Nada más lindo que clavarse,
un amargo calentito a la mañana.
Sentís como su agüita caliente
baja por el garguero limpiando todo.
Y pucha que el mate se sirve caliente
humea en sus cien grados, y cuando chupas fuerte,
de la calentura, se te enllenan los ojos de lágrimas.
Se ve en la boca del mate toda la espuma
como si fuera el más caro de los champagnes,
y ese sabor de origen, casi aborigen, salvaje
ese sabor de naturaleza hembra y bien parida,
ese color verde y fuerte, sin vergüenzas,
ni falsas esperanzas.
Nada más rico que un amargo a la mañana,
sobre todo, si tenés con quien compartirlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario