Quedaron bajo el agua
las caricias y la sal
las cómplices miradas
las bestiales carcajadas
y ahogadas las palabras
que en silencio se decían
mientras sus ojos se cruzaban
con un brillo sin igual.
Las pinzas de los cangrejos
descosieron con ternura
los botones que abrochaban
a sus prendas de jirones
y las estrellas que del cielo
siguieron a Alfonsina
comían la carne cruda
de inocentes ilusiones.
Las olas allá arriba
paseaban cual turistas
con miles de chucherías
de comercios y galerías
con bolsas llenas salían
por callejas apretadas
y en las amplias avenidas
camarones y tiburones
aprovechaban los sinsabores
que tsunamis y tifones
le traen a los hombres.
Sus manos yacían unidas
y sus cuerpos desparramados
de miel supo ser la luna en la noche
voraz el mar desayunó aquel día.
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