Hago mil y un cosas desde temprano,
tratando de que siempre me sobre tiempo
para verte, para olerte,
para abrazarte, para escucharte,
en algún momento del día,
aunque lluevan pedazos de luna
o se asfalte el arco iris
bajo el mando de la noche estrellada.
Trabajo paciente.
Al culminar la faena
al rayo del sol me siento
o a la sombra del abedul del patio
a escribir un poema
imagino para él una macro estructura
o también me dedico
a pensar en esas cosas
que florecen de la esencia.
Y pasa el tiempo
el abedul florece,
saca su fruto
y sobre mí deja caer sus hojas
que tratan de acompañarme
en esta profunda y silenciosa soledad.
Con agua y fuego
saco de su corteza
aquello que ayuda a cicatrizar
la herida constante
de mi corazón inmarcesible.
Es tu sombra y es tu aroma
lo que distrae mi atención constante
por desearte llegar
aún te busco,
en ese efímero momento
en el que sin motivos ni porqués
sin saberlo, en tu escasa compañía
tuve una epifanía
y supe ser feliz
conmigo,
a la sombra y a la luz,
en soledad y acompañado
por todos mis demonios.
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