cuantos colores desparramaste con tus manos
cuantas posibilidades florecían tan solo
con el aliento de tus labios y las caricias del para siempre.
Cuántas compañía, mi Dios, cuánta valentía
que pusiste ante la vida cuando esta te mostraba
zozobras miserables y con migas te alimentaba
prometiéndote que mañana, todo sería
irremediablemente mejor.
Dónde están esos abrazos, esa verde mirada llena
de esperanzas y de miedos que ocultabas tras pequeñas sobras
que luego te abordarían tiranas y te exigirían que creas
que eso era la realidad.
Cuánta soledad, hermosa mía, cuánta soledad
sin tus abrazos, sin tus palabras, sin tu mirar,
cuánta soledad, hermosa mía, cuánta soledad,
ojalá que Dios te haya encontrado, y te conozca,
y al fin sonrías.
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