tan aquí que daba miedo,
los pájaros no flotaban
ni las nubes se empoderaban.
Las calles perdían su esencia
ante los flácidos edificios
que sobre sus sucios vidrios
plácidos se recostaban
sobre la acolchada vereda.
Nadie parecía estar enterado
que era mejor estar enterrado,
los nuevos nacían viejos,
plácidos se recostaban
sobre la acolchada vereda.
Nadie parecía estar enterado
que era mejor estar enterrado,
los nuevos nacían viejos,
y ante la luz que asombra e ilumina
bajaban las cortinas
y apresaban sus almas,
metían dentro un aire
que en sus entrañas
tarde o temprano se solidificaba
y engullían alimento genético
que engordaba y no alimentaba.
bajaban las cortinas
y apresaban sus almas,
metían dentro un aire
que en sus entrañas
tarde o temprano se solidificaba
y engullían alimento genético
que engordaba y no alimentaba.
Por la bóveda celestial
la luna se paseaba a cualquier hora
y a nadie le interesaba,
todos buscaban otras respuestas
en la azulina luminiscencia
de los últimos celulares
que dictaminaban, con azarosa suerte,
dónde, quién, cuándo, cómo y por qué.
la luna se paseaba a cualquier hora
y a nadie le interesaba,
todos buscaban otras respuestas
en la azulina luminiscencia
de los últimos celulares
que dictaminaban, con azarosa suerte,
dónde, quién, cuándo, cómo y por qué.
Parecía que nada estaba perdido
el cielo estaba ahí, tan aquí que daba miedo,
parecía que era un mar que divertido
se había atrevido a zozobrar más que lo normal.
el cielo estaba ahí, tan aquí que daba miedo,
parecía que era un mar que divertido
se había atrevido a zozobrar más que lo normal.
No hubo sorpresas para nadie
porque sus pantallas,
esclavizadoras de miradas,
no habían advertido
la gravedad de este asunto.
La ignorancia del necio
ante la falacia del sordo
vuelve tuerto al mudo
ciego al religioso
y esclavo al rey.
porque sus pantallas,
esclavizadoras de miradas,
no habían advertido
la gravedad de este asunto.
La ignorancia del necio
ante la falacia del sordo
vuelve tuerto al mudo
ciego al religioso
y esclavo al rey.
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