pero hay sonidos que me alegran
el trinar y los gorjeos
en los amaneceres de C.A.B.A.
la dulzura y la opulencia
de Cuando.llueve.en.alaska
los holas de desconocidos
perdidos en la montaña
los gritos de mis hijos
jugando en la mañana
la música clásica también me alegra
y escuchar hablar a Ortega.
Me alegra oír el correr del río
la insistencia del mar en la orilla
la urgencia de la tormenta
el silencio de la nevada
el sonido de la piel contra otra piel
cuando entre caricias se desarman
el latir del corazón estremecido en el abrazo
los golpes en la puerta
de cuando tanto te ando esperando.
Oír los pasos inconfundibles de mi vieja
acercándose sobre el piso de madera
la respiración profunda de los que sueñan
el viento entre las hojas, el tiquitic de las teclas,
los brotes al romper la tierra
las palabras buenas que con ternura,
a veces destruyen a donde llegan.
No sé ustedes,
pero a pesar de haber perdido
aprendí a estar alegre, y agradecido.
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