Así que ahora venís con el caballo cansado,
con la montura floja, y las alforjas vacías,
ahora que viste que el afuera tampoco colma tus expectativas
y que nada te sacía, volvés con las manos cansadas,
con los ojos vergonzantes y la sonrisa mustia.
Te recibo con todo el amor que siento,
con los brazos y el corazón bien abiertos
y te dejo mi hombro para que juntos lloremos
por que la vida es dura allá afuera,
y también lo es acá adentro.
No te niego ni reniego que estés de vuelta,
pero tampoco acepto que vuelvas rendido,
por que nunca nada es fácil, nunca nada llega de arriba,
por lo que uno quiere, luchar hasta el fin debe,
y aunque te caigas mil veces, has de levantarte mil una,
cada día de tu vida, hasta el último de tus días.
Acá tendrás siempre las puertas abiertas,
serás siempre bien recibido, tendrás la cama hecha
y la comida calentita, tendrás calor de hogar,
y amor como no encontrarás en ningún lugar igual.
Hay veces que la vida duele,
y esta es una de esas tantas,
nunca salgas por la puerta dándote aires de grandeza,
aceptate siempre sin mentiras, tal y como sos
que ya bastante eres, siendo así como sos.
Dormí esta noche tranquilo y verás que al despertar
otro gallo será el que cante,
otra campana repicará en el horizonte
y un sol nuevo se asomará en el este.
Cueste lo que cueste la vida hay que vivirla
a fondo y sin rendirse, hasta que la muerte la puerta golpee.
Entregate a todo, sin vueltas ni rodeos,
sé sincero con vos mismo, cuando la vida en mil colores se presente
se justo con vos mismo, cuando la vida sin colores se presente
recordá siempre que vos sos vos
en blanco y negro, a colores o aunque te llenes de colores cepias.
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