miércoles, septiembre 08, 2021

Extrañas realidades -- Cuento Corto

Luego de encencender la computadora escribió en la barra del navegador: noticias estúpidas de hoy, más que instantaneamente y brillando en letras negras negras sobre el fondo blanco, apareció: El Gobierno reducirá a 90 centímetros el distanciamiento en las aulas para avanzar hacia la presencialidad plena.

Tal vez por la monotonía del constante encierro es que no se había dado cuenta de que eran las veinte horas, y que la televisión y la familia, ya estaba reunidas alrededor de la mesa para cenar. En las comidas no se habla hace rato, antes el televisor, si bien era un obstáculo, no molestaba lo suficiente, sin embargo, desde la llegada de los teléfonos celulares, la conversación y el amor a primera vista comenzaron a extinguirse y ser el tema de varias series de Netflix y YouTube. 

Entre nuggets de pollo, papas fritas y gaseosa de prestigiosa marca el presidente hablaría otra vez por cadena nacional. Daría otra explicación sin sentido de las decisiones que tomaron porque así les convino. 

No tenían idea por qué hacían lo que hacían, o mejor dicho, no querían aceptar su ignorancia. Entendían que mostrar que había cosas que no sabían cómo explicar era mostrarse vulnerables, y un gobierno vulnerable es peor que un gobierno imbécil. Eso lo sabemos todos. Preferimos que los idiotas manipulen el poder, cuando ellos lo manipulan, tiene porqué la indiferencia, la hambruna, el destrato, la marginación, el desprecio, la mentira, el olvido. Son idiotas, los idiotas se equivocan, no entienden lo que están haciendo, actúan porque hay que hacerlo aunque ignoren qué tienen que hacer o cómo es que hay que hacerlo. 

A un idiota podemos insultarlo, echarlo, traerlo, subirlo, bajarlo, darle poder y también sacárselo, nunca se va a dar cuenta de lo que tuvo, ni de lo que podría haber hecho con él. 

Un  gobierno vulnerable, en cambio, muestra las debilidades de una nación y mostrar debilidad ante el resto del mundo nos hunde en la humillación constante del posible abuso, de la condena social, del desprecio de los vecinos, de la marginación. Un gobierno vulnerable sienta a toda una nación en la mesa de los niños y pierde entonces toda posibilidad de participar en las perversiones de la ambición abisal humana, de esas decisiones que arrastran a sectores enteros y geniales de la sociedad a los rincones más oscuros del alma sin ningún tipo de culpa ni prurito.

Al final, luego de tanto tiempo, nuevas decisiones agarradas de los pelos serían tomadas y de nuevo nos dirían en la cara lo estúpidos que somos, qué tanto nos hemos vuelto sumisos ante el poder, como aceptamos de manera natural seguir las órdenes de cualquiera que tenga un uniforme, un guardapolvo o una corbata. 

-¡Estúpidos! - gritó golpeando al mesa. Nadie levantó, ni sacó los ojos de las pantallitas. Golpeó y gritó tres veces más con iguales resultados. La vida de hoy es esto, una mierda solitaria que a nadie le importa. Estúpidos actuando sin razones, motivos, ni por qué. Excusas vacías sirven de argumento para llenar el tiempo. La verdad y la mentira se han vuelto puntos de vista que solo se transforman en realidad cuando sirven al bolsillo de alguien. Incluso al tuyo que también señalas.

Hoy lo que manda no es la moral, tampoco la ética. Hoy sobrevive el que puede en un viva la pepa constante que busca salvarse económicamente y lo demás, al carajo. 

-¡Carajo!- gritó golpeando con más virulencia a la mesa resquebrajando apenas el vidrio que la cubre. Nadie miró, ni a la mesa, ni a la tele, ni a él, ni a los hermanos, ni a los hijos, ni a la madre, ni a sí mismos. 

Creyó estar inmerso en una pesadilla donde se había fundido entre tanta estupidez, en tanto cinismo, en tanta mentira... Sin pensarlo se clavó el cuchillo en el cuello y murió a los diez segundos, desangrado, frente a la tele en donde el presidente hablaba y decía que ahora con noventa centímetros de distancia estaba bien. Que seguramente las vacunas habían logrado que el virus no vuele tan lejos como antes. La madre seguía con el celular en la mano mirando fotos de jovencitos en la playa asoleándose y jugando al voley. Los niños veían videos de TikTok y YouTube. Nadie se dio cuenta que el repartidor de Mc Donalds esperaba todavía en la puerta para que le paguen la cantidad de dinero que cuesta suicidarse con comida. Nadie se dio cuenta, que el padre se había quitado se había ido de esta realidad, pues le sobraba inocencia y creía que la vida es otra cosa que esta pesadilla sin sentido, ni destino.

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