Un día te despertás
y no podés salir de tu casa
todos hablan raro
se miran de costado
ocultan sus rostros
y te abren paso al caminar
como si fueras el Marajá de Kapurthala.
Es como si vivieras
en una serie de esas yankis
pero vos no sos nada especial
no sabés de armas, de cultivar la tierra
no entendés nada de estrategias
y menos de carpintería o electricidad
lo que te vuelve vulnerable
y obviamente prescindible
a esta nueva sociedad.
Apenas entendés eso de poleas y palancas
que una bala es peligrosa
(más cuando la ostentan los boludos),
que una palabra es una semilla
de la que brota el árbol
con el que más tarde hacen el palo
con el que al rato te apalean
para que pienses igual que ellos.
De pronto te despertás y ves,
como a lo largo de un año de mierda,
te la dieron por todos lados,
te la sacaron y te la pusieron
millones de veces, sin permiso,
compasión, ni café de por medio.
Y de repente alrededor
se muere un montón de gente
que se resume en números y estadísticas
lo que genera políticas dispares
para que entre rotos y descosidos
ahonden sus peleas inútiles e inusuales.
La disputa está centrada
en que esta tanta cuarentena
se está comiendo el calendario,
la alegría, los honorarios,
que estamos llegando a fin de año
y que ya es hora de saber
si vamos a festejar, o no,
la navidad y año nuevo,
todos juntos o separados.
Un día te despertás y dudás,
en tu propia inteligencia,
si es que realmente merecemos
el don de la vida
las ofrendas de la tierra
el amor de quien tenés cerca
toda esta conciencia
humana de poder cambiar las cosas
y a pesar de, y muy en sin embargo,
que todo siga siendo la misma mierda.
Dejame un rato más,
despertame en abril,
cuando estar despierto sea un sueño
y no una estúpida pesadilla.
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