causan problemas. Parecían estar en la jungla, todo aparato que se moviese quedaba volcado y en llamas, toda persona que caminase por las calles tenía que recurrir a la violencia para salvar su vida o simplemente para protegerse. Las casas tampoco eran lugar seguro, de todos lados salía gente con palos a perseguir perseguidores y perseguidos, buscando víctimas y victimarios, apaleándose en las calles presos entre los brazos confusos de Baco y Marte que dominaban la situación.
-Mierda! en diez minutos quedó todo culo para arriba. Gésus?
-Está durmiendo como un lirón-
-Con este quilombo?
-Ahá!- asintió Victoria silenciosa.- Lo despertamos?
-Se va a poner loco!-
-Ni que lo digas... ey! dónde vas?
-A casa, Fernando y Lucero están solos y me da miedo que les pueda llegar a pasar algo.- Después de una explosión quedaron a oscuras. Gésus se levantó a las puteadas y a los gritos venía por el pasillo largo desde su cuarto, caminando a los tumbos estrellándose contra las paredes.
-Qué mierda pasó?- se escuchó la voz salir de la oscura silueta.
-Fue cuestión de segundos, la gente estaba en la calle gritando de lo más feliz y contenta. y así, como de la nada, empezaron a haber piñas por todos lados. Los skinheads contra grupos religiosos, el green peace contra los que usasen pieles, los negros contra los blancos y los amarillos y éstos a su vez contra los blancos...
-Entendí el punto, gracias, y la luz?
-Vos te despertaste con la explosión que tal vez causó el corte.
-Qué pasaba con la televisión?
-El canal en vivo que estábamos viendo empezó a transmitir desde estudios centrales, ya que los agarraron a los periodistas y los llenaron de golpes de todo tipo y especie.
-Opinión pública?
-La gente a las puteadas.- Gésus se acercó a Anselmo y corrió la cortina asomándose, viendo hacia afuera el caos que allí cundía, no podía creer lo que sus ojos veían, no había un rincón donde encontrar un silencio, una paz, mucho fuego en las calles y mucha gente desangrándose sola, teniendo y dejando escapar solitaria su último hálito de vida que se iba sin estar en paz.
-Dios qué he hecho?- golpeó apenas la cabeza contra el cristal de la ventana.
-No es tu culpa que la gente haga esto!
-Hay que ver que podemos hacer- dijo Victoria que aparecía con una vela encendida, una jarra con agua fría, varios vasos y aspirinas para todos.
-No podemos hacer nada, hay que esperar que se aplaque el quilombo. Victoria llamá a los canales, decí que digan y obliguen a que nadie salga de sus casas, que cierren bien puertas y ventanas y que si creen en Dios que comiencen a rezar. Quién nos falta acá?- Victoria ya estaba sobre el teléfono.
-Faltan Colifa y Elbéstides...
-Dónde fueron?
-Prendieron fuego el bar, Colifa hablaba con Héctor por teléfono, le estaba diciendo que cierre y que todos se vayan a casa temprano, en eso, entró un grupo de gente y comenzó a incendiar el lugar.
-Mierda!- bramó Gésus golpeando una mesa con el puño cerrado, por el odio que causa la impotencia del nada poder hacer.
-Faltan también Lucero y Fernando...
-Vamos a buscarlos y volvemos...
-No me parece buena idea... vamos todos a buscar a Colifa y a Elbéstides, después nos vamos para mi casa, pero rápido.
-Tenés armas vos todavía en tu casa?
-Más de las que te imaginás.- Gésus pensó una milésima de segundo, la vio a Victoria pegada al teléfono llamando desesperada.
-Cómo va eso?
-Las líneas están saturadas, no puedo comunicarme con ninguna estación!
-Anselmo! Llevala a tu casa, cuidala, yo voy a empezar a trabajar hoy.
-Pero- Gésus se abalanzó sobre Anselmo tomándolo de las solapas.
-No hay tiempo para peros, llevala a tu casa y en un rato nos vemos.
-La línea está muerta, cortaron el teléfono- dijo Victoria llorando.
-Vamos!- Gésus abrió la puerta de su casa y todo el edificio se encontraba a oscuras, bajaron las escaleras a las corridas, llegaron a la planta baja, Victoria abrió la puerta principal del edificio, tres hombres trataron de entrar, forcejearon con Gésus, éste proporcionó un par de golpes fuertes y certeros, Anselmo dejó fuera de combate, tirados en la calle a dos de éstos, el tercero huyó corriendo.- Nos vemos más tarde- besó rápidamente a Victoria en los labios y le echó una última mirada a Anselmo que lo miraba preocupado.-Va a estar todo bien confía en mí- le dijo sonriendo posándole la palma abierta de su mano en el cachete- Vamos dale!- salieron corriendo, Gésus hacia el bar, Anselmo la llevaba a las arrastradas a Victoria que mientras corría lloraba llena de miedo. Anselmo llegó hasta un auto, lo abrió con un alambre, se subió, juntó los cables que le dan el encendido al motor y éste hecho a andar; un hombre con un palo saltó sobre el capot del auto y empezó a golpear el parabrisas con una violencia inusitada. Victoria gritaba aterrorizada. Anselmo sacó su pistola y disparó un par de veces hacia el hombre que cayó hecho un mar de sangre sobre el capot. El auto salió a gran velocidad dejando una estela de caucho, andando en zigzag.
-Dónde vas?
-A llevar a Gésus al bar por lo menos...- Gésus corría por las calles como alma que lleva el demonio, un cable invisible a la altura de los tobillos lo hizo caer violentamente un par de metros más adelante, se golpeó la cabeza contra el gris asfalto y de su frente un hilo de sangre comenzó a caer, de la nada unas risas bobas se acercaban y de las sombras más sombras que amenazantes surgían. Un hombre de sobretodo le pateaba a Gésus las costillas mientras éste estaba en el piso.
-Sigan ustedes éste a mí ya me aburrió.- Gésus se puso de pie y le incrustó un cross en la cara que dejó al hombre en el piso, Gésus estaba como loco gritando furioso cosas irrepetibles, blandiendo sus puños que parecían más pesados que de costumbre. Cayó al piso tomándose los riñones por un dolor agudo causado por furtivo palo que por la espalda lo había atacado en manos de una sombra. Desde el piso vio al hombre que él mismo de un golpe había tumbado, se le hacía conocido, creía haberlo visto en algún otro lugar pero más amigablemente. Entre dos sombras se encargaron de levantar al hombre tendido y hacerlo desaparecer, mientras que otro par pateaba a Gésus que trataba de levantarse, vio desde el piso un auto doblar la esquina coleando, las patadas cesaron y los hombres salieron corriendo, Gésus se puso de pie, Anselmo salió del auto disparando y Victoria se fue corriendo hasta Gésus que ya se había puesto de pie.
-Qué mierda está haciendo ella acá!?!?!?- le preguntó a Anselmo, mientras Victoria lo abrazaba y lo besaba, la empujó con la fuerza justa hasta el auto, y la hizo entrar mientras la besaba ensangrentado. Anselmo volvía con su pistola humeando recuperando el aliento al caminar.
-Cómo estás?- Gésus lo golpeó con el puño cerrado, Anselmo sintió el golpe pero tan sólo le hizo mover la cara de lugar.
-Te dije que te la lleves, la puta madre! igual gracias, si no venías me mataban.- Anselmo golpeó el capot del auto.
-Este no es tu auto, dónde está el tuyo?
-Lo tiene Colifa, en serio estás bien?
-Sí, sí, vamos al bar.- Se subieron en el auto, Victoria aún lloraba nerviosa en el asiento trasero, Gésus se pasó hacia atrás para mimarla y así lograr tranquilizarla un poco, Anselmo conducía rápidamente entre gentes y callejas descontroladas y violentas.

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