Y te soñé despacito,
sin cansancio,
profundamente.
Te fui sorbiendo de a poquito
como se toma el té frío
o el mate caliente,
te disfruté en calma
como el atardecer en el desierto
como el ocaso en la montaña,
te abordé cual pirata
apasionado y con todas mis armas
y en la borda, me aceptaste,
y nos besamos,
en lo más profundo del alma.
Después navegué tus aguas,
surqué tus mares
y encallé en tus soberanas playas.
Contigo, los oros de mis sienes
se volvieron plata
y florecí, como nunca jamás vi,
florecer a un viejo corazón.
Desperté enterrado
como un tesoro de recuerdos
entre deseadas piedras preciosas
y pedazos de ladrillos.
Me entendí en la libertad,
y abracé a la soledad
sin tener miedo de hacerlo.
Despertar,
no es solo el fin de un sueño,
es el comienzo de uno nuevo.
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