A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
IV
-Qué temperamento de mierda.
-Era un idiota por favor!
-... en qué pensabas cuando te paraste y te fuiste?
-Venir acá, tomarme una cerveza y hablar con vos un rato.- un silencio se auto coronó rey en la barra del bar de Colifa, geronte gordo pelado, y con demasiados dientes pese a su preferencia por la cocaína.
-Por lo menos demostraste tener personalidad y no mentiste.
-Y por qué tendría que mentir?- preguntó Gésus apurando un sorbo de cerveza.
-Parte de tu trabajo, eso hacen todos.
-Parte de mi trabajo es darle una esperanza a la gente, una esperanza en común hacia donde ir trabajando y si invento esa esperanza o no estoy seguro de ella, pasa lo que estuvo pasando hasta ahora...
-Entiendo el punto... vos te lo tomás en serio. Querés otra?
-Dale.
-Y eso de beber en exceso, bla, bla, bla...
-Este recién será el segundo je, je, je...
Sonriendo Colifa se sirvió otro vaso de cerveza y otro más para Gésus.
Anselmo (como siempre lo venía haciendo) entró en el bar, silencioso y por la puerta delantera, saludó a un par de personas de mera importancia y otros, los no tan conocidos hicieron lo propio con él, se apeó a la barra al lado de Gésus y lo miró por el rabillo izquierdo del ojo derecho, quedó bizco.
-Ya estamos mama'os.- Gésus y Colifa sonrieron cómplices
-Cómo estás Anselmo?- preguntó Gésus
-Correteando de acá para allá como gallina puta e histérica, dame una cerveza Colifa!
-Va! Tenés olfato... llegaste en el momento exacto en que la casa invita a los amigos- dijo Colifa poniendo delante de Anselmo un vaso repleto en oro líquido espumante.
Anselmo, Gésus y Colifa habían sido compañeros de la facultad, claro que Colifa habría recibido una herencia, se compró el bar y le dedicó un setenta por ciento de su tiempo a su local, el veinticinco por ciento se lo dedicaba a su vida personal de la cual no le gustaba hablar más que con Nosferatu, su murciélago lisiado, y el cinco restante, a las drogas y esas fiestas de todo tipo, qué joder! Le alegraban la vida; en tanto Anselmo debido a su extraña facilidad para conectarse con cualquier contacto, empezó a incurrir en todo tipo de mundos, extramundos, vagabundos y submundos, los cuales, gracias a sus cualidades especiales, lo terminaron haciendo un jefe mafia en ascenso respetado y querido por toda la ciudad capital de la República; en cambio Gésus, había terminado la carrera, pero a las puteadas, las cosas que había aprendido eran puras utopías que jamás llegarían a ser reales.
-Qué carácter eh?
-Le decía lo mismo yo, qué jodido el tipo, no?
-Era un idiota- Gésus vació el contenido de su vaso en su garganta por el lado de adentro.
-Pero la gente, tu imagen- dijo Anselmo apenas en burla.
-Me chupa un huevo la imagen mía que quieran creer, yo soy así al que le gusta o convenga que me vote, al que no que no.
-Que no, qué que no qué?
-No te hagas el pelotudo.- río bajito...
-Te traje lo tuyo- dijo Anselmo mirando a Colifa.
-Pasemos a la oficina, nos esperás?- Gésus asentó con la cabeza y se quedó con el vaso de Anselmo que aún lo tenía por la mitad, dio media vuelta y posó la espalda y ambos codos sobre la barra, dejó caer la cabeza para atrás y suspiró fuerte, había sido un día largo, muy largo...
-Acá tenés los culitos que tanto te gusta oler. – Aparecieron de la nada bolsas y bolsas de refrescante blanca y fina cocaína.
-Pareces mago cuando traficás...
-Solo lo hago para vos y me gusta el aire libre.
-La plata otra vez para el hogar?
-Por favor...
-Por que nunca te quedas con un centavo?
-No me gusta la plata que viene de las drogas, demasiado negocio atrás de eso, es un mundo paralelo.
-Y por qué las vendés...
-No seas hijo de puta, cuándo te vendí drogas a vos yo...
-Te estaba jodiendo.
-No boludo enserio, yo no las vendo, me la compran que es distinto, jamás metí a nadie en el vicio... y además, pisá con cuidado que estás tomando como escapado de la clínica hace un rato.
-Ey! yo me metí en chiste, lo que yo hago es mi asunto.
-Todo bien, pero me preocupa, sos un tipo inteligente y un gran amigo.
-No seas boludo, sé hacer bien lo que me gusta hacer.- y la verdad así era, Anselmo desde que conocía a Colifa, tomaba la cocaína como sacado, pero nunca se había desesperado por no tener, ni se deliraba toda su plata en ello.
-Por qué lo hacés?
-Me encanta.
-Bueno, cuidate nada más.
-Más vos!... no entiendo por qué insistís en traérmela
-Vos lo dijiste, soy el mago...
-Personalmente.- gesticuló insistiendo.
-Prefiero traértela porque sos mi amigo y te cuido.
-De qué hablás?
-Quiero asegurarme que no te van a meter ninguna mierda ahí adentro.
-Qué tu gente hace eso y vos lo sabés?
-Sí, ahí está su negocio, cortan la leche con agua para vender más litros de leche, y a veces con vidrios molidos, sabrás cuando es bueno sangrar sobre la leche inhalada y cuando no...
-Que espanto se sabe todo y nadie hace nada?
-Te dije, hay mucho negocio con esto, escapa de las manos de hasta el que cree manejarlo. Por otro lado estan los marginales que defienden dar al César lo que es del César... Tendrías que ver las cosas que le meten, a veces raticida, como decís vos, es un espanto.
-No quiero ni saberlo... y a los que le venden eso qué?
-Lo echo hecho está, los que venden al fondo del río, el que compra mierda se la toma y se transforma en lo que toma y termina donde empieza...- pequeña pausa al recordar... - Desde que se nace hasta que se muere, la vida es una cuestión de elección.- dijo bajito pensando en voz alta
-Y de lecciones...
-Si señor! – festejaron con algarabía...
Salieron de la oficina hablando de otras cosas. Colifa entró en la barra mientras Anselmo la bordeaba, el primero en llegar fue Colifa que sirvió dos vasos más de cerveza y los puso frente a Gésus y a Anselmo que llegaba casi a hora.
-Bueno, me voy a atender un poco la barra, se quedan hasta que cerremos y jugamos unos partiditos de pool?
-Me gusta la idea.- dijo uno mientras el otro asentaba con la cabeza
-Nos vamos a sentar por ahí así no te distraemos.
-Ok.- Anselmo y Gésus se sentaron en una mesa próxima al lado de la vidriera, bebían cerveza y disfrutaban de la vista de una calle que empezaba a quedar dormida mientras avanzaba la noche dejando atrás un rojo atardecer. Dentro del bar unas luces ocres comenzaban a encenderse automáticamente de a una, iluminando de apoco las tinieblas, tenue y justa luz que imitaba el destello de varias velas. El amoblado a tono con el piso de madera lustrosa y barnizada, algunas rejas de hierro negro separaban los ambientes en formas de balcones con respectivos desniveles a cada suelo. La barra larga y de caoba llevaba en toda su extensión un sombrero de copas que descansaban de sus pies colgadas boca abajo. Un hogar a leños empañaba apenas los vidrios contraponiendo la temperatura que bajaba allí afuera, con la que subía de apoco y agradablemente ahí dentro.
Una vez que todas las lámparas se encontraron encendidas Colifa se acercó a la punta de la barra e hizo sonar una campana de oro y veinte mozos impecablemente vestidos salieron de la cocina y regalaron a cada uno de los clientes una copa de champagne, rito de cada día. Unos hombres vestidos de gángster subieron a una tarima coronada con parlantes e instrumentos musicales. Cada uno tomó un instrumento y a tempo comenzaron a brindar un cálido jazz de fina estirpe. Colifa se inquietó un poco después de ver su reloj y notar que la mesa de la pareja de las siete y cuarto aún estaba vacía y reservada, una especie de congoja ataviaba a Colifa que silencioso e impaciente miraba hacia la puerta mientras servía cerveza, hacía café, té y preparaba tragos varios, todo según el pedido de los que pidiesen.
El tiempo pasaba sutil, la banda seguía con su inefable ritmo y las gentes hablaban y disfrutaban del ambiente, todos parecían conformes y contentos. Menos Colifa, él aún veía la mesa vacía con cierta tristeza. Les habría pasado algo a aquellos dos?
- Desde hace años que venían a las siete y cuarto-, él la pasaba a buscar por el trabajo y los dos venían aquí, -se sentaban en esa mesa y comenzaban a observarse desde la distancia con los ojos llenos, las miradas se entrecruzaban-, ella perdonaba en su corazón cualquier error de él y él se dedicaba simplemente a amarla sin exigencias, -se tomaban las manos de apoco primero; se iban acercando casualmente hasta que los dedos se rozasen, los de uno con los de la otra, hablaban apenas desde que se sentaban, cada cual de sus lejanías, de los fríos contemplativos, de las riquezas olvidadas y las perezas cotidianas. En los días de filosofía casera, cualquier cosa soez, superficial, profunda, era tema de conversa... después de hora y media de disfrutarse entre charlas y aperitivos, se sonreían. El le acariciaba la mejilla derecha con el pulgar izquierdo, ella le correspondía la caricia con esa mirada que sólo existe en los ojos de una mujer enamorada o mismo en una vaca que disfruta de la paz del campo antes, mucho antes claro está, de ir al matadero. Habían también días en que su conversación era simplemente con miradas, se quedaban observando cada poro, cada mueca, cada sonrisa, cada suspiro, cada mirada de la otra persona en la cual a sí mismos se observaban. Claro que se amaban,- ella sentía amarlo con todo su pecho, él sabía que en ella había encontrado todo lo que la vida nos deja al alcance de la mano y hasta tal vez un poco más. Se habían conocido en la calle cuando salía del trabajo; ella sentada en el cordón de la vereda con el mentón apoyado en sus manos pensando, él había encontrado una pluma de magalíclaro la cual traía con las yemas hacia adentro ofreciendo resistencia al viento. Se vieron. El sonrió y ella corrió la vista de lugar con desprecio, él la insultó para sus adentros y entonces fue que tropezó con ella. La vio. Lo vio. No era esa ella que estaba sentada sino más bien era ella la ella que quería fuera suya por toda la vida entera, aún cuando el destino esto quisiera, o no?
-Disculpame- le dijo.
-No.- contestó ella.
-Te doy la pluma y me perdonás...
-Es una orden o una súplica?
-Un poco de cada cosa-, ella tomó la pluma de magalíclaro que él le ofrendaba, levantó la pluma y su mano un poco más arriba de la cabeza dejando que el viento la despeine, él sonrió cuando le vio la sonrisa, la otra ella ya se había levantado del cordón de la vereda y había pasado detrás de ellos sintiendo ese placer que se siente cuando un trabajo está bien hecho. Antes de doblar en la esquina, se desvaneció en el aire; nunca se explicó tal fenómeno y tal vez eso pasó, porque no muchos la vieron desvanecerse. Sus miradas se cruzaron sonrientes a través de la pluma que con la caricia del viento se despeinaba apenas.
-Chauu...- dijo él, se metió la mano derecha en el bolsillo, sacó un paquete de cigarrillos. Le convidó uno y ella lo rechazó con una amplia sonrisa y un encendedor con llamita ya estaba en la punta frente a la cabeza del cigarrillo que inquieto esperaba en la boca de él. Aspiró un par de veces y el humo cotidiano se sublimó a ser parte del aire que respiramos todos día tras día, qué joda!... no?. Se fue, se fue sin poderse sacar a esa mujer de la memoria, parecía guardarla en sus retinas, la tenía allí presente como quien atesora un recuerdo, tenía su mirada profunda clavada en el corazón del alma, dobló en la esquina -... y al llegar a la puerta inconscientemente se metió en el bar, se sentó en esa mesa vacía y pidió algo, miró hacia la calle- y aún recordaba esa sonrisa y esa mirada que atravesaban la pluma de magalíclaro. Se había enamorado como pocos, se habría enamorado de una desconocida a primera vista, él creía verla allí fuera buscando entre la gente, con la pluma en la mano y una sonrisa preocupada. Buscaba con sus ojos al alguien entre tantos álguienes. Creyó estar volviéndose loco y - dio un sorbo al algo que había pedido y lo escupió sintiendo verdadero asco... Señor?, le dije, pasa algo?
-Qué es esto que tomé?, es asqueroso!
-Bueno eso es algo.
-Algo cómo qué?
-Usted pidió algo y yo le traje algo.
- Hasta ahí es claro. Entonces que trajo
- No tengo idea que sea pero se lo traje.
-Es lo que pedí, en fin... Tráigame algo fuerte por favor.
-Un pugilista le caería bien?
-Que sea mexicano, con un tequila quedo en forma.
-Bueno, le dije, fui hasta la barra, le serví el mejor tequila se lo acerqué y lo puse frente suyo. Una mujer realmente hermosa se paró detrás de mí. A él se le alumbraron los ojos. Ella sonrió con toda su boca y debo redundar al decirles que realmente su sonrisa era tan hermosa como ella. Parecía que de su piel una luz cálida salía, una luz especialmente ámbar. La miró. Lo miró. El abrió su boca confundido mientras sacudía la mano explicando algo, ella frunció el seño y me dijo:
-No sé cómo no le da vergüenza, me regala una pluma y se va volando. No resulta medio pajarón de su parte?
-Es difícil hacer nido, le contesté y ella sonrió; él también, traéme un vaso me dijo, se sentaron allí y hablaron por horas y horas... Así durante un montón de tiempos, terremotos y mareas, hasta hoy.- terminó de decir al fin Colifa.
-Y cómo se llaman?- preguntó Anselmo.
-Yo que sé.
-Cómo que no sabés?
-Cosa de ellos su nombre, a mí me gustaba verlos juntos, emanaban cosas lindas, emanaban esa cierta confianza en el futuro.
El bar se encontraba vacío; ya nadie quedaba, cuando uno la pasa bien el tiempo se va volando; ni Colifa, ni Anselmo, ni Gésus, se habían dado cuenta de la hora del cierre pero por suerte todo el resto de la gente sí.
-Y?
-Y... nada yo qué sé, me dejó mala espina no verlos. Todos los días, menos sábados, domingos y feriados, ellos se sentaban en ésta mesa.- Gésus y Anselmo observaron la mesa que tenían por debajo de sus antebrazos
-Vamos no es una linda historia?- preguntó Colifa
-Yo que sé, me parece medio zonza.- replicó Anselmo
-Vamos a jugar unos partiditos o no?- preguntó Gésus mientras se ponía de pie y escogía un taco de pool, cogió la tiza y la cubrió con su mano, la posó en la punta con almohadilla y la frotó cubriéndola así de azul clarión. Colifa se puso de pie y comenzó a armar el triángulo rellenándolo con las distintas bolas lisas y rayadas. Anselmo servía tres vasos de cerveza más y al rato escogía un palo para jugar.
-Abran ustedes, llamo a mi mujer y vuelvo.
-Miralo al anarquista pollerudo- llamó entonces la atención Anselmo, los tres rieron silenciosos, Gésus llegó a la barra e hizo el llamado, corto y dulce, preciso y repleto de palabras que dicen más...
-No se va a casar nunca éste no?
-Yo creo que no- Gésus ya había cortado y llegaba sonriendo feliz mientras frotaba sus manos una con otra.
-Che, no te vas a casar, no?
-Para qué?-un silencio dejó callados, tanto a Colifa como a Anselmo, una nada respondía al silencio. Colifa aspiró ese silencio y escapó un rato su mirada por la ventana.
-Qué pensás?
-Sigo pensando en esos chicos. Puta qué me gustaba verlos juntos!
-Pareciera que estás enamorado de ellos.
-Te juro que sí...
-Sí, yo también creo que me enamoré de ellos dos- Colifa se inclinó sobre la mesa y descargó todo su día golpeando a la bola uno con la blanca y a la blanca con su taco predilecto.
Colifa abrió el juego.
V
Fernando se habría levantado con un gran dolor de cabeza y un mareo punzante, sus sienes parecían querer explotar, la habitación daba vueltas y el murmullo cotorreante que subía de la sala en planta baja era realmente intolerable. Bostezó desperezándose sin desesperarse, trataba de hacer los sus movimientos lo más suave posible, ya que de otra forma, cualquier temblor, cualquier brusquedad en su actuar, haría una coctelera dentro de su cabeza y el cerebro embebido en tequila se batiría contra cada una de las distintas paredes intracraneales. Sintiendo su resaca digna, miró al cielo raso y le rogó a la araña que lo alumbraba, por favor una aspirina.
-Y cómo fue?
-fue solo una jugada estratégica Malicia, no fue para tanto.
-No sé cómo agradecerte Elea, te juro que no sé cómo agradecerte.
-Mirá, con tu ayuda económica al partido es más que suficiente.- Elea brindó con la taza de café con leche en alto, los croissant se encontraban calentitos made in panadería de la esquina, Malicia coronaba la cabecera de la mesa, Elea en la silla más próxima a su derecha, la acompañaba.
-De qué están hablando?- entró Lucero en el comedor con los ojitos marrones aún pegados de lagañas y sueños.
-Cómo éstas m'hija?- dijo Malicia besando a Lucero en las mejillas sin tocarla con los labios.
-Tía Elea! qué sorpresa verte por acá.
-Ay querida! por qué tanta sorpresa, cuando tu padre aún vivía yo también venía más seguido.
-A eso me refiero. Ahora que papá está muerto casi nunca venís a visitarnos.
-... mucho trabajo- replicó Elea- esto de las elecciones me está volviendo loca, encima, por Dios!, escucharon ayer el reportaje que le hicieron a Gésus Acrata Kalón?
-fue una vergüenza retirarse así.
-Dicen que lo mismo hará cuando salga ganador de las elecciones...
-Es un bárbaro.
-No se puede negar que tiene una personalidad de hierro...
-... y además...
-bueno sí, realmente es muy buen mozo...
-Los ojitos parecen tristes...
-...y la sonrisa!- suspiro...
-Antes que tu padre y yo nos casáramos, yo también me había fijado en esos detalles- quién otra podría haber dicho esto?
-Cómo era él?- preguntó Elea sorprendida.
-Era un verdadero hijo de puta, maltrataba a todo el mundo y parecía no querer a nadie...
-No te puedo creer, tiene una cara de dulce.
-Ah! ustedes no me hablaban de tu padre?, qué vergüenza!, disculpen... Gésus era un verdadero caballero, hiper respetuoso.
-Y qué pasó?
-Me aburrí... con nosotras no hay que ser tan respetuoso siempre.
La puerta de entrada se abrió y Gustavo pasó por delante de todas sin siquiera mirarlas, Malicia se puso de pie en un salto.
-Gustavo!- fue el grito de Lucero lleno en felicidad.
-Te dije que no volvieras por acá! – Fue el del rencor.
-Esta también es mi casa!- replicó Gustavo desde el primer descanso de la escalera.
Siguió subiendo. Lucero se puso de pie y corrió tras él.
Llegó él primero a lo que alguna vez fue su habitación y la encontró transformada en salón de juegos, sonrió festejando la rápida jugada de lasu madre, se acercó a lo que alguna vez fue su ropero, lo abrió y lo encontró completamente vacío, sintió bronca, bronca y lástima por sus hermanos Fernando y Lucero, que aún vivían con la vieja arpía. Se asomó por la ventana viendo el jardín principal y recordó cuántas veces jugó allí con sus hermanos y su media hermana Esperanza. Cómo extrañaba aquellas viejas épocas!, le hubiese gustado saber cuándo el tiempo lo dio vuelta y lo puso en otro camino. La edad de oro habría pasado, vivía la de cobre y de a poco se iba metiendo en la edad de plomo... Una niñita de trenzas negras había caído al suelo mientras Fernando la socorría y la ayudaba a escapar más rápido, la obligaba a correr gritando viene el monstruo!, viene el monstruo! y desde atrás de los arbustos, Gustavo aparecía mostrando dientes y gruñendo. Una lluvia de piedras caía sobre su cara y su cabeza, Lucero reía enloquecida desde el piso de arriba, mientras Fernando y Esperanza aprovechaban para juntar bolas de barro y usarlas de artillería contra- Gustavo!-; que dejó su recuerdo seguir corriendo traslúcido por sus ojos dándose vuelta y enfrentándose a la dulce imagen de Lucero que le sonreía grande desde el vano de la puerta.
Chiquita- le dijo él y se abalanzaron en un abrazo lleno de lágrimas sonrientes.
-Qué mierda está pasando!- salió Fernando de su cuarto tomándose la cabeza, tratando de seguir una línea recta al caminar.
-Borracho de mierda!, si te viera tu madre...
-Me robaría lo último que le queda a la botella!- replicó Fernando a Gustavo mientras se echaba sobre su hermano con los brazos abiertos y pesadez resacosa-... Qué hacés acá chabón!
-Volví a buscar unas cosas...
-Encontraste algo?
-Sólo un ropero vacío y una ventana cargada de recuerdos...
-Vení a mi cuarto tengo una sorpresa para vos!- Lucero tomó el brazo de Gustavo y lo llevó a las arrastradas hasta su habitación, Gustavo se dejó arrastrar y Fernando caminó tras ellos tomándose la cabeza apenas. Entraron los tres en fila india, Lucero con sus ojos que brillaban y sus perfectas piernas inquietas que se abrían ante cinco billetes de cien (nunca por menos), raras veces por amor. Lucero corrió hasta su cama y de allí abajo sacó una gran maleta y la puso sobre sus sábanas desboladas que no tenían ni pies ni cabeza.
-Seguís laburando la calle vos?
-Gustavo por favor...- esbozó un falso rubor escondiéndose tras un mechón largo, lacio y oscuro como la noche que sensualmente cae, tapando la mitad de su rostro- acaso te pregunto yo si seguís robando- Gustavo sonrió falsamente.
-Bueno, bueno... no empecemos a tirar piedras que todos tenemos dos manos para arrojarlas y motivos para recibirlas- dijo Fernando mientras se recostaba en el suelo de la habitación de su hermana. Suspiró largo.
-Y Esperanza?
-No la vi hoy- replicó Lucero confundida.
-Qué, la vieja hizo el desayuno?!
-Gran ciencia, café con leche y croissant de la panadería de la esquina.
-Por lo menos esta vez no pidió el desayuno a la embajada- tres miradas tres, cómplicemente se cruzaron y jugaron un rato en el patio de los recuerdos.
-No te vas a quedar no?
-Ni en pedo, la vieja me odia y yo la odio.
-Por qué se odian tanto? - preguntó Lucero sacando un chupetín de su primer cajón.
-Cosas entre ella y yo que nada tienen que ver con ustedes...- eludió Gustavo mientras Lucero se ponía el chupetín dentro de la boca y lo saboreaba con harto placer-... y Esperanza?...
-Be bigue de no babía...- respondió Lucero sin sacarse el chupetín de la boca.
-Peleamos ayer.
-Cómo que se pelearon ayer?
-Sí yo me puse a skabiar y ella se puso rara.
-Estuvo feo?
-Si, dijo cosas que jamás imaginé que ella las diría.
-Qué? Qué cosas?
-Las cosas que decimos nosotros siempre, y cuando está ella, nos reta.
Un silencio los ahogó dándole a cada uno un beso profundo; cada quien recordó a su manera algunas de las millones de veces que habían hablado de su madre en conferencia y Esperanza los retaba. Cada quien recordó más de mil situaciones similares y en ninguno de los casos una fue igual a la otra.
-Cómo lo arreglaste?
-Lo mandé a que me traiga a Elbéstides- dijo a modo de secreto Elea.
-No sospechó nada?- preguntó Malicia por lo bajo.
-Parece que no... Hoy apareció flotando en el río.
-... y Elbéstides?
-Elbéstides, gracias a Dios, es mano de obra gratis en ciertos casos. Lo he visto estallar cráneos apretándolos tan sólo con una mano- puso un croissant dentro de su boca y lo masticó apretando los labios con educada presión.
-Ay por favor! eso es un dicho popular...
-Te puedo asegurar que si no lo hubiera visto con mis propios ojos, yo tampoco lo creería.
-Ese hombre es una bestia!
-Sí, pero de sus poros sólo sale testosterona.
-Elea!- esgrimió Malicia con sutil sorpresa pudorosa- te acostaste con él?
-Ojalá!, la de noches que pasé sin dormir soñando despierta con que ese hombre me haga algo.
-Elea!- repitió su tono de voz ruborizado Malicia.
-Sinceramente... yo no sé qué es lo que le ve a esa criadita tuya que tenés...
-Hoy estás con todas las luces enfocadas allí debajo.
-Bueno soy mujer no, qué tiene?...- unas risas bajaron por las escaleras desde el piso de arriba interrumpiendo -...los chicos saben algo?- prosiguió mirando hacia arriba y devolviendo la vista a Malicia.
-Estás loca!- Malicia saltó de su asiento pisando firme al llegar al piso.- Qué van a saber los idiotas esos, no pueden saber nada!- gritó apoyando las dos manos sobre la madera infinita de la mesa.
-Perdón querida... pero esos idiotas son tus hijos.
-Sí, mis hijos... a su padre debieron salir.
-No hables así de mi difunto hermano, ni de mis sobrinos.
-Y cómo querés que hable de esa sarta de imbéciles?
-Peor tontita- le dijo Elea tomándola del cachete con un pellizco escondido quién sabe hace cuánto.
-Gustavo sigue enojado?
-Yo soy la que sigue enojada, me disparó allí detrás con una pistola de aire comprimido; lo encerré seis años en un correccional para menores y ahora ni siquiera me habla.
-Vos trataste de hacer lo mejor para ellos.
-Te juro que sí- una lágrima agria recorrió los pómulos fuertes de Malicia, una lágrima nacida en el centro mismo de la esmeralda que portaba orgullosa en el centro de su retina, una lágrima que se esfumaría en las grietas de sus carnes que envejecían más rápido a causa de esa extraña enfermedad que la afligía
-Dónde habrán ido a parar los tiempos de oro?- dijo Elea en un suspiro que escapaba.
-Al fondo del inodoro- bramó Malicia.
-Qué te pasa?
-No hubo tiempos de oro. Nunca hubo tiempos de oro; siempre todo fue una mierda, sino mirá los resultados hasta ahora... Lucero prostituta, Gustavo ladrón y de supermercados, ni clase tiene...
-Y Fernando?
-Ese no hace nada... sólo se alcoholiza a más no poder y defiende a Esperanza cada vez que yo tengo ganas de maltratar a alguien.
-La maltratás mucho?- pregunta entusiasta.
-Menos que a su madre, a esta negrita no le puedo pegar, no sé por qué.
-Le pegabas a la madre!- dijo Elea riendo sádicamente.
-Ay por Dios qué placer! Se ligaba cada zurra!- ambas explotaron en risas desencajadas, tomándose los pechos. Riendo a carcajada limpia, riendo fuerte y maliciosamente. Un sordo ruido se adentró en el comedor dónde estaban Malicia y Elea de gran orgía, pararon con las risas por un segundo al ver la imponente figura de Esperanza que pese a sus quince años parecía haber envejecido, pesaban en sus dulces ojos la vida muerta hecha lágrimas, sus manos le temblaban repletas de rabia e impotencia acumuladas en la su-misión. De su boca escapaban gemidos irracionales que apenas se entendían. Elea quedó muda viendo a la chiquilla allí, llorando desesperada, fuera de sí, Malicia se puso de pie y golpeó con las dos palmas la mesa.
-Y ese grito?- se sentó como impulsado por un resorte Fernando.
-No sé, yo no escuché nada- dijo Lucero.
-Si estás hablando como un loro- replicó Gustavo acercándose con paso rápido hacia la puerta. Fernando se puso de pie y lo siguió a paso redoblado, Lucero le dio una chupada larga a su chupetín y juntando sus hombros tomó una revista de moda y se quedó en la cama leyendo. Los pasos de Gustavo y Fernando corrían del pasillo a los escalones de la escalera, que ahora bajaba y llegaba hasta el comedor, donde Esperanza gritaba furiosa tirándose de los cabellos con una ira jamás vista en ella. Malicia se había protegido tras Elea mientras le gritaba a Esperanza que estaba completamente perdida. Gustavo y Fernando tomaron a la pequeña y por instinto nomás empezó a forcejear contra ellos. En una ida y vuelta perdida en sensaciones confusas, vio la cara de Fernando desdibujada por la resaca, y el dolor y la furia le crecieron por dentro, en una venida casual, vio el rostro de Gustavo aturdido y con miedo. Esperanza cayó al piso desmayada a fuerza de nervios, furias y desconciertos. Malicia salió desde la segura protección que le ofrecía la espalda de Elea para acercarse a Esperanza y patearle la cabeza con sus zapatos de quince billetes de cien, vieran cuánta elegancia. Fernando se abalanzó sobre la madre y ésta lo tomó por una oreja con la mano izquierda y con la derecha de los testículos, Fernando cayó al piso tomándose los genitales y de la zurda de Gustavo un gancho en la mandíbula de su madre apareció. Elea estaba absorta, había tomado sus cosas nerviosamente y ya estaba en la puerta de entrada disfrutando su huída. Malicia había quedado knock-out sobre la mesa del comedor con la mano izquierda en los croissant y un mechón de pelo dentro de la taza de café con leche. Gustavo acogió a Esperanza entre sus brazos y la recostó en un sillón, Fernando a duras penas se puso de pie y se acercó a Esperanza, le tomó la mano y se la besó con calor y cariño, de la boca de Gustavo un par de puteadas escapaban en forma de gritos y Lucero, en su cama, leía el artículo sobre la ropa que se usa en Cannes.