Los oigo jugar,
hablar entre ellos
sus construcciones
de rastis y gramaticales
son pura inocencia
y de una sapiencia
tan pura y natural
que escucharlos me llena.Como padres a veces pasa
que también se desean
esos frutos jugosos
que en las esquinas esperan,
pero un "te quiero" de ellos
me vale un millón de cualquier te amo;
un "qué lindo, papi"
me vale más que un millón de me gusta.
porque para mí escucharlos,
hace que me valga verga
cualquiera de las mierdas que hay allá afuera.
Y sé,
que en tu casa, en tu cuevita,
que en tu mansión, que en donde vivas
a vos te está pasando lo mismo
que no imaginás un lugar sin tus hijos
que a pesar que haya veces
que te sacan canas verdes
la sola idea de perderlos
genera en el alma un profundo abismo;
y el simple hecho de tenerlos
cerquita (y rompiendo),
es el más dulce paraíso
aunque lleno de frutos prohibidos.
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