sábado, marzo 17, 2007

Caos Organizado -- Novela -- 4ta entrega -- viene del 14/03/07

A partir del 14/03/07 y por sesentaidós capítulos, todos los días voy a estar subiendo de a dos capítulos, esta apasionante novela, madre nominal de este blog. La misma lleva por título, Caos Organizado, podrán encontrar aquí muchas cosas que nos hacen y deshacen como seres, personas y sociedad. Tal vez alguno pueda sentirse reflejado en ella, o encontrar la sin razón del porque y las razones de sobra que tiene cada por qué. La dejo en vuestros ojos y en vuestras manos con la esperanza que disfruten al leerla, tanto como yo al escribirla.-

Caos Organizado -- Novela

V

Fernando se habría levantado con un gran dolor de cabeza y un mareo punzante, sus sienes parecían querer explotar, la habitación daba vueltas y el murmullo cotorreante que subía de la sala en planta baja era realmente intolerable. Bostezó desperezándose sin desesperarse, trataba de hacer los sus movimientos lo más suave posible, ya que de otra forma, cualquier temblor, cualquier brusquedad en su actuar, haría una coctelera dentro de su cabeza y el cerebro embebido en tequila se batiría contra cada una de las distintas paredes intracraneales. Sintiendo su resaca digna, miró al cielo raso y le rogó a la araña que lo alumbraba, por favor una aspirina.
-Y cómo fue?
-fue solo una jugada estratégica Malicia, no fue para tanto.
-No sé cómo agradecerte Elea, te juro que no sé cómo agradecerte.
-Mirá, con tu ayuda económica al partido es más que suficiente.- Elea brindó con la taza de café con leche en alto, los croissant se encontraban calentitos made in panadería de la esquina, Malicia coronaba la cabecera de la mesa, Elea en la silla más próxima a su derecha, la acompañaba.
-De qué están hablando?- entró Lucero en el comedor con los ojitos marrones aún pegados de lagañas y sueños.
-Cómo éstas m'hija?- dijo Malicia besando a Lucero en las mejillas sin tocarla con los labios.
-Tía Elea! qué sorpresa verte por acá.
-Ay querida! por qué tanta sorpresa, cuando tu padre aún vivía yo también venía más seguido.
-A eso me refiero. Ahora que papá está muerto casi nunca venís a visitarnos.
-... mucho trabajo- replicó Elea- esto de las elecciones me está volviendo loca, encima, por Dios!, escucharon ayer el reportaje que le hicieron a Gésus Acrata Kalón?
-fue una vergüenza retirarse así.
-Dicen que lo mismo hará cuando salga ganador de las elecciones...
-Es un bárbaro.
-No se puede negar que tiene una personalidad de hierro...
-... y además...
-bueno sí, realmente es muy buen mozo...
-Los ojitos parecen tristes...
-...y la sonrisa!- suspiro...
-Antes que tu padre y yo nos casáramos, yo también me había fijado en esos detalles- quién otra podría haber dicho esto?
-Cómo era él?- preguntó Elea sorprendida.
-Era un verdadero hijo de puta, maltrataba a todo el mundo y parecía no querer a nadie...
-No te puedo creer, tiene una cara de dulce.
-Ah! ustedes no me hablaban de tu padre?, qué vergüenza!, disculpen... Gésus era un verdadero caballero, hiper respetuoso.
-Y qué pasó?
-Me aburrí... con nosotras no hay que ser tan respetuoso siempre.
La puerta de entrada se abrió y Gustavo pasó por delante de todas sin siquiera mirarlas, Malicia se puso de pie en un salto.
-Gustavo!- fue el grito de Lucero lleno en felicidad.
-Te dije que no volvieras por acá! – Fue el del rencor.
-Esta también es mi casa!- replicó Gustavo desde el primer descanso de la escalera.
Siguió subiendo. Lucero se puso de pie y corrió tras él.
Llegó él primero a lo que alguna vez fue su habitación y la encontró transformada en salón de juegos, sonrió festejando la rápida jugada de lasu madre, se acercó a lo que alguna vez fue su ropero, lo abrió y lo encontró completamente vacío, sintió bronca, bronca y lástima por sus hermanos Fernando y Lucero, que aún vivían con la vieja arpía. Se asomó por la ventana viendo el jardín principal y recordó cuántas veces jugó allí con sus hermanos y su media hermana Esperanza. Cómo extrañaba aquellas viejas épocas!, le hubiese gustado saber cuándo el tiempo lo dio vuelta y lo puso en otro camino. La edad de oro habría pasado, vivía la de cobre y de a poco se iba metiendo en la edad de plomo... Una niñita de trenzas negras había caído al suelo mientras Fernando la socorría y la ayudaba a escapar más rápido, la obligaba a correr gritando viene el monstruo!, viene el monstruo! y desde atrás de los arbustos, Gustavo aparecía mostrando dientes y gruñendo. Una lluvia de piedras caía sobre su cara y su cabeza, Lucero reía enloquecida desde el piso de arriba, mientras Fernando y Esperanza aprovechaban para juntar bolas de barro y usarlas de artillería contra- Gustavo!-; que dejó su recuerdo seguir corriendo traslúcido por sus ojos dándose vuelta y enfrentándose a la dulce imagen de Lucero que le sonreía grande desde el vano de la puerta.
Chiquita- le dijo él y se abalanzaron en un abrazo lleno de lágrimas sonrientes.
-Qué mierda está pasando!- salió Fernando de su cuarto tomándose la cabeza, tratando de seguir una línea recta al caminar.
-Borracho de mierda!, si te viera tu madre...
-Me robaría lo último que le queda a la botella!- replicó Fernando a Gustavo mientras se echaba sobre su hermano con los brazos abiertos y pesadez resacosa-... Qué hacés acá chabón!
-Volví a buscar unas cosas...
-Encontraste algo?
-Sólo un ropero vacío y una ventana cargada de recuerdos...
-Vení a mi cuarto tengo una sorpresa para vos!- Lucero tomó el brazo de Gustavo y lo llevó a las arrastradas hasta su habitación, Gustavo se dejó arrastrar y Fernando caminó tras ellos tomándose la cabeza apenas. Entraron los tres en fila india, Lucero con sus ojos que brillaban y sus perfectas piernas inquietas que se abrían ante cinco billetes de cien (nunca por menos), raras veces por amor. Lucero corrió hasta su cama y de allí abajo sacó una gran maleta y la puso sobre sus sábanas desboladas que no tenían ni pies ni cabeza.
-Seguís laburando la calle vos?
-Gustavo por favor...- esbozó un falso rubor escondiéndose tras un mechón largo, lacio y oscuro como la noche que sensualmente cae, tapando la mitad de su rostro- acaso te pregunto yo si seguís robando- Gustavo sonrió falsamente.
-Bueno, bueno... no empecemos a tirar piedras que todos tenemos dos manos para arrojarlas y motivos para recibirlas- dijo Fernando mientras se recostaba en el suelo de la habitación de su hermana. Suspiró largo.
-Y Esperanza?
-No la vi hoy- replicó Lucero confundida.
-Qué, la vieja hizo el desayuno?!
-Gran ciencia, café con leche y croissant de la panadería de la esquina.
-Por lo menos esta vez no pidió el desayuno a la embajada- tres miradas tres, cómplicemente se cruzaron y jugaron un rato en el patio de los recuerdos.
-No te vas a quedar no?
-Ni en pedo, la vieja me odia y yo la odio.
-Por qué se odian tanto? - preguntó Lucero sacando un chupetín de su primer cajón.
-Cosas entre ella y yo que nada tienen que ver con ustedes...- eludió Gustavo mientras Lucero se ponía el chupetín dentro de la boca y lo saboreaba con harto placer-... y Esperanza?...
-Be bigue de no babía...- respondió Lucero sin sacarse el chupetín de la boca.
-Peleamos ayer.
-Cómo que se pelearon ayer?
-Sí yo me puse a skabiar y ella se puso rara.
-Estuvo feo?
-Si, dijo cosas que jamás imaginé que ella las diría.
-Qué? Qué cosas?
-Las cosas que decimos nosotros siempre, y cuando está ella, nos reta.
Un silencio los ahogó dándole a cada uno un beso profundo; cada quien recordó a su manera algunas de las millones de veces que habían hablado de su madre en conferencia y Esperanza los retaba. Cada quien recordó más de mil situaciones similares y en ninguno de los casos una fue igual a la otra.
-Cómo lo arreglaste?
-Lo mandé a que me traiga a Elbéstides- dijo a modo de secreto Elea.
-No sospechó nada?- preguntó Malicia por lo bajo.
-Parece que no... Hoy apareció flotando en el río.
-... y Elbéstides?
-Elbéstides, gracias a Dios, es mano de obra gratis en ciertos casos. Lo he visto estallar cráneos apretándolos tan sólo con una mano- puso un croissant dentro de su boca y lo masticó apretando los labios con educada presión.
-Ay por favor! eso es un dicho popular...
-Te puedo asegurar que si no lo hubiera visto con mis propios ojos, yo tampoco lo creería.
-Ese hombre es una bestia!
-Sí, pero de sus poros sólo sale testosterona.
-Elea!- esgrimió Malicia con sutil sorpresa pudorosa- te acostaste con él?
-Ojalá!, la de noches que pasé sin dormir soñando despierta con que ese hombre me haga algo.
-Elea!- repitió su tono de voz ruborizado Malicia.
-Sinceramente... yo no sé qué es lo que le ve a esa criadita tuya que tenés...
-Hoy estás con todas las luces enfocadas allí debajo.
-Bueno soy mujer no, qué tiene?...- unas risas bajaron por las escaleras desde el piso de arriba interrumpiendo -...los chicos saben algo?- prosiguió mirando hacia arriba y devolviendo la vista a Malicia.
-Estás loca!- Malicia saltó de su asiento pisando firme al llegar al piso.- Qué van a saber los idiotas esos, no pueden saber nada!- gritó apoyando las dos manos sobre la madera infinita de la mesa.
-Perdón querida... pero esos idiotas son tus hijos.
-Sí, mis hijos... a su padre debieron salir.
-No hables así de mi difunto hermano, ni de mis sobrinos.
-Y cómo querés que hable de esa sarta de imbéciles?
-Peor tontita- le dijo Elea tomándola del cachete con un pellizco escondido quién sabe hace cuánto.
-Gustavo sigue enojado?
-Yo soy la que sigue enojada, me disparó allí detrás con una pistola de aire comprimido; lo encerré seis años en un correccional para menores y ahora ni siquiera me habla.
-Vos trataste de hacer lo mejor para ellos.
-Te juro que sí- una lágrima agria recorrió los pómulos fuertes de Malicia, una lágrima nacida en el centro mismo de la esmeralda que portaba orgullosa en el centro de su retina, una lágrima que se esfumaría en las grietas de sus carnes que envejecían más rápido a causa de esa extraña enfermedad que la afligía
-Dónde habrán ido a parar los tiempos de oro?- dijo Elea en un suspiro que escapaba.
-Al fondo del inodoro- bramó Malicia.
-Qué te pasa?
-No hubo tiempos de oro. Nunca hubo tiempos de oro; siempre todo fue una mierda, sino mirá los resultados hasta ahora... Lucero prostituta, Gustavo ladrón y de supermercados, ni clase tiene...
-Y Fernando?
-Ese no hace nada... sólo se alcoholiza a más no poder y defiende a Esperanza cada vez que yo tengo ganas de maltratar a alguien.
-La maltratás mucho?- pregunta entusiasta.
-Menos que a su madre, a esta negrita no le puedo pegar, no sé por qué.
-Le pegabas a la madre!- dijo Elea riendo sádicamente.
-Ay por Dios qué placer! Se ligaba cada zurra!- ambas explotaron en risas desencajadas, tomándose los pechos. Riendo a carcajada limpia, riendo fuerte y maliciosamente. Un sordo ruido se adentró en el comedor dónde estaban Malicia y Elea de gran orgía, pararon con las risas por un segundo al ver la imponente figura de Esperanza que pese a sus quince años parecía haber envejecido, pesaban en sus dulces ojos la vida muerta hecha lágrimas, sus manos le temblaban repletas de rabia e impotencia acumuladas en la su-misión. De su boca escapaban gemidos irracionales que apenas se entendían. Elea quedó muda viendo a la chiquilla allí, llorando desesperada, fuera de sí, Malicia se puso de pie y golpeó con las dos palmas la mesa.
-Y ese grito?- se sentó como impulsado por un resorte Fernando.
-No sé, yo no escuché nada- dijo Lucero.
-Si estás hablando como un loro- replicó Gustavo acercándose con paso rápido hacia la puerta. Fernando se puso de pie y lo siguió a paso redoblado, Lucero le dio una chupada larga a su chupetín y juntando sus hombros tomó una revista de moda y se quedó en la cama leyendo. Los pasos de Gustavo y Fernando corrían del pasillo a los escalones de la escalera, que ahora bajaba y llegaba hasta el comedor, donde Esperanza gritaba furiosa tirándose de los cabellos con una ira jamás vista en ella. Malicia se había protegido tras Elea mientras le gritaba a Esperanza que estaba completamente perdida. Gustavo y Fernando tomaron a la pequeña y por instinto nomás empezó a forcejear contra ellos. En una ida y vuelta perdida en sensaciones confusas, vio la cara de Fernando desdibujada por la resaca, y el dolor y la furia le crecieron por dentro, en una venida casual, vio el rostro de Gustavo aturdido y con miedo. Esperanza cayó al piso desmayada a fuerza de nervios, furias y desconciertos. Malicia salió desde la segura protección que le ofrecía la espalda de Elea para acercarse a Esperanza y patearle la cabeza con sus zapatos de quince billetes de cien, vieran cuánta elegancia. Fernando se abalanzó sobre la madre y ésta lo tomó por una oreja con la mano izquierda y con la derecha de los testículos, Fernando cayó al piso tomándose los genitales y de la zurda de Gustavo un gancho en la mandíbula de su madre apareció. Elea estaba absorta, había tomado sus cosas nerviosamente y ya estaba en la puerta de entrada disfrutando su huída. Malicia había quedado knock-out sobre la mesa del comedor con la mano izquierda en los croissant y un mechón de pelo dentro de la taza de café con leche. Gustavo acogió a Esperanza entre sus brazos y la recostó en un sillón, Fernando a duras penas se puso de pie y se acercó a Esperanza, le tomó la mano y se la besó con calor y cariño, de la boca de Gustavo un par de puteadas escapaban en forma de gritos y Lucero, en su cama, leía el artículo sobre la ropa que se usa en Cannes.

VI

Elbéstides se habría levantado de su cama casi al amanecer, se vistió en silencio tratando de no despertar a la dulce Esperanza que dormía lo más suelta. Se puso los pantalones haciendo equilibrio como la garza en una sola pata, una gota de sudor nació en su frente y tardó tres minutos en recorrer la extensidad de su rostro hasta llegar a su boca sedienta y hedionda de halitosis matutina, logró entonces meter su enorme pierna dentro del pantalón hecho y echo a medida; posó el pie en el suelo y levantó la otra pierna para ocuparla en el mismo menester que la anterior. Resopló no tan fuerte, sin embargo, el flequillo de Esperanza se vio removido ante la suave ventisca que Elbéstides había creado, un ojillo se le abrió soñoliento, cuasidormido, viendo a su marido vestirse como ratón silencioso.
-Me dejás?- le preguntó dulcemente soñozando.
-Ni muerto- respondió seguro mientras subía su pantalón hasta la cintura y se lo cerraba- tengo un par de cosas que hacer, termino y vuelvo. Suerte hoy allá y que las cosas estén mejor...- Elbéstides se dio media vuelta y suspiró un triste suspiro largo, escuchó unos gimoteos lastimosos, espió por el rabillo del ojo y divisó una pequeña perla que no quería terminar de salir de la córnea Esperanza.
-Qué pasa ahora?- le dijo acercándosele.
-No quiero ir, tengo miedo...
-Bueno chiquita si no querés ir no vuelvas allá- le dijo dulcemente alzándola con tan solo una mano, toda ella le cabía en la palma. La acunó en su antebrazo a la altura de su pecho, a una considerable distancia del suelo. Esperanza rompió a llorar como la niña que era. Lagrimones, transparentes y enormes rodaban marcando surcos en sus dulces mejillas que hace rato no sonreían, ella trataba de hundir su cara cada vez más adentro del comprensivo pecho de Elbéstides que poco sabía que hacer.
-Si no voy, no vamos a tener plata y si no tenemos plata, vos vas a tener que salir a robar de nuevo hasta que yo consiga otro trabajo... te va a perseguir la policía, te van a matar y buuaaAAHH!!!!- Esperanza explotó en un llanto perdido por la inseguridad típica que brinda el desconocimiento y desconcierto que comercializa el nefasto futuro con nuestro actuar presente. Elbéstides la apretaba contra su pecho con la justa presión. Teniéndola entre sus manos él se sentía incómodo y temeroso de sin querer destrozarla.
-Mirá negrita- dijo suavemente mientras que con cirujano cuidado de no lastimarla, con la punta del dedo le extirpaba un lagrimón que rodaba con destino incierto, desde abajo de su ojo hasta arriba de su boca -... hagamos algo. Hoy no vayas; mañana decís que estuviste enfermita y empezamos a buscar otra cosa.- Le acariciaba el pelo como una nena a su muñeca, le besó la mitad del rostro con harta dulzura. Las lágrimas se desvanecieron y sonrió lindamente. Elbéstides la vio sonreír con todos sus dientes y rió como un loco.
-Y eso tan lindo?- le preguntó.
-Una sonrisa, zonzo.- le dijo ella sonriendo más grande, porque lo sentía, porque lo hacía feliz.
-Hace mucho que no veía una sonrisa tan pero tan linda.- la besó de nuevo entonces. Esperanza apenas le pudo rodear el inmenso cuello con sus dos brazos abrazándolo, diciéndole repetidas veces y en susurros lo cuanto que lo amaba y esas cosas que se dice la gente cuando se ama bien de adentro en serio y en serie, desde hace siglos y por siempre.
-Bueno yo voy a ir, mientras le voy a preguntar al niño Fernando o a alguno de los chicos si no sabe de otro trabajo.- contestó- Pero sabés qué, voy a dormir hasta cuándo me despierte y voy a ir a la hora que yo quiera- le dijo entre pucheros.
-Me parece bien- le contestó mientras la besaba y la devolvía a su segura posición dentro de las sábanas y las cobijas; Esperanza parecía un porotito en toda esa cama que debía también soportar a Elbéstides. La acobijó hasta la cabeza y antes de terminar de cubrirla por completo le besó la frente.
-Hasta más tarde chiquita- suspiró y Esperanza cerró rendida los ojos que ya no podían mirar más. Elbéstides volvió a su lado de la cama bordeándola; se acercó a su mesa de luz y con dos dedos silenciosos y cuidadosos abrió el primer cajón y tomó la piedrita, la vio, la ocultó en su palma cerrándola no muy fuerte, elevó su vista al cielo y sonrió augurando y respirando un lindo aroma que traía el destino consigo.
Al dar el décimo paso decidió, vaya uno a saber por qué coño, darse vuelta para ver su hogar que a pesar de estar un tanto lejos, no lo sentía lejano. Cómo le gustaría poder darle a Esperanza todas las tranquilidades que socialmente se requieren y estipulan. Cómo le gustaría darle una casa con jardín delantero y trasero donde los naranjos llenen de azahares y aromas a la tibia Esperanza, donde el sol dé por todos lados, a toda hora del día y si fuera posible, o al alcance de sus manos, haría que el sol la abrace también de noche. Levantó las palmas de sus manos y las puso frente a sus ojos que se humedecían, las miraba vergonzante y maldiciéndose a sí mismo...
Nunca pudo ir contra ello, ya de bebé era enorme y una fuerza horrenda y descomunal se desarrollaba dentro de cada uno de sus músculos; la vida fácil lo había llevado a nunca pensar en un mañana y así fue como había cometido todos los delitos que había cometido. Había matado centenares de personas usando simplemente la fuerza de sus dedos, de sus manos, de sus puños, de sus piernas y sus pies, claro que también, estaba dotado de una destreza gatuna que habría absorbido vaya uno a saber de cuál de las indistintas tetas que lo amamantaron, allí cuando el destino lo obligó a criarse al margen de la vereda, abandonado en una nada a su suerte. Claro que al principio la puerta de una iglesia lo habría salvado de la lluvia que vertical caía en una noche cerrada y tapada de hace muchos muchos años atrás, claro que al llegar el día, el clérigo al despertar, llevó al niño a una institución de adopción, donde lo criaron aún con más severidad que la misma vida; siempre, siempre era temido o usado. Aunque no importaba tanto eso, sino más bien el resultado; por raros motivos que él no sospechaba ni conocía quedaba solitario mascando abandono dentro de sus enormes fauces. Exceptuándola a Esperanza, ella, nunca lo había abandonado y le daba la seguridad de la eternidad en cada mirada; él sabía y sentía a ciencia cierta que Esperanza jamás lo abandonaría. Tensó uno de los tantos músculos que atraviesan la cara y una lágrima que caía salió volando cual orgulloso escupitajo, resopló lleno de fastidios y cosas raras, por más que el destino trajese esa cálida aroma, el pasado le helaba el presente y la sangre que paseaba por sus venas. Apretó los párpados con fuerza y siguió su marcha sin volver a voltear.
A eso de las ocho y media de la mañana el sol comenzaba a trabajar despertando a la gente que aún modorraba como Esperanza, a quien un rayo, le caía justo en su ojo que forcejeaba contra el sueño para no abrirse, pero en sí, sabíase reacia a esas situaciones; acarreaba la responsabilidad en sus espaldas de pase lo que pase no doblegarse ante la adversidad ni blegarse en la versidad, yo juro. Se puso de pie tranquila tratando de no quebrar la palabra que le había dado a Elbéstides. Se vistió con suma tranquilidad, tomó un té con azúcar, tres; y se despidió de su hogar caminando despacito, vaya a saber uno por qué coño se dio vuelta y vio lasu casa, sonrió pensando en Elbéstides, y cuando se habían conocido. Cómo desearía poder conseguirle a Elbéstides eso que la vida no le dio, tan sólo una oportunidad. Pasó una hora y ella aún seguía pensando en su dulce amor. Entró en la casa de los Llorente como siempre por la puerta trasera, en la mesada de mármol de la cocina, una caja de envíos de la panadería de la esquina advertía que el panadero había hecho el desayuno... Se sintió un poco prescindible y sonrió sintiendo un alivio por Fernando y Lucero; de la caja, aún escapaba un olor tibio de croissant y café con leche, de la sala, un cotorreo constante e intolerable se acercaba a la cocina, Esperanza escogió el plumero para la porcelana y al casi traspasar la puerta, por la grieta que se forma entre la misma y el marco, la voz de Elea le comenzó a calentar la sangre y los nervios. No debería haber ido, una vez más le debería haber hecho caso a Elbéstides, pero ella y su responsabilidad... Nunca podría contra ella, nunca podría con ella, las palabras que se pergeñaban entre Elea y Malicia quebraban su espíritu.
-Ya me estaba tomando por los ovarios, de un momento a otro ésto saltaría a la luz y no sé como resultaría todo, sólo de imaginarme algo.
-Bueno Malicia ya no te preocupes, ya no está, no tengas más pesadillas con esos fantasmas, ya te saqué de encima a ese que te extorsionaba con esas fotos.
-Te imaginás el nombre de los Llorente en primera plana?, Malicia Llorente asesina a su empleada doméstica aventándola por una ventana después de proporcionarle una tremenda zurra.
-Qué desagradable! gracias a Dios que todos se creyeron eso que dijiste que te había robado y había huido dejando sola a su niña para que quede a tu cargo.
-Y además no te olvides de mi amigo el juez.
-Suicidio... te acordás? Llegaron a decir que se suicidó, pobre infeliz esa mujer.
-Sí, este asunto me tenía a mal traer, segura que ese hombre no volverá a molestarme?
-Por Dios que no! Quedate tranquila
-Y cómo fue?- Las lágrimas empañaban la vista de Esperanza que detrás de la puerta sin querer escuchaba. Habían sido dos días terribles de desgarros penosos que le separaban el alma en mil pedazos y que sin saberlo, Elbéstides, en un rinconcito de la realidad, los juntaba y los trataba de reconstruir con todo el amor que sentía por ella; una furia ciega la obligó a correr fuera de la casa y parar su huída vomitando asida del tronco de un pequeño pinito que hace un tiempo, ella, Gustavo y Fernando habían plantado en el patio trasero frente a la ventana del cuarto de Lucero; a Lucero le encantaban los pinos.
Recordar a Gustavo amenizó el mal sabor que su boca guardaba, esa imagen la había ayudado a tomar la decisión de entrar allí y decirle de frente y a los ojos a Malicia que se meta el trabajo, lo más profundo y doloroso que le llegue; entró a la cocina por la puerta de siempre aún con más ímpetu y un coraje que dios libre de él a nuestros enemigos si no queremos estar en verdaderos problemas. Llegó hasta esa puerta que antes le habría mostrado apenas un nimio de la verdad y del transcurso de la vida. Instante suficiente fue para darle a Esperanza el coraje a seguir... aspiró en una gran bocanada, juntando valor, juntando aire; entró caminando segura a la sala sin exhalar siquiera, en tanto se acercaba, escuchaba cosas, que a decir verdad, aclaraban situaciones no tan lejanas en tiempo y bien cercanas al corazón del alma.