La dulce melodía del jazz flota en el ambiente, Courtney Sanabria pasea con su suave voz por las escalas mientras canta "The flaps are down", parece volar sobre el viejo escenario del café París en el centro de la ciudad. El saxo de Peter Maronda, los platos de Nick Delamo, el contrabajo de Diloreto, y los acordes imperdibles de la guitarra de GT, vuelan pirueteando jugando unos con otros. La música llena todos los silencios, nadie habla todos escuchan, la química que generan Sanabria y sus músicos es única en el universo, gente de todos lados del mundo se acerca por las noches a cenar o a beber algo en la barra dejándose embriagar con la belleza de su canto. Desde la calle se los escucha sonar, bailando en el viento se van metiendo en los barrios, en las casas, en los edificios dormidos y en las persianas despiertas que miran al horizonte con cierto dejo de tristeza y melancolía ansiando algún futuro.
Todo es música en la ciudad, las calles bañadas por las luces de la noche que alumbran las veredas, a las parejas románticas que pasean abrazadas con fuerza, mirándose a los ojos, acurrucándose unos contra otros para contrarrestar el frío, la soledad. Los gatos en los callejones pelean con los perros por la comida sobrante de los restaurantes que desborda de los tachos de basura o de las bolsas de residuos mal cerradas, todo lugar tiene su magia, cada lugar posee un embrujo, una maldición, un hechizo.
El tiempo dejó de bailar justo antes que una cascada de aplausos se levante al cielo y sublime a Sanabria como un ángel entre los mortales... Todos aplaudían de pie, o golpeaban las mesas con las palmas abiertas y chiflaban y vitoreaban a la hermosa jazzera, los vecinos asomados a las ventanas y balcones también aplaudían desaforadamente. Ella causaba en el alma una cosquilla hermosa que obligaba al ser a auscultarse a sí mismo, y emocionarse con los propios logros, y aprender de los yerros con una sonrisa pero nunca con arrepentimiento. No había vez que los ojos de Courtney se llenaran de lágrimas por la emoción de sentir todo el amor que le daban sus oyentes que la aplaudían dejando el alma en esas palmadas de agradecimiento por la paz que su canto angelical les traía.
Más de diez minutos duró la ovación para los músicos que llenos de dulces sentires se abrazaban y agradecían al público presente. Tuvieron que hacer media hora más de show y aún así la gente quedaba hambrienta de más jazz. Al fin se cerró el telón y los músicos se pudieron retirar a sus camarinos.
La mañana siguiente la ciudad se despertó remolona, seguramente por ser domingo. Todo estaba bajo el sopor del descanso, algunos papelitos volaban al viento y en soledad, se estrellaban contra los cordones y quedaban flotando en los ríos que forman los desagües hasta las alcantarillas por donde salía vapor de agua debido al contraste de temperaturas entre el corazón cloacal de la ciudad y el aire y clima que afuera se respiraba y vivía. Las nubes estaban bajas y hacía mucho frío, soplaba gélido un viento que parecía traer malas noticias, como el matutino, que dejó a todos en silencio cuando en primera plana la foto de Courtney degollada y sangrando en una vereda, sorprendía a todos por igual. La ciudad se llenó de luto y silencio, al velatorio concurrió casi toda la población, muchos peregrinaron desde el sepelio hasta el cementerio tras los autos negros fúnebres, caminando en silente prosesión; solo los llantos y sollozos de tristeza se escuchaban salir de las almas y corazones rotos por la muerte brutal de aquel ángel del jazz. Nadie sabía que había sucedido, no se encontraban pistas de quién podría haber sido el asesino despiadado que le arrebató al mundo su alma. Los peritajes policiales comenzaron a hacerse fuertes, todos los que habían estado esa noche en el café bar París fueron interrogados, desde los limpia baños hasta los turistas extranjeros, se buscaban respuestas, cualquier tipo de lana suelta podría ser la punta de un ovillo enmarañado y truculento.
Todos amaban a Courtney, no había móvil aparente, su hermoso cuerpo no había sido irrespetado ni mancillado en ninguna de las formas posibles, solo el claro corte que le recorría el fino cuello de lado a lado. Las investigaciones seguían pero no llegaban a nada, nadie sabía, nadie vio, nadie escuchó, nadie aparecía por ningún lado con la respuesta necesaria.
A Sanabria no se le conocían amantes, tampoco competencia, no se sabía de alguien que no la quisiese, además de una gran artista era una gran mujer, ayudaba a quien lo necesitara sin esperar nada a cambio, iba a las escuelas y hospitales brindando shows gratuitos y a beneficio de todos. Mecenas de artistas que necesitaban la oportunidad. Acudían a ella sabiendo que de alguna manera encontraría la veta para poder catapultarlos al éxito, quien no tenía el talento, ella le dedicaba horas a enseñárselo, a darle los tips necesarios para lograr lo que se pusiese como objetivo. Era una mujer buena, dulce y romántica que había quedado sola debido a tantos desengaños, a tantos timos y trampas, igualmente y pese a eso, nadie nunca había podido desbancarla del trono como reina del jazz que se había ganado con esfuerzo, con practica, con tesón, como a todo logro aparentemente imposible se debe acceder. Matías Danzin era tal vez el más ferviente admirador de la estrella del Jazz, se había alquilado un departamento cerca de París para cuando ella cantara, poder escucharla y volar con su voz por todos los universos posibles e imposibles. La noticia de su muerte fue toda una sopresa para él, su corazón se hizo añicos, no había nada capaz de reformarlo y dejarlo intacto y lleno de magia como antes. La noche en que ella murió, él había tenido el mejor viaje espiritual de su vida, se sentía cálidamente envuelto por la música que sonaba a su alrededor generándole un mil imágenes y colores que se dibujaban y pintaban en su inconsciente. Ahora lo llenaba un triste vacío. La falta de respuestas era absoluta, todo era un abismo profundo y silencioso y la gente reclamaba seguridad y justicia, solo quedaba recurrir al mundo esotérico por lo que comenzaron las investigaciones con parapsicólogos y brujas que aseguraban leer el pasado tan claramente como cualquiera lee el periódico, pero nada llegaba a ningún lado. La autopsia no declaraba drogas, ni alcohol, ni ningún tipo de estimulante, nada de esto había tocado su cuerpo al menos esa noche, el tajo en su cuello, por el ángulo y recorrido del mismo, había sido hecho limpio y de una sola vez, tal vez por un hombre o mujer de mediana estatura, diestro, con una paz y tranquilidad absolutas al momento de quitarle al mundo su ángel cantor. Podía ser casi cualquiera de todos nosotros. Era un laberinto sin salida y no había manera de encontrar nada, de a poco el crimen fue cayendo en el olvido, como todo, tanto las soluciones como las no soluciones se limpian y olvidan con el paso del tiempo, aunque la música de Sanabria seguía resonando en los radios transistores de las gentes de todo el mundo. Sus músicos le rindieron tributo al año de su muerte haciendo una gira mundial con los más grandes intérpretes de la época. Los shows en todos lados eran impecables y hermosos, la música llenaba de amor, paz y preguntas a todos, gigantografías con el rostro del ángel decoraban los laterales de los escenarios en que iban tocando, show por show, ciudad por ciudad, país por país. Nunca nadie supo suplir el espacio vacío que había dejado el asesinato de Courtney en la parte trasera del tristemente célebre café bar París, donde se seguía tocando jazz a diario salvo los días sábados, en los que se honraba a la bella cantante negra asesinada a pocos metros de la salida de emergencia. Nunca se pudo averiguar nada. Matías Danzin aseguraba que todos los domingos a las cinco de la mañana se escuchaba la voz de Sanabria cantando "Dont like be killed", logró filmaciones desde su ventana y grabaciones de ella cantando, pero nadie creía en él, es un hombre raro que olvidó lo lindo de la vida cuando asesinaron a la estrella que como lucero iluminaba su camino. Encerraron en un nosocomio al pobre tipo, dónde murió de una pulmonía gravísima meses después de encerrado. Muchos creen que fue él el asesino de Courtney, por eso es que veía al fantasma de la cantante cantando solitaria y desdichada en la calle, se creía que la culpa lo carcomía desde las entrañas, y la conciencia le llenaba la cabeza de ideas raras, así que por las dudas lo declararon asesino de la estrella después que Matías dio al mundo su última tos. Todos festejaron el triunfo de la justicia frente a los maniáticos, aunque a nadie importó prestar atención al detalle, que Matías Danzin era zurdo y medía más de un metro ochenta.
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