-
Sos una puta- le dijo,
y ella se creyó insultada.
-Y vos sos un puto- respondió,
y él se creyó insultado.
Se agarraron de los pelos
se rasguñaron
se golpearon
se cortaron
se empujaron
se cayeron desde el balcón al vacío
se estrellaron contra el asfalto frío
e inmediatamente se murieron,
con tanta mala suerte,
que quedaron estampados en la planta baja
tomados de las manos
como esos enfermitos que amantes enamorados
buscan un punto final
juntos en el para siempre
y se reencuentran
en los puntos suspensivos
que siempre escribe la muerte.
Los putos y las putas de sus vecinos
han vuelto a vivir en paz,
ya nadie los insulta
ni los discrimina
ni los invisibiliza
ni los compara
con personajes violentos,
incultos,
e ignorantes.
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