No a los antibióticos, a los químicos,
a las drogas, al alcohol y a los políticos,
no a la violencia, al maltrato, al silencio,
al bullicio, a los ministros de dios y a los del gobierno.
No a las instituciones, a los egonautas,
a las flores y a las plantas artificiales,
a la mentira, al ultraje, al desfalco
a la posesión, al olvido y también al recuerdo.
No a la frustración, a lo importante es competir,
a la lujuria desenfrenada, a la malasangre,
al exceso y al abuso, a la tristeza con motivo
a la causa, al efecto, a la intolerancia.
No a la estupidez, a la inteligencia,
al no te metas, al margen y a los marginados,
a las leyes, a los edictos, a los adictos,
y a los fanáticos con más énfasis, no.
Este es el límite y de acá,
sin invitación, no se pasa.