A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-
Caos Organizado -- Novela
XXIII
Apenas terminó de entrar cerró la puerta tras de sí. Se quitó el cigarro de la boca y dejó que el humo suba y se asperje desguazándose en el tórrido cielo raso. Se sentó en el sillón de siempre y posó los talones de sus pies sobre la mesita ratona con un dejo de cotidiana rutina, pitó de nuevo y sonrió.
-Por qué se enculó tanto tu hermana?
-Calculo qué es porque le caías bien.
-Te parece?
-No sé... sinceramente no nos conocemos mucho me dí cuenta.
-Vos y tu hermana.
-Todos entre sí.
-Qué todos? No vas a empezar a hablar de la humanidad y toda esa bosta, no?
-Por qué haría algo así?
-Yo qué sé! hay cada loco...
-... como sea, mi familia en sí no se conoce nada de nadie, se saben cosas de cada uno, claro que sí! es natural, casi todos compartimos el mismo techo hasta aquellos días...- Fernando quedó mudo mirando por la ventana, se heló su corazón al caer en cuenta que estaba en frente de aquel bar que hace algunos tiempos frecuentaba con Marisa. La vida es así, pensó en silencio mirando por la ventana mientras que Anselmo se había puesto de pie para servirse un buen vaso de whisky, sentarse y pensar sólo dios sabe en qué. Fernando se dio media vuelta saliendo del hechizo del recuerdo, Anselmo levantó su mirada y fría se clavó en la de Fernando que venía.
-Vamos a tomar algo enfrente?- Anselmo dudó.
-Por qué enfrente?
-Es un lugar especial.- Fernando se acercó a la puerta y Anselmo lo siguió con el vaso de whisky aún en la mano.
Después de haber salido de lo de Esperanza habían hablado muy poco, pero pese a eso, ellos, se sentían cómodos el uno con el otro. Tal vez una cuestión de sensaciones. Cierta actitud de respeto daba a entender Fernando con un no sé qué, que le salía naturalmente; a Anselmo le caía bien. Al llegar a lo de Esperanza supo quien era Fernando con tan sólo una mirada, claro que se asombró al ver a Lucero mirándolo y en sus ojos; Anselmo a la hoguera se cocinaba lentamente... Claro que para evitar inconvenientes, él prefirió no mezclar el trabajo con esos contratiempos que trae el placer consigo; le comentó a Fernando que lo esperaba afuera mientras todo allí dentro quedaba inundado de un profundo mar de confusas miradas. Entraron al bar con cara de estar pensando en otra cosa. Fernando como a control remoto sin darse cuenta siquiera, se sentó en aquella mesa. Anselmo se sentó tras de él con la mirada perdida y el whisky en la mano. Un sopapo en la nuca llamó por cobrar.
-Qué no te gusta nuestro whisky!- dijo Colifa con tono extranjero mirándolo a Anselmo como se le iba la cabeza hacia adelante y el vaso de whisky al suelo; se dio media vuelta y clavó los ojos en Fernando.- Ahora que? venís sin la chica... te hiciste marica? encima te acostás con mi pareja!- lo reconoció rápidamente. Anselmo comenzó a reír mientras Fernando se hundía en la silla tratando de aclarar algo de lo que nada podía aclarar ya que estaba todo claro. Colifa lo miró a Anselmo.
-Te acordás del pibe que les conté que venía con su chica acá y hablaban y pisaban nubes de sensaciones, románticas situaciones, que vivían el uno en el otro y...
-Bla, bla, bla... esa chica me dejó con el culo roto...
-Bueno pibe. la primera vez siempre duele.
-Me imagino que hablarás por experiencia...
-Si no experimentaste no hablés- la conversación cayó en un frío. Colifa le sonrió a Fernando que aún se rascaba la cabeza.
-Te traigo algo?- le dijo.
-Sí... no... algo no, traéme un...
-Tequila.
-Ey! no te parece temprano para empezar con eso?
-Ya desayuné, qué mierda querés que tome...
-Un jugo! yo que sé, un yogurt...
-Probaste con uno?
-Sí y me da gases horrendos... un jugo de hortalizas y vegetales.
-Toma la misma mierda que vos mirá...
-Tiene buen gusto.
-Qué pasó con mi hermano?
-Esperame.- Colifa se acercó a la barra y se alejó de la misma trayendo dos jugos de verduras y hortalizas en vasos fríos por supuesto. Los posó sobre la mesa guiñándole sonriente el ojo a Anselmo, que también sonreía pero escondido bajo la media palma de su mano que ocultaba esa parte de su boca.
-Oíme, Gésus, Victoria...
-Se fueron al rato que vos... cosas que hacer, creo, no entendí muy bien porque Victoria gritaba chocha y Gésus puteaba que daba calambre, pero... levantaron los mensajes de la máquina contestadora desde acá, parece que quieren a Gésus en una cadena de televisión para hacerle un reportaje que va a ser transmitido a todo el mundo...
-Puta!
-Lo mismo dijo Gésus pero en otro tono por supuesto.
-Perdón... qué Gésus?... Acrata Kalón?... el presidente de la República?...
-Cómo debe estar el loco ese!
-... el presidente de la República!
-Ni te cuento las cosas que decía... espantó a la mitad de la gente y después me pidió disculpas y se fue, puteando bajito...
-Gésus, lo conocen?... en serio lo conocen... porque es él... no?
-Y Victoria...
-Y Victoria quién es?
-Chocha...
-Chocha?
-Por qué chocha?
-Sí, por qué chocha?- Colifa miró a Fernando y después a Anselmo, los vio haciendo preguntas y por encima de sus labios en forma de bigotes restos de jugo rojo de vegetales y hortalizas. Colifa sonrió, los señaló a ambos se dio media vuelta y se fue. Anselmo se lo quedó mirando seriamente mientras Fernando respiraba agitado.
-Por qué mierda estás respirando así...
-Así cómo?
-Nada me pareció que estabas agitado.
-Por qué mierda voy a estar agitado si estamos sentados?
-Fue solo una apreciación- dijo Anselmo sonriendo.
-Espero...- Fernando dejó escapar su mirada por la ventana.
-Tu hermana se va a quedar ahí, en esa casa?
-Qué tiene de malo ..."esa casa"...?
-Acaso no te diste cuenta de lo raros que son sus habitantes?
-Por Esperanza y Elbéstides decís...
-Sí, bah! sumándolos a ustedes... vos sabés que yo no tenía ni idea que Lucero era la hermana de Gustavo y que vos... También!
-Cómo te enteraste?
-Qué vos eras me lo dijo él... me dio un par de direcciones en un papelito y me dijo que te busque por acá...
-Buscaste mucho?
-No... en sí creo que la suerte me acompañó, estabas en el primer lugar a donde fui y allí averigüé que Lucero también es hermana.
-Uau, suerte en serio!- la curiosidad picó la parte interna del oído de Fernando- Tenés el papelito con las direcciones?
-Creo que no...- Anselmo sabía que tenía el papel en el bolsillo, pero desde hoy a la mañana que lo de ese tipo del auto le preocupaba; desconfiaba más que de costumbre en Gustavo y además, todo alrededor olía a carroña de rata. De qué lado estaría Fernando si es que realmente estaba de algún lado... para qué querría Fernando el papel? Anselmo llevó su mano hasta el bolsillo y allí la removió como buscando algo.
-No... sabés qué... no lo tengo... pero sé dónde lo dejé así que, en todo caso después te lo paso...
-No, está bien. Sólo quería saber... saber algo ahora, está bien...- tomó más jugo y miró hacia afuera-... Hace mucho que me buscás?
-No realmente...- miró también hacia afuera pero para el otro lado.
-Qué fue eso del pibe que venía...- Fernando dibujaba círculos en el aire como explicando o bien si se prefiere gesticulando. Anselmo pitó su cigarro y lo apagó en el cenicero. Una música tranquila coqueteaba por los rincones del bar.
-Leíste ese libro?
-Por qué?
-Qué?
-Cambiás de tema como de calzones... Qué buscás?
-No sé...- Fernando se recostó sobre el respaldo de la silla y suspiró.
-Ey!- chasqueó los dedos Anselmo un par de veces llamando así su atención- le hace mal a la silla...
-Uh! Es verdad., perdón- dijo Fernando sentándose como la gente se sienta o como Dios manda..." cada quien elija la forma correcta de sentarse"... pensó entonces Gésus que entraba al bar en silencio viendo a Anselmo con un joven acompañante. Se acercó a la barra saludando a Colifa que sonreía, le hizo una seña con la cabeza, la cual fue respuesta, con otra sonrisa.
-Es el chiquilín que les conté el día del pool...
-Y qué hace?
-Qué só' policía?- Gésus sonrió disculpándose.
-Dame uno rosado y vamos a conocer a tu novio...- sonrió más entonces.
-Idiota- rió Colifa con dos jugos, uno de pomelo el otro de albicorques. Llegaron a la mesa y se sentaron todos juntos.
-Usted es el loco!- señaló Fernando apenas lo vio a Gésus que sonrió complacido.
-Sí... tanto gusto... usted qué clase de imbécil es?
-Bussiness o primera (Cómo si los imbéciles volasen, comentó alguno) todo depende de mis ganas, usted?- sonrió de costado agradeciendo la sutileza.
-No; yo no soy imbécil... yo soy el loco- lo miró por el rabillo y en ambas miradas unas estrellitas brillaron cómplices en un cielo profundamente oscuro. Anselmo rió apenas y Colifa se posaba los brazos sobre la panza y reía suave. Miraban con afecto al muchacho.
-Perdonen chicos- dijo Anselmo mientras se ponía de pie- Espero no les moleste, a vos te dejo las llaves de lo de tu hermano... tomá.- se las arrojó- Vuelvo más tarde... chau!...- se dio media vuelta y al hacer un par de metros, rehizo su camino caminando marcha atrás hasta llegar al lado izquierdo de Acrata Kalón, su amigo. Hizo como una reverencia a su lado. Susurró un susurro, se escuchó la respuesta.
-Algo así... sí, sí... algo así.
-No lo cuentes hasta que vuelva por favor...
-Qué cosa?- preguntó Colifa.
-Lo del reportaje.
-Sí, claro... colgate de ésta y hacé piruetas.- Anselmo comenzó a reír mientras Fernando los miraba con cara de loco, Gésus en vez sonreía chocho.
-De dónde sacaste eso?
-Yo que sé... la calle, algún cliente?
-Tal vez un abogado que se volvió loco el día en que le prestó el auto al hijo y un amigo del mismo se lo hizo acordeón contra un taxi, por ejemplo.
-Por qué no? eso suele causar traumas a la gente...
-Y más a los que están en eso de las leyes...
-Sí, esos son los peores, son capaces de decir frases como esas...
-Y peores aún!- levantó el índice indicando.
-Ajá!- asintió el resto como si el tema fuese importante en serio.
-Bueno- soltó el silencio Anselmo- me voy, después me contás...
-Nos juntamos hoy?
-Qué sé yo...
-Yo qué sé...
-Sé que yo...- dijo Fernando mirando por la ventana mientras Anselmo chau se iba- no entiendo qué está pasando en mi vida.- terminó de decir en un tono casi retórico. Anselmo y Colifa intercambiaron miradas.
-Perdón, el tonito...
-Qué?- replicó Fernando confundido.
-Tu tono de voz es confuso, parece que hablás solo pero con nosotros.
-Qué bien! Y?
-Qué si necesitás algo, hablá como una persona normal y no andes por ahí arrojando indirectas que no llegan a nada.
-Qué te pasa?- peguntó Colifa desde el nivel del mar.
-La verdad es que tienen razón... Mi vida se volvió un quilombo desde el otro día en que...- Fernando les empezó a contar sus días desde la primera fatalidad. Gésus y Colifa se dispusieron a escuchar. Viera uno, y mejor si pudiera saber cómo es que Fernando caía ante la gente. Fernando tenía una especie de algo; algunos lo llaman carisma, otros espíritu, otros quién sabe. Gésus y Colifa se sentían encantados por la historia que Fernando les narraba.
Hizo un silencio en su mente y exhaló todo el humo de su cigarro. Revisó de nuevo la numeración en la pared, se aseguró que la calle sea la misma que la del papelito. Número y calle coincidieron. Tocó el timbre un par de veces.
Una mujer con los ojos color esmeralda abrió la puerta y desde la más alta de sus clases espió a Anselmo desde lo alto de su nariz.
-Qué?- le preguntó secamente.
-Perdón... Lo busco al señor Fernando...
-Usted acaso no es Anselmo... Anselmo...- dijo la mujer tratando de recordar.
-Anselmo está bien señora...
-Llorente, Malicia Llorente...- incrustó sus esmeraldas en los ojos de Anselmo que se enfriaron como daga por las dudas... algo no estaba bien.
-Cómo le va?- dijo extendiendo su mano.
-Pero... pase, por favor adelante, no sabe que honor es para mí conocerlo... Disculpe el desorden. Me quedé sin servicio doméstico...
-Si, en éstas épocas es difícil encontrar gente confiable.
-Ni que lo diga... pero bien; usted venía por otra cosa no es así?
-Sí, lo buscaba al señor Fernando Llorente...
-Lamento ser indiscreta, pero bien sabe que mi deber de madre es desvelarme por mis hijos...- dijo Malicia con lastimera voz mientras con congojas en el rostro se tomaba el pecho compungida.- por qué lo busca?
-Bueno realmente...- unos gemidos extraños bajaron desde la planta superior hasta allí abajo, Anselmo hizo un silencio sospechoso mirando para ambos lados lentamente, Malicia hizo un gesto de distracción y entrelazó los dedos de ambas manos.
-Bueno...- le dijo-... para qué lo busca?- otro gemido bajó torpemente las escaleras, trastabilló, y cayó sobre la alfombra de bienvenida haciendo plaf! se sabe.- disculpe... ya vuelvo... quiere un té o algo?
-Café... por favor, un café.
-Todo el mundo quiere café hoy, qué les pasa a todos?... allí, del lado derecho del teléfono, hay un número que corresponde a la panadería de la esquina, llame y pida de tomar lo que quiera, por mí parte no deseo nada... Ah! no olvide decir que lo pongan en la cuenta de los Llorente por favor...- Malicia desapareció escalera arriba. Anselmo se quedó viendo fijo a la nada dejada por Malicia subiendo llevándose sus palabras. Anselmo se preguntaba qué coño había dicho esa mujer.
-Qué te pasa carajo!
-Mñnhmñnh!- respondía Elea acostada, atada de pies y manos y como si ésto fuera poco y por el mismo precio, amordazada.
-Qué?- le sacó la mordaza de un tirón.
-Aouch! bruta!
-Puta!?!?
-Bruta, bruta, qué tipo de persona pensás que soy, una vulgar soecista!?
-La inventaste recién, no?
-Puede ser que exista!, está bien...- aseguró Elea a medio enojar- podrá ser un invento pero no está mal...
-Se confundiría con sexista.
-Lo mismo da! Qué chillás?
-Estoy aburrida, poné el canal pornográfico por lo menos.- Malicia resopló y sacudió la cabeza de un lado a otro, meneándola, dudó por un segundo pero cuando se puso de pie para salir de la habitación hizo una escala por el botón de encendido de la televisión y lo apretó. Esta se prendió automáticamente en dicho canal.
-Ah... vos también lo ves... Picarona!- dijo Elea en voz alta antes que Malicia la amordace de nuevo y baje una vez que hubiese culminado.
La casa parecía una casa normal, de familia espléndidamente acomodada ya que es la que acomoda ..."El que parte y comparte se queda con la mejor parte"... decía una tía abuela de los chicos, joder! Todo parecía en orden, hasta esa Malicia de la cual tan mal Gustavo le había hablado en el reformatorio, no parecía ser tan ogra como se la habían pintado. Igualmente no tuvo tiempo para hacer y sacar muchas conjeturas más... Malicia elegante como Lucero bajaba la escalera con su mano suavemente posada sobre la balaustrada prolijamente lustrada. La lengua se le trabó por un segundo, sonrió elegante y dijo:
-Y encontró algo que lo inculpe?
-A él?
-No... a mí!
-No sé de qué me habla.- Malicia lo miró más fijo, los ojos se le secaron y una especie de láser color esmeralda escudriñaba dentro del alma de Anselmo, que con su mirada de nada, hacia equivocar los caminos que Malicia usase para encontrarlo veramente.
-Parece policía...- le dijo ella.
-Nada más lejos de la verdad he escuchado el día de hoy...
-Por qué?... Acaso usted es mafioso?
-Mafioso, mafioso... soy un empresario, en estas épocas la mafia...- decía Anselmo mientras se sentaba. Malicia lo miró fijo a los ojos. Por Dios! si esa mujer hubiera tenido dagas o cuchillas en sus manos en este momento de seguro se las clavaría a Anselmo en el pecho... Secarse la estaba volviendo loca y ella no se daba ni cuenta fijate vos.
-Qué viene a hacer acá entonces?- entonces amenazó.
-Pis!- dijo poniéndose de pie-... dónde está el baño?- Malicia se puso de pie ante él tratando de no clavarle las uñas. Había algo que se lo impedía y vagamente sospechaba que podía ser. Señaló debajo de la escalera donde había una puerta. Anselmo siguió el camino surcado en el aire por el índice de Malicia hasta llegar hasta esa puerta, sintió un escalofrío que le recorría la espina de arriba abajo, abrió la puerta y un inodoro sonriente con la boca abierta lo esperaba impaciente sentado en el piso, gracias a dios, lo esperaba en el piso. Anselmo entró en un silencio y sintió un click de cerradura y unos pasos que ascendían por la escalera que pasaba por justo encima de su cabeza. Hizo su menester, sacudió todo sobrante de líquido en sus manos después de enjabonarlas y enjuagarlas, más luego secó sus manos con una toalla y se miró fijo en su reflejo. Giró el picaporte de la puerta lentamente y como había escuchado estaba cerrada trabada por fuera. Vieja de ostias! Había resultado rápida. Se sentó en el inodoro mientras esperaba dibujando en el papel higiénico.
Unos gemidos de mujer comenzaron a escucharse desde la ventilación del baño, sabe dios de donde podían provenir esos gemidos. Gemidos placenterosos llenos de concuspinscencia indecente y brava lujuria poco timorata.
-Caramba!- exclamó entonces Anselmo al distinguir la voz de Malicia entre los gemidos.
-Qué querés que haga ahora?- preguntó Malicia a Elea que se retorcía en la cama.
-Desatame, desatame.- rogaba encendida Elea mientras lívida vivía las escenas del televisor.- por favor desátame las manos!
-No te pienso desatar, conformate con eso por ahora, no con más... Sos una vieja calentona!
-Sí, tratame mal! Qué tiene de malo? desátame las manos o exploto- gimió en un grito Elea. Anselmo había dejado los dibujitos para quedar incómodo y con la lengua afuera echándose agua fría encima, por dios que entre los gemidos y esas palabras a Anselmo se le habían volado los pajaritos. La puerta del baño se abrió y Lucero entró sin mirar cerrando la puerta.
-Lucero!- exclamó Anselmo aún con la lengua afuera.
-Anselmo por Dios! qué estás haciendo acá? No te quiero ver, ya te lo dije hoy a la mañana...
-Esperá piba, quién sos?- sofrenó la situación Anselmo.
-Qué me vas a decir... que no sos Anselmo que sos su hermano.?
-No. Soy Anselmo pero ni en chiste vine a saber nada de vos... Quién te crees que sos chiquilina?- Lucero puso puchero y sonrió.
-Qué no te interesan saber cosas sobre mí?
-Si vos no me las querés decir no, eso es tu asunto no tengo por qué meterme!
-Que hacés acá entonces?
-Eso es asunto mío, no te parece?- La traba del baño volvió a sonar.
-Tu mamá acaba de cerrar la puerta de nuevo.
-Qué decís?- dijo Lucero confundida mirándole los labios ya con ganas.
-Tu madre cerró la puerta de nuevo...- explicó. Lucero cayó en la realidad.
-Cómo qué mamá cerró la puerta... y además de nuevo?-
-Sí... Cerró. Estábamos hablando lo más bien, le pregunté por el baño ella me indicó, vine hasta acá, giró la perilla lo trabó, subió las escaleras y no sé qué cosa rara hizo entonces.- dijo rápido y bajito cosa que nadie se interese.
-Ah! Claro...- Lucero calló un segundo y pensó, mientras que a Anselmo le caía una gota de sudor trémula pensante causada por el miedo en que ella le pregunte por qué él había dicho eso de ¨cosas raras¨. Se sintió como matrona de barrio pobre. Lucero lo miró con los ojos encendidos como teniendo una idea en base a una pregunta. Anselmo no podía sostener su vista en la de ella. Lucero sonrío grande y lindo.
-Contame grandote... que pasó mientras estabas sólo acá adentro?
-Nada que yo haya escuchado...- dijo nervioso.
-Escuchado?
-Es una forma de decir, yo que sé... ésto es un baño no? qué se puede hacer adentro de un baño? Pipí, popo, dibujar en el papel higiénico, contar azulejos y o cerámicas, lavarse las manos, los dientes, la cara, escuchar... todo...
-Y no te gustaría escuchar gemidos...- le preguntó coqueta Lucero con voz de gata ronroneante en celo acercándosele.
-No... jamás!- levantó la voz Anselmo volcándose sobre el lavamanos, nervioso. Lucero se le apretaba tratando de aparearlo, él aparentaba que nada pasaba ni había pasado, pero aún en sus oídos, los gemidos y palabras que venían por la ventilación le recordaban más cosas que el abajo de la cintura. Tenía algo que le determinaba no sólo una forma de vida, si no también, un modo de actuar y varios de ser. Anselmo gimió en un suspiro, dio media vuelta, tomó a la hermosa y caliente Lucero por la cintura y la besó devastando en ese beso a toda la pasión que por allí diese vuelta, en un dejo de valentía venció a la temperatura alejándola entonces de su cuerpo.
-Qué hacés?- preguntó ella.
-Tu madre está allí afuera y no me gustaría que la cosa se confunda...
Lucero lo miró seriamente.
-Vos y yo tenemos muchas cosas que hablar...
-No todavía, pero te prometo que lo vamos a hacer.
-Qué vamos a hacer?
-Hablar, claro...
-Bueno también pero... Cuándo?- apuró.
-Dejame salir sin que tu madre nos vea juntos, me despido, me voy te encuentro te acuesto y te cuento, mientras tanto tenés que cuidarte...- Anselmo la tomó con sus dos palmas por los cachetes asiéndola con seguridad, con la fuerza justa y necesaria para sentirse contenida y a la vez libre dulce paloma.
-Vos también te diste cuenta que la cosa está rara no...- transformó en pregunta el no Lucero tan sólo modificando apenas su tono de voz. Anselmo la miró secamente sin mentir, sin aseverar, la miró -... Cuidarme... No sé por qué creo que el que va a tener que cuidarse en serio sos vos... No quiero esperar mucho para volver a verte, además no entiendo qué es lo que hacés vos con Gustavo.
-Negocios.
-Cómo sea, sé que no me vas a decir la verdad hasta dentro de un tiempo si es que tenés los ímpetus bien puestos, mientras tanto teneme al tanto de lo que vayas averiguando de Gustavo, ah!...- hizo una pausa- guay de que a Fernando le falte un pelo al final de la tormenta...
-Vos también olés la tierra húmeda...
-Creo estar parada sobre lodo.- Anselmo negó con la cabeza como peleando con su alma. -Qué...- suspiró ella viéndolo con ojos llenos.
-No sé si confiar en vos.
-Qué te lo diga el tiempo entonces.- Anselmo golpeó la puerta del baño y Malicia se acercó del otro lado.
-Qué? Agradable jovenzuelo!- Lucero lo miró a Anselmo con cara rara.
-Agradable jovenzuelo?- susurró sorprendida mientras con su índice golpeaba su sien. Anselmo se encogió de hombros.
-Disculpe señora me quedé encerrado por torpeza mía y no puedo salir. Será que tal vez, del lado de afuera, haya una traba que destrabe la puerta trabada?- se sintió medio tarado al terminar de hablar.
-Es posible... Será ésta?- dijo falsamente girando el pomo de la puerta.
-No, ése es el pomo... fíjese debajo del mismo.
-Aquí está!- exclamó con falsa felicidad. Anselmo salió del baño cerrando la puerta tras de su espalda que se apoyaba en la misma ocultando a Lucero. Malicia lo miró sorprendida. Anselmo se ruborizó y en un susurro se disculpó.
-La ventilación.- señaló al techo- debe estar tapada o algo así.- Malicia contestó poniendo cara de asquito y desprecio pero tan sólo por la situación ya que ella ya había entendido que este tal Anselmo Blablábla podría llegar a ser un gran aliado contra Gustavo.- Bueno...- continuó- debo irme... escuché que tiene un par de asuntos pendientes allá arriba.
-No, pero... por favor; quédese un rato más...
-No en serio, gracias...
-Y lo que quería saber?
-Ya habrá otra ocasión.
-Ya lo creo...- dijo Malicia- ya lo creo...- Acompañó Malicia a Anselmo hasta la vasta puerta que separa el afuera del adentro, al hola del adiós. Al cerrarse esa puerta Anselmo sacó el papelito de su bolsillo y tan sólo quedaba una dirección que se le hacía, no se sabe por qué... un tanto conocida.
Poco a poco iba atardeciendo y Anselmo hace rato esperaba afuera de la otra dirección que quedaba anotada en el papel. Parapetado tras un buzón no por muchas horas. Hasta que al fin llegó ella y la reconoció, esa mujer... esa mujer llegaba fumando con sus dedos y uñas sensualmente femeninos... de andar suave, sutil. Atractiva como las aguas de la mar, como las alturas, como el vértigo, como el poder, como el fuego. Indudablemente era la zorra que tenía a Gustavo por los cojones tomado con esa barbárica, simplista y crédula historia sobre el amor desbocado y aberrante. Barata historia. Qué tendría que ver ella en todo éste entuerto? Qué pasaba con Fernando mientras tanto? Algo raro se había estado gestando y todavía los cabos sueltos que tenía no lo ayudaban ni a llegar a sargento. Fernando tendría la respuesta. Seguramente no, seguramente el mismo Fernando fuese tan sólo otro peón de este raro juego que se estaba gestando. Algo olía mal y era más grande de lo que nadie imaginaba. No podía determinar bien que era lo que pasaba pero harto seguro estaba que las cosas se le podían ir de las manos si no estaba preparado a no sorprenderse pase lo que pase. Su agudo instinto le llevaba a confiar en Lucero y hasta en Fernando un poco más pese a recién haberle conocido, pero claro que no sólo el instinto hace que el hombre sobreviva, sino que también la inteligencia, y por eso tomaba por ahora esa distancia prudencial de ambos hermanos. No podía decidir, no quería; prefería esperar y que el tiempo baraje y reparta respuestas y absolutos... Mientras tanto él trataría de remontar la ola y cuidar de él y de los suyos. Llegó al bar de su amigo entrada la noche y aquellos tres estaban hablando como chanchos. Se acercó a la mesa y cortésmente les sonrió.
-Qué cara! Cómo estás?
-No muy bien, fue un día largo.
-Qué estuviste haciendo?
-Dando vueltas!
-Desde que te fuiste?- se sorprendió Gésus.
-Sí- le dijo Anselmo tratando de ocultar su verdadero tono de voz.
-Por qué no vas a la oficina y descansás un poco?
-No estoy cansado...- suspiró embotado.
-Da lo mismo. Vas aunque no quieras carajo! Mirá la cara de mierda que tenés... Andá a la oficina!- bramó Fernando. Gésus, Anselmo y Colifa miraron riendo a Fernando que parecía ser que las palabras le escapaban por la lengua después de muchos jugos de verduras y hortalizas.
-Se te fermentaron las cosas en el estómago que ya decís boludeces!
-El tono no?- preguntó Fernando pidiendo perdón con sutil gesto.
-Y un poquito exagerado.
-Exacerbado más bien diría yo.
-Oh sí, sí! Exacerbado qué fino!- palmas sonaban festejantes.
-Perdón... se me fue del alma!
-No importa...- le sonrió Anselmo... en sí, esas salidas les caían bien a los muchachos-... tal vez tengas razón. Le voy a dar al ojo.
Anselmo pasó atrás de la barra lo saludó a Héctor y después de hablar con él breve pero amablemente se adentró en la oficina, se sentó en la silla y puso los dos pies sobre el escritorio de Colifa, sacó del barcito un vaso y lo llenó con whisky. Cerró los ojos tirando la cabeza hacia atrás posándola apenas. Prendió un cigarro viendo a Nosferatu que se acercaba silencioso y lisiado como siempre. Lo tomó entre sus manos y con el índice de una mano y el pulgar de la otra comenzó a acariciarle la cabeza por arriba y por abajo. Sacó los pies del lomo del escritorio y los posó sobre un posapiés que Colifa se había inventado. Le dio la espalda a la puerta, por primera vez en el día se sentía seguro. Cerró los ojos y comenzó a pensar en voz alta, complaciendo sin saberlo, al placer de Nosferatu.
XXIV
-Te vas?
-Sí. Recordé que tenía cosas por hacer...
-Volvés?
-Vuelvo con el médico o antes, todo depende en como vengan los santos marchando.- Lucero tomó de a una todas las cosas que no llevaba encima pero que sí llevaría. Besó a Esperanza en la frente y a Elbéstides le pellizcó el cachete.- Vos grandote ocupate de cuidarla mucho... lo demás dejalo por mi lado.- Elbéstides sonrió como suele hacerlo en ciertas ocasiones. Lucero atravesó la puerta y desapareció de las miradas protectoras de Elbéstides y Esperanza que entrelazadas y temerosas se miraban en ese momento. En los ojos de Esperanza un algo nacía y Elbéstides lo miraba mitad asustado, mitad culposo.
-Oso...- susurró ella por supuesto.
-Ehhhmmm...- preguntó sin ganas.
-Me tenés que prometer algo.
-Qué...- Esperanza titubeó ante tan fácil entrega.
-Necesito que...- se puso de pie se tomó una mano con la otra y se las refregó- que... que me prometas... que...
-Qué- siguió aburrido jugando con sus dedos y unas hojas de diario.
-Necesito que me prometas que cuando no puedas hacer nada por mí, los ayudes a Fernando y a Lucero y hagas con ellos lo lindo que hacés por mí ahora...- Esperanza contuvo la lágrima y asomó una tibia sonrisa en su lugar.
-Por qué lo decís chiquita? La ampolla no?
-No que va...
-No me jodas Esperanza que ésto me pone de mal humor... qué dijo el doctor?
-No dijo nada... yo lo digo por las dudas nada más.- Elbéstides salió a la calle y volvió a entrar a la casa prefabricada, mascaba odio, rencor, miedo, todo junto. Entraba y salía de la casa revoleando sus enormes y colosales brazos de acá para allá, levantando significativas brisas de vientos cruzados que hacían estrellarse a más de un pajarito contra otro. Esperanza lo siguió, lo tomó del brazo y se quedó caminando en el lugar tratando de dirigirse hacia su hogar pero claro... semejante lastre! Quién creería que ante semejante montaña Esperanza podría tan sólo apenas mosquearle. Elbéstides caprichoso la vio a Esperanza haciendo el vano esfuerzo (porque Elbéstides sabía que ese esfuerzo era en vano); sabía que la tibia Esperanza ni a los garrotazos podría llevarlo a ningún lado; aunque claro, en su calidad de mujer, Esperanza, también lo sabía, pero necesitaba descargarse todas las tensiones. Elbéstides bostezó largo y profundo tapándose educadamente la boca con la mano donde la tibia Esperanza antes tiraba y ahora colgaba roja de sudor y jadeante de cansancio y sed. Así de pesca y como trofeo la engatusó frente a sus ojos.
-Estás mejor ahora?
-Qué dijo el doctor?- preguntó paciente.
-Dijo que tengo una menenferilo en la claustrina y que si no hago el amor cada veinte minutos puedo llegar a explotar en cualquier segundo.
-Me estás mintiendo no?
-No...- susurró indecentemente coqueta.
-Y si es cada veinte minutos por qué no explotaste todavía?
-El doctor dijo que empezaría a partir de...- miró el sol como si supiese fijarse allí la hora, calculó rápidamente con tres de sus dedos subiéndolos y bajándolos alternativamente-... quince minutos atrás más o menos!- dijo en un grito. Lo tomó de la mano y corriendo se lo llevó no tan solo a la casa sino que también al dormitorio y a la cama. Esperanza sabía que por más que Elbéstides supiese que ella no reventaría, no se enojaría por esta mentirita que entre los dos disfrutaban con placer sabrosón.
En sí y en cierta forma, Lucero se empezaba a arrepentir de haber salido así de la casita prefabricada, al doblar en la esquina, sintió un poco de miedo al ver que un par de vagos se disponían a seguirla. Escuchó un par de gritos y los hombres aterrorizados salieron corriendo presos del pánico que el que gritaba esos alaridos les causaba. Lucero se sorprendió al ver a esos salir corriendo y se volvió para la esquina. La curiosidad la obligaba a saber de quién eran esos gritos realmente temibles. Asomó la mitad de la cara hasta que al fin un ojo pudo espiar a Elbéstides gritando en medio de la calle atrapado del brazo por Esperanza que con gran esfuerzo, caminaba en el lugar. Lucero sonrió contenta sabiendo que todo ahí estaba bajo control y que tan sólo un par de golpes y citar cierta amistad con aquella bestia serviría para que la dejen en paz llegado el caso. Llegó hasta la avenida que cruza la zona baja del norte y con un bus que pasa de vez en cuando, se acercó un poco más al centro de la capital de la República.
Bajó del bus y miró para ambos lados buscando dónde coños ir, sabía que debía tomar un camino pero no sabía cuál. Comenzó a acomodar las sus ideas.
Le molestó verlo a Anselmo, y realmente... había sido por eso que se había ido a las corridas a lo de Esperanza. Quiso tontamente seguirlos, salir a pensar, algo... necesitaba y sabía de sus necesidades. Necesitaba un poco de aire nuevo. Acomodó todas sus ideas prolijamente en unos de esos lugares próximos al consciente, se sentó en un banco de una plaza que encontró de casualidad. Miró a su alrededor contemplando al mundo y a sus habitantes, la cara de Fernando se le apareció riendo, ella se sintió feliz. Se distrajo por un rato viendo a un chico que subía las escaleras de un tobogán y se deslizaba por el mismo sonriendo sonoramente y allí abajo de aquel abismo, un padre que lo contenía entre un par de besos y un gran abrazo. Se apareció frente a sus ojos la imagen de Anselmo riendo. Primero se enojó, como era posible que él llegase hasta allí, no para buscarla a ella; si no al otro, al hermanito. Lucero ya había venido juntando ganas desde la noche anterior de pasar un grato rato con él. Un rayo sin luz iluminó su cerebro; ya era la segunda vez que Gustavo sin comerla ni beberla pero Gustavo igual, le había cortado las expectativas con Anselmo. Volvió a jurarle silenciosa ser su conciencia.
Pero si Anselmo trabaja con Gustavo por qué ninguno de los dos no le habría dicho nada?
Un magalíclaro remontó vuelo rápidamente escapando de furtivo cascotazo que un niño atorrante le había tirado. Lucero se los quedó viendo con una sonrisa divertida y distraída.
-Carlitos, Ablanedo, vamos que ya volvemos!- gritó una anciana en otro idioma, en otro canto. Lucero la miró sonriendo aún más grande. Era una linda viejita, los dos niños se le abalanzaron encima; uno con un montón de piedras en los bolsillos, el otro con sangre en las rodillas y en las manos. La abuelita los miró sonriendo y a cada uno les proporcionó un certero chicotazo en la nuca. La cara de Gustavo se le apareció riendo y unas náuseas inmundas le abarcaron todos los interiores; quería vomitar, por dios que quería. Se sintió sola y desprotegida en aquel banco en aquella plaza, crucificó sus antebrazos en su pecho recogió su torso posándolo sobre los antebrazos, que estaban ya sobre sus piernas, lloraba silente, lloraba para sus adentros, allí recogida sin nadie con quien compartirlo. Se sintió niña llorando, niña como lo fue parte de su niñez. En posición fetal llorando a moco tendido a la sombra de aquel supuesto gran hombre que había resultado ser papá Llorente. La ira le invadió el pecho sabiéndose temerosa en su presente de su futuro, por culpa, causa y efecto de sus pocos cojones en el pasado. Sintió una fuerza que le llegaba desde algún rincón del alma. Se puso de pie como si al fin reventase; miró a su alrededor sintiéndose poderosa, inhaló unos cuantos litros de oxígeno por su nariz, y contempló el mundo que la rodeaba desde arriba de sus ojos.
Las cosas cambiarían y a ella le iría bien. Extendió los brazos abriéndolos para que el sol la abraze. Ya se sentía prevenida y con las fuerzas necesarias para que no la sorprendan y tenga entonces que rendirse o peor aún caerse. Gritó triunfal. Volvió al banco para recoger las cosas suyas que hasta allí había llevado pero algún oportunista aprovechó la situación para hacer del lastre de Lucero, lastre propio que tal vez y con suerte le ayude. Lucero rió sintiéndose estúpida y robada, estúpida por lo que pasó y robada por estúpida. No le quedaba ni un mísero centavo, ni un plástico, ni nada con que comerciar. Bueno, casi nada con que comerciar... se retractó en un silencio.
-Será cuestión de llegar desde acá a algún lugar de alguna forma- se dijo, se acercó a la vereda, vio pasar lo autos, vio pasar las gentes, vio pasar los taxis, pero nadie se daba cuenta que ella no pasaba, si no más bien que estaba esperando que alguien algo. Ni ella sabía bien que estaba esperando y si es que algo estaba esperando. Un auto oscuro se detuvo justo frente a ella cuando se sentaba en una piedra, un hombre fornido le sonreía desde el volante.
-Algún problema chiquilla?
-Me robaron. Me dejaron sin un centavo, no hace frío pero igual estoy lejos de casa.
-Hace mucho que estás sentada sobre esa piedra?
-No... un ratito, no más..- dijo conversando.
-Yo me pregunto...- Lucero sonrió sentada desde la piedra gentilmente-... yo la podría acercar?
-Sería un gusto.
-Y si llego a ser peligroso?
-Te atravieso este dedo hasta que te salga por la boca...- el hombre frunció el ceño-... imaginate vos desde dónde.- Al imaginarlo el hombre puso cara de chupar limón.
-Dale subí, si el peligro lo corro yo manejo tranquilo entonces...- Lucero subió sonriendo como coqueta gacela que solo ella sabe ser.
-Gracias -le dijo.
-No hay porque... eso sí, guiame porque no se dónde es que hay que ir...- Lucero despreocupada asintió con la cabeza. El viaje era cómodo y tranquilo. El hombre buscaba conversación continuamente; parecía el típico solitario de zonas poco urbanas que de vez en cuando van a la ciudad y hacen amigos de a montones y de a ratos. Gente que adora hablar aunque bien Lucero, (pese a toda su clase maniqueísta maquiavélica), no tenía tantas ganas de escuchar y/o hablar a/con nadie; exceptuándolo desde cuajo a Anselmo, claro está.
-En serio...- le dijo el tipo sacudiéndole suavemente del brazo sacándola entonces brutalmente de sus pensamientos.
-Perdón...- dijo al reaccionar.
-Qué está todo complicado acá en esta ciudad, ayer le sacaron los ojos a un tipo y hoy por la mañana mataron a una mujer de un balazo en la cabeza cuando le robaban en el auto.
-Ayer en la fiesta?
-No que va! La mujer hoy por la mañana y el de los ojos antes de ¨la fiesta¨, así como usted le llama.- Lucero asintió con la cabeza sin prestar demasiada atención a la conversa que allí adentro ya casi ni valía la pena mantener viva.
-Aquí es!- dijo Lucero bajando una esquina antes. El hombre quedó estacionado en ese lugar hasta que el semáforo con luz verde le permitió avanzar. Desapareció dejando una estela de humo. Lucero comenzó a sentir ciertas ganas de liquidar un asunto renal que la acosaba y acompañando a esas ganas, un suave calorcito que le subía irrespetuoso y sin permiso; no entendía por qué esas necesidades físicas a veces vienen juntas. Esas ganas calientes que seguían aumentando sensualmente en tortura vejiga. Debería ser el polen o bien la proximidad de la primavera o la altura del mes; el día del mes era la más segura de las explicaciones. Cómo degustaría a Anselmo si lo veía y atrapaba en ese momento, con qué paladar lo saborearía poco a poco, lentamente. Llegó a su enorme casa y por no tener llaves entró por la puerta trasera.
Pensó en lo primordial, solucionar los asuntos de a uno y en orden; por lo tanto sin pensarlo, atravesó la cocina, otra puerta, el pasillo, llegó a la sala y destrabando la puerta se metió en el baño sin mirar adentro. Al cerrarla una sorpresa llamada Anselmo esperaba allí dentro. Qué ganas de besarlo le dieron al verlo sentado con la lengua afuera y mojado en ciertas partes con agua fría, quiso besarlo, sodomizarlo, excitarlo y llevarlo hasta el punto en que el hombre hubiese preferido ser puré. El estaba algo raro y nervioso, y ella, sólo quería jugar un rato, pero él se negaba a darle a entender que él por ella se preocupaba. Anselmo puso excusas raras y nerviosamente escapó del baño. Lucero había escuchado hablar a su madre y entonces sí supo que las rarezas florecían por doquier y que eso no era simplemente idea de ella. Se sentó en el inodoro después de haber corrido de lugar los elementos que le impedían poder hacer su necesidad rápida y directamente, sentada, confinada en su menester, se ahondó en la situación cerrando los ojos y apoyando la espalda contra la primer tapa levantada, que se afirmaba en la pared. Escuchó en silencio que la puerta principal se cerraba y que los pasos pesados de Malicia subían por la escalera. La puerta de un cuarto se abrió arriba y unos féminos gemidos la sorprendieron. Se puso de pie y decente después de haberse secado; salió y subió la escalera despacito. Qué le pasaría Anselmo? Por qué había estado así y qué tanto sabía de todas esas cosas que dijo?. Llegó a la puerta de su habitación y del cuarto de su madre unos ruidos raros escapaban. Se acercó discreta y posó la oreja en la puerta, tal vez para escuchar o tal vez para chusmear.
-Mirá yo no sé qué te pasa.
-Mñnmñn!- se escuchaba.
-Cómo quieras- bramó Malicia.- pero no te pienso desatar!- gritó furiosa. Los gemidos se empezaron a escuchar cada vez más y más fuerte. Lucero rió tímida y sonrojada.
-Mirala vos a mamá Llorente- se dijo a sí misma.- mirala vos...
La puerta se abrió frente a Lucero y toda Malicia se le apareció adelante.
-Ah!- ambas gritaron al asustarse por encontrarse de frente inesperadamente.
-Qué hacés acá?- seca Malicia aún tomándose el pecho.
-Vivo acá ma...
-Madre o Malicia.
-Cómo quieras... que está pasando?
-Es tu tía Elea...
-Qué le pasa?
-Está atada en mi cama.
-Por Dios, me parece que es demasiado, qué pudo haber hecho la tía Elea para que la ates a la cama?- Malicia la miró.
-Al principio la até a la cama porque me estaba volviendo loca te juro, diciéndome cosas, aconsejándome, así que le pegué en la cabeza, la metí en la cama, le até las manos, las piernas y la amordacé, y después...- hizo una pausa pensativa...
-Y después?
-Después se puso a gemir y justo había un hombre abajo... un tal Anselmo... Anselmo... es curioso, no recuerdo su apellido.
-Qué, te lo dijo?- indagó Lucero sin querer demostrar mucho interés.
-No, es más... hizo como si eso no importara, no es raro?
-Da lo mismo sinceramente. Con la tía qué pasó entonces?
-Se puso a gemir.
-Qué- rió agraciada Lucero.
-Sí, se puso a gemir como una descosida. Subí, me dijo que estaba aburrida y que le ponga en la televisión el canal pornográfico...
-Lo hiciste?- sorprendido Lucero que a la media noche iluminaste.
-Claro que sí, ya que la tenía como rehén que otra cosa podía hacer... en fin... La situación ahora está insostenible no quiere que cambie el canal, está roja como una manzana y lo único que pide es que le suelte las manos.
-La puedo ver?
-Estás loca! Yo tengo miedo que me salte encima y se empiece a frotar contra mi pierna.
-No te haría mal probar nuevas sensaciones.
-Para cosas nuevas estoy yo.- Lucero le vio la mirada a la madre y la madre le ocultó una sonrisa cálida bajo un manto frío de seriedad.- Dónde dormiste ayer?
-Quedamos en que yo no me metía en tus cosas y vos no te metías en las mías...
-Sí, sí...- ambas se quedaron calladas mirándose de frente la una a la otra, una situación incómoda decía buenas tardes y se sentaba entre ellas.
-Me voy a cambiar- dijo Lucero señalando a su habitación.
-Bañate primero.
-Obvio, qué te pensás que soy!?!?- Lucero se fue a bañar, terminó de hacerlo, se puso una bata de toalla y bajó hasta la sala donde se sentó en un sillón y escogió como lectura el diario del día.
Las noticias de primera plana nunca le llamaban la atención, pero esta vez la primera plana llamó la atención del mundo entero.
..." en una hermosa y fervorosa demostración de felicidad cívica, los habitantes de la República llenaron ayer el país de algarabía al decir que no al llamado de recapacitación de la O.M.N.. El antes vocero y ahora canciller de la O.M.N. declaró haberse sentido orgulloso por el pueblo de la República, ya que había demostrado una madurez óptima no sólo cívicamente sino que también socialmente. Es muy sano que no haya habido heridos, muertos, golpes o saqueos como en todos esos tipos de caos festivos como el que ayer atravesó por la noche los corazones que conforman a la República. Tal vez los habitantes de dicho país sean los únicos indicados para poder sostener la forma de gobierno la cual ya casi está elegida, declaró por último el ahora canciller.”...
Lucero sonrió de originalidad frente a la tapa del matutino, pese a que en los diarios de todo el mundo, las noticias se repiten como loro en calesita, por ésta única vez en la historia algo nuevo surgía. Hojeó el diario muy por encima, y sin darse cuenta siquiera, en el sillón de la sala se quedó dormida...
Sintió abrir los ojos y todo en la casa había cambiado de lugar y no sólo eso... no parecía ser la casa Llorente, pero igual se la sentía como tal. Esperanza entró corriendo desde la cocina y desapareció subiendo las escaleras. Lucero trató de decirle algo, de detenerla con alguna palabra certera pero de su boca ni un par de vocales lograban unirse con algunas consonantes coherentemente. Se puso de pie y corrió tras Esperanza escaleras arriba. Al llegar al piso superior, una larga galería repleta en sus márgenes de puertas cerradas y de Esperanza ni una sombra, ni una estela, ni un rastro, ni una huella. Solo el silencio reinaba en el pasillo, pero un silencio frágil que se quebrantaba por nada. Con pasos inseguros y un algo así como un pequeño miedo le acompañaba y crecía a medida que avanzaba cautelosa. Un chiflete de aire frío cruzó por el pasillo lamiéndole la espalda. Dio media vuelta y encontró una de las tantas puertas abiertas. Extendió su mano hacia la puerta y mágicamente ya estaba parada frente al vano de aquella puerta. Parecía la habitación de Malicia, así lo sentía Lucero. Sobre la cama la figura de la tía Elea atada retorciéndose de placer, un dorso al desnuda que aparentaba ser papá, a su costado, satisfacía de alguna forma, a doña Elea que lo miraba de frente y tan sólo le pedía que por favor le desate las manos. Lucero quedó muda, sorprendida. Apenas podía entender que aquel hombre desnudo y de espaldas sea su padre. La puerta se le cerró en la nariz y una luz y otro chiflete atacaron por otro flanco desguarnecido. Apareció frente a otra puerta en otro lugar del extenso pasillo. Marisa lloraba desesperada con Fernando que se desangraba entre sus brazos y su sangre se mezclaba con lágrimas Marisas y su alma desaparecía encaramándose junto a gritos de tristeza, dolor y algunos otros traumas más que suele causar la muerte de un ser amado. Quiso entrar en la habitación y una sombra que corría de adentro hacia afuera, pasó por ese lugar ocupado por Lucero. La empujó, la sombra se deshizo rápidamente de ella llevándosela por delante. Lucero salió despedida sin siquiera poder ver quién era aquella sombra. Volando cayendo de espaldas atravesó la puerta que tenía detrás de ella, cayó al piso y ya sobre una mesa de manos y pies atada, sin estar amordazada, el miedo la carcomía y tal vez por eso no podía gritar. Una puerta frente a ella se abrió. Lucero vio una figura acercarse a contra luz, solo parecía ser una sombra, una sombra silente. El cuarto estaba oscuro, tan sólo la luz que entraba por la puerta iluminaba algún algo. Una luz blanca intensa que no dejaba ver, que no dejaba distinguir los detalles, los ojos de Lucero llenos de miedo apenas podían ver. Cerró los ojos apretándolos con fuerza deseando que esto por favor tan sólo sea un sueño. Abrió los ojos y sonrió al encontrarse sentada con la boca seca en el sillón de la sala. Se tomó la cabeza y sonrió sin saber cómo reaccionar. El timbre de la puerta de entrada comenzó a sonar y se puso de pie tratando de pensar el por qué de su sueño. Llegó hasta la puerta y vaya sorpresa al abrirla. Un par de metros más allá de la entrada un auto oscuro esperaba, una auto que por algo le resultaba conocido. El hombre fornido que horas atrás la había acercado se apareció frente a sus ojos, se miraron pétreos; su boca aún sorprendida, había quedado abierta. El timbre seguía sonando bajo el índice de aquel hombre que la miraba fijo sonriendo con el dedo pegado al timbre. Unos gritos se empezaron a escuchar desde algún lugar fuera de la casa, Lucero se puso en puntas de pie y espió por sobre el hombro de aquel fornido hombre que seguía tocando el timbre pese a tener frente suyo la puerta abierta y a Lucero parada en ese vano que la puerta abierta forma con su marco. Anselmo venía corriendo como alma que trae el demonio, gritando desesperado algo que no se le entendía ni jota. Lucero lo vio a Anselmo y sonrió sintiéndose feliz de encontrarse con su pichoncito y contarle el horrible sueño que había conseguido tener. Trató entonces de salir corriendo hacia él y llegar hasta sus brazos donde depositaría tantas confianzas... pero no pudo, dos manos fuertes la tomaron por detrás de los antebrazos y la obligaron a darse vuelta y frente a sus ojos lo encontró a Gustavo que le sonreía. Escuchó un disparo detrás suyo y Gustavo ya se había desvanecido, sin más giró en otra media vuelta concluyendo la vuelta total y Anselmo bañado en sangre, muerto en el piso yacía. El timbre enloquecido seguía sonando, salió corriendo hacia Anselmo, llegó a él, se le echó encima llorando tratándolo de dar vuelta y ponerlo así frente a sus ojos, que no veían claro a través de tanta lágrima, de tanto dolor. El hombre fornido apareció frente suyo otra vez, llevaba en la punta de su índice derecho un timbre el cual enloquecido seguía sonando. La miró, lo miró a Anselmo, les sonrió a ambos extendiendo su mano hacia Lucero que seguía girando el cuerpo de Anselmo mirando a aquel fornido psicópata que no hacia más que extender su mano izquierda aún más hasta Lucero. Anselmo entre los brazos de Lucero no pudo ver el cielo al quedar boca arriba ya que además de muerto no tenía más su cálida mirada. Lucero cayó en un silencio viendo a aquel hombre fornido abrir su mano izquierda y allí sobre su palma dos ojos aún sangraban.
Se levantó en un golpe y el timbre seguía sonando, estaba en su casa, en su sala, en su sillón, con una taquicardia que Dios la pare si puede, respirando agitada sudando de frío y terror. Se acercó a la puerta y la abrió venciendo la cobardía. Una señora gorda acompañada de un muchacho esperaban tras la misma. Malicia bajaba las escaleras.
-Pero por qué tardan tanto en abrir la puerta, caramba!- se quejó entonces.
-Me quedé dormida... Quiénes son ustedes?- dijo Lucero consternada.
-Dejalos... es para mí, él es el chico de la panadería.- el muchacho pasó por al lado de Lucero mirándola conspicuamente.
-Buenas tardes señora esta es la mujer que me pidió.- dijo entonces el muchacho señalando a la anciana desde adentro hacia afuera. Malicia la miró con ojo clínico.
-Pase- ordenó.
-Bueno yo me voy a cambiar- dijo Lucero entonces.
-Yo me voy a trabajar entonces...- dijo el muchacho.
-Vos no te vayas y vos tomá tus cien- repartió el diálogo Malicia. Lucero tomó el medio billete de cien levantando el hombro como diciendo bueno que va! y el joven se dio media vuelta dispuesto a marcharse molesto consigo mismo, ya que él bien sabía que esa vieja amarreta no le iba a terminar de dar esos cien que le había prometido. Malicia puso cara de fastidio.
-Idiotas!- gritó furiosa, Lucero y el muchacho pararon en seco su huida. Malicia se acercó a Lucero arrebatándole el mezzo billete de las manos.- Vos sos la que te quedás.- con la segunda parte del pago en la mano se acercó hasta el muchacho, le dio el dinero y con la otra mano lo empujó hacia afuera.- Y vos... sos el que se va. Cualquier otra cosa que necesite o quiera... te llamo y te la pido.- El chico agradeció cortésmente y echó una última mirada a Lucero que un par de metros más allá vestida con una linda bata y el pelo aún mojado miraba sin mirar toda esta confusión confusa, tan sólo para ella. El muchacho se fue cerrando la puerta tras de sí. Malicia hizo una seña gentil con su brazo invitando a pasar a aquella anciana, la misma accedió y tomó asiento en el sillón dónde antes Lucero dormía intranquila a fuerza de malos sueños. Malicia se sentó y con una mirada invitó a que Lucero tomase posición en otro asiento que por allí había.
-No sé si sabés, mi chiquilla... que Esperanza ya no va a trabajar más en casa...- Malicia hizo una pausa.
-Por qué?
-No lo sé... le agarró un ataque y se fue...- Lucero la miró desconfiando y a Malicia le importó un bledo que Lucero desconfiara-... en fin, le pedí al muchacho de los mandados que me trajese a alguien que la supla.- Malicia sonrió viendo a la anciana que miraba a ambas sin mostrar ni padecer desconcierto. En esa mujer había algo (que a comparación de todo lo que había pasado no era tan extraño), pero igualmente algo había y ambas lo habían notado. A Malicia ese algo le agradaba sin saber por qué, a Lucero en cambio eso mismo la hacía dudar y no entendía por qué.- Veamos entonces cuáles son sus referencias.- la anciana sonrió.
-Disculpe...- dijo- el muchacho nada me dijo sobre la necesidad de referencias.- Malicia la miró esmeraldamente.
-Ese muchacho es un idiota y usted también, si va a buscar un trabajo es obvio que se le van a pedir referencias... Cualquiera lo sabe!. La anciana se puso de pie y se encaminó hacia la puerta.- Hacia dónde va?.- preguntó Malicia furiosa.
-Me voy... usted necesita ayuda no yo!- exclamó la anciana, Malicia se tapó las mejillas con las palmas de ambas manos, sorprendida. Lucero sonrió al ver tal proeza.
-Pero... qué se ha pensado usted?- Malicia empezaba a salir de sus cabales usando la puerta delantera.
-Yo!- se sorprendió la anciana girando sobre sus talones y enfrentado las esmeraldas de la Malicia mirada con dos ojos cafés profundos.- Usted qué se ha creído?... reaccione mi señora, dese cuenta que las elecciones están próximas y que tan sólo van a trabajar las personas que tengan ganas de hacerlo, recuerde que la gente no va a trabajar por necesidad económica si no más bien por gusto, así que va a ser mejor que trabajar con usted realmente sea de buen agrado... es obvio que necesita a alguien, si quiere a ese alguien de inmediato lo tiene frente a sus ojos y ese alguien soy yo. Si no le gusta me voy. Siempre hay mejores cosas por hacer.- La anciana y sus ojos cafés obligaron a la mirada esmeralda a transformarse en párpados vergonzantes.- Además usted ahora precisa un poco de ayuda, por ahora lo puede aguantar sola...- la anciana hizo una pausa y los ojos de Malicia enfrentaron esa profundidad café de nuevo-... piensa en más adelante usted señora?- El frío de la muerte le secó la mirada a Malicia, el futuro expedía ese aroma negro que el médico le había pronosticado, y tal vez esta mujer era de ayuda. Lucero sonrió viendo a la anciana y vio a Malicia consternada y confundida. Lucero notaba un algo diferente en la actitud de su madre; a esta altura de las circunstancias ya estaba acostumbrada a que la otra persona se encuentre denigrada por las palabras y mirada de Malicia que poco sabía de clemencia.
-Al Diablo las referencias- dijo Malicia con el tono de voz abatido, la anciana sonrió y Lucero se puso de pie y se retiró pensando que ya más de todo este confuso circo sería un pasaje directo sin escalas a la cuarta dimensión o hasta tal vez a la quinta. Subió las escaleras y se metió en su habitación para cambiarse las mudas usadas por nuevas, comer algo y más tarde irse al encuentro con Anselmo. Malicia la vio irse, la vio subir las escaleras y desaparecer sin escuchar gemido alguno. Malicia realmente temía que Lucero se introduzca en su habitación y cruce alguna palabra con Elea.
-Puedo empezar ahora?
-Cuando quiera...- respondió mientras pensaba en Elea.- pero... sabe qué? Un cosa más.- Malicia miró una vez más hacia el piso superior.
-Si señora, pero solamente tiene que decirme el por qué...- contestó la anciana ante los ojos de Malicia que la miraban fuera de sus órbitas.
-Por qué qué?- masculló en un resoplo.
-Porque debo ser discreta?- Malicia miró a la anciana y por instinto no más, su mirada se trasladó de nuevo hacia el piso de arriba. Tranquilamente volvió su vista hasta la anciana tratando en el camino de hallar una respuesta.
-Porque la discreción es una forma del respeto.- La anciana sonrió, supo que podía decir varias cosas pero no encontró el por qué, así que las calló. Malicia tenía armas contra esa mujer pero no sabía cómo utilizarlas.- Cómo es su nombre?
-A usted qué le importa si jamás me va a llamar por mi nombre.
-Usted es una irrespetuosa.
-Y usted es una necia! se está secando y actúa de esa forma.- la anciana enmudeció, una lágrima le asomó de un ojo, con tres dedos de una mano eclipsó tan sólo una pequeña porción de su frente, lamentándose. Malicia no podía cerrar su boca que se había abierto gracias a su maxilar inferior que había caído.
-No entiendo de lo que habla!- La anciana meneó la cabeza de un lado a otro lamentándose, se dio media vuelta y tomó el pomo de la puerta. Malicia recordó las palabras sabias de un conocido de ella. Un hombre poderoso dueño de una planta nuclear de energía, recordó a aquel hombre decir que gustaba de tener a sus amigos cerca y a sus enemigos aún más cerca.
-Espere...- la anciana se detuvo dándose media vuelta.
-Disculpe no le quise decir eso... ni siquiera sé porque lo dije.- la lágrima al fin sincera escapó de su ojos y cayó indefectiblemente dejando su paso salado por el anciano rostro de la criada.
-Está bien no importa... empiece por donde quiera.- Malicia se puso de pie y llevó a la anciana tras de sí mostrándole entonces así cada uno de los rincones de la casa. Subieron las escaleras despacio hablando de los menesteres a seguir, paso a paso. Le mostró cada uno de los cuartos, el de juegos que alguna vez fue de Gustavo, y el de Fernando que todavía no había sufrido ningún cambio físicamente pero que dentro de la cabecita loca de Malicia era algo así como un baño termal con jacuzzi, duchas frías y afines. Llegaron a la puerta del cuarto de Lucero la que estaba por supuesto cerrada por dentro con el cerrojo puesto ya que su ocupante se estaba poniendo mudas nuevas. Malicia lamentó el hecho de que el cuarto de su hija estuviese cerrado, miró a la anciana y con hálito confeso le dijo entonces...
-Esa puerta es la única puerta de la casa la cual y en este momento está cerrada con llave. Es mi habitación.- La anciana miró la puerta de arriba a abajo.
-Por qué está cerrada?
-Eso es algo que estoy segura que no le va a importar demasiado...
-Mire señora... si yo no sé qué es lo que pasa adentro de esta casa, es posible que si me hacen alguna pregunta o algo, yo, meta la pata... Es mejor que yo sepa qué cosas pasan acá adentro por si llega a necesitar a alguien mintiendo a su lado.- Malicia sabía que esta mujer repleta de años y palabras tenía razón.
-Es verdad... sabe algo de política?- preguntó.
-Lo que casi todo el mundo no más, lo poco que sé me da a entender que nunca voy a entender ni un nimio de política.
-Conoce a la candidata Elea Hibris del partido Diestra Siniestra?
-Por supuesto, una señora fifí que en su mirada oculta algo raro.
-Parece que la muy pobre está enferma y yo la tengo encerrada allí dentro.
-Qué es lo que tiene?
-No le podría explicar...- un chirrido de bisagras no muy aceitadas que se abrían sonó desde la puerta del cuarto de Lucero hasta ellas allí paradas-... pero igual el médico de la familia está por venir en estos días a hacerme un examen... rutina, usted ya sabe- Lucero que salía de la habitación pensando sonriente en como aquella dulce anciana le había puesto los puntos a cada una de las ies de Malicia, cosa que ni el registro civil lo había hecho con tanta certeza. Lucero escuchó a su madre hablar del doctor y el análisis de rutina y recordó al doctor antes de ir hacia lo de Esperanza diciéndole del chequeo y la rutina. Las cosas seguían cambiando de posición continuamente y tal mutación transformaba el todo en algo aún más confuso. La anciana miró a Lucero después de haberle dado a entender a Malicia que la había entendido. La marrón mirada de Lucero se cruzó con los ojos cafés de la anciana que la miraba silenciosa y sorprendida.
-Pero...- exclamó extendiendo sus brazos hacia Lucero- Por qué te pintás así? - dijo acercándose con las manos extendidas.
-Por qué, estoy fea?- preguntó Lucero sorprendida, nadie nunca le había dicho nada de eso.
-Válgame Dios niña, no lo digo por eso! tu belleza es tan pura que llenarla de pinturas es el peor de los pecados- aseveró la anciana parándose frente a Lucero.
-Tal vez esté mal maquillada...- dijo dudosa.
-Estás mejor maquillada que una actriz, que una modelo! No es eso m'hija, no es eso, te vi con el cabello húmedo y sin pintar allí abajo y pese a mis años jamás había visto una belleza tan peculiar.- Malicia miraba a ambas medio molesta.
-Si no les importa, voy a bajar a esperar que me traigan el diario de la tarde al comedor... permiso.- Malicia miró a la anciana que la miraba a Lucero fijo a los ojos. Lucero no se movía, parecía estar cautiva dentro de aquella mirada café y esas palabras que le llenaban el paladar del ego con una dulce melaza.
-Igual...- titubeó Lucero- yo estoy saliendo en un rato- terminó de decir sin siquiera sacar la vista de lugar. Malicia desapareció escalera abajo. La anciana tomó a Lucero de las manos y la miró fijo a los ojos. Lucero tenía y retenía una extraña sensación que por todos los rincones de su cuerpo y alma daba vueltas. Las imágenes de su sueño parecían ahora volverse realidad. El pasillo donde estaba parada con la anciana cambiaba para ser otro pero el mismo, tal como antes. Comenzó a ver luces, luces que la rodeaban y la cubrían por completo. Luces de colores distintos y suaves, una cálida sensación la protegía, sentía como su cuerpo era abrazado por brazos fuertes y mirada Ansélmica. La puerta del cuarto de la madre se abrió y ella entró allí y se vio acostada atada de pies y manos, se vio allí desde el vano de la puerta, atravesando esa luz, ingresando en ese cuarto donde ella misma hace un rato, cuando dormía, sobre la mesa era flagelada, asustada y amenazada por esa sombra que entraba. Una luz inundó la habitación y Lucero cayó redonda al piso sobre la anciana que se había desmayado también. Malicia subió las escaleras y las encontró a ambas en el suelo caídas, una sobre otra. Entre gritar y sonreír Malicia por supuesto escogió sonreír y bajó las escaleras como si nada hubiese visto, como si nada supiese de ese asunto. Esa anciana traía consigo un par de secretos. y develarlos. sería como pelar una banana para después devorarla con ese poder que da el saber los secretos de la persona que sin estar frente a uno, igual está enfrentada.